CHARLAS CON UN MAESTRO SAMMASATI
Por: Gongpa
Rabsel Rinpoché
Lama Sammasati para Latinoamérica
La Resonancia del Despertar:
Recuerdos y el Sendero Budhista
Muchas personas que se acercan al
Budhismo experimentan una conexión instantánea y profunda con sus enseñanzas.
Esta afinidad, a menudo descrita como un "regreso a casa", ha intrigado a
practicantes y estudiosos por igual. Desde una perspectiva Budhista, esta
resonancia inmediata puede ser explicada a través del concepto de la
reencarnación y los recuerdos de vidas pasadas.
La Semilla de la Iluminación
En el corazón del Budhismo yace la búsqueda de la iluminación, un estado de
perfecta sabiduría y compasión. Los Budhistas creen que la semilla de esta
iluminación puede ser sembrada en múltiples vidas. A través de actos virtuosos,
meditaciones profundas y el encuentro con las enseñanzas de Budha, esta semilla
se fortalece y crece.
Cuando reencarnamos, llevamos con
nosotros las semillas de nuestras experiencias pasadas. Si en una vida anterior
hemos cultivado la compasión, la sabiduría y la práctica de la atención plena,
es probable que en vidas futuras sintamos una afinidad natural hacia estas
cualidades y hacia las enseñanzas que las fomentan.
Recuerdos y Resonancia
Los recuerdos de vidas pasadas, en el contexto del Budhismo, no son
necesariamente recuerdos vívidos de eventos específicos. Más bien, se
manifiestan como una sensación de familiaridad, una comprensión intuitiva de
conceptos profundos y una resonancia profunda con las enseñanzas de Budha.
Estas experiencias pueden tomar diversas formas:
* Afinidad instantánea: Sentir una conexión profunda con las enseñanzas desde el
primer contacto.
* Comprensión intuitiva: Entender conceptos complejos sin necesidad de
explicaciones extensas.
* Sueños y visiones: Experimentar sueños o visiones que parecen conectar con
vidas pasadas.
* Talentos innatos: Poseer habilidades o conocimientos que no se han adquirido
en esta vida.
La Importancia de Recordar
Estos recuerdos, aunque subjetivos, desempeñan un papel crucial en el camino
espiritual del Budhista. Al reconocer la conexión con vidas pasadas, los
practicantes se sienten inspirados a profundizar en su práctica y a cultivar las
cualidades que han desarrollado a lo largo de múltiples existencias.
Sin embargo, es fundamental comprender que estos recuerdos no son un destino,
sino un punto de partida. La iluminación es un objetivo que se alcanza a través
de la práctica constante y la transformación de la mente.
Un Camino Continuo
La creencia en la reencarnación y los recuerdos de vidas pasadas no disminuye la
importancia de la práctica presente. Al contrario, la reconoce como una
continuación de un camino que se ha iniciado en vidas anteriores.
La práctica de la meditación, la ética y la sabiduría son esenciales para
cultivar la iluminación, independientemente de nuestras experiencias pasadas.
Los recuerdos pueden servir como una brújula, pero la práctica diaria es el
barco que nos lleva a nuestro destino.
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En Conclusión
La conexión instantánea que muchas personas sienten con el Budhismo puede ser
explicada, en parte, por la creencia en la reencarnación y los recuerdos de
vidas pasadas. Sin embargo, es importante recordar que esta conexión es solo el
comienzo de un camino espiritual que requiere dedicación y práctica constante.
5Al reconocer la semilla de la iluminación dentro de nosotros y al cultivar las
cualidades de un Budha, podemos transformar nuestras vidas y las vidas de los
demás.
Si tienes alguna inquietud o comentario, no dudes en ponerte en
contacto conmigo al correo gongparabsel@gmail.com o al WhatsApp +57 314 623 83
08.
Crónica: ¿Qué está pasando con nuestros jóvenes
en Risaralda?
Por: Jose Gabriel Barrera Rojas
jgbrelimparcialpereira@gmail.com
Es lamentable tener que escribir sobre un tema tan delicado como
el suicidio, especialmente en nuestro departamento, Risaralda, un fragmento más
de la vasta Colombia. Las cifras de suicidios en la región son alarmantes, y los
antecedentes que enfrentamos son preocupantes, convirtiéndose en un tema
recurrente en la prensa y los medios sociales. Desafortunadamente, los suicidios
ya no generan el asombro ni el luto colectivo que deberían, sino que muchas
veces se registran en los teléfonos de testigos casuales y se difunden como
noticias sensacionalistas.
Recientemente, un amigo y colega me contó con la voz quebrada que uno de sus
amigos, un joven poeta y estudiante destacado en la universidad, había decidido
terminar con su vida. Ese relato heló mi cuerpo, y me surgieron muchas
preguntas: ¿Qué está pasando con nuestros jóvenes?
El caso de este joven no es aislado. En Manizales, otra joven, estudiante de
medicina con calificaciones brillantes, también tomó la misma decisión. Dos
vidas llenas de promesas, dos historias truncadas que dejan a sus familias
destrozadas y buscando respuestas. La pregunta más repetida entre los padres:
¿En qué estamos fallando como sociedad?
La angustia y desesperanza que llevan a estos jóvenes a acortar sus vidas
reflejan un problema mucho más profundo. Según me contaba mi amigo, muchos
jóvenes no le ven sentido a la vida, sienten que sus sueños y proyectos carecen
de valor. En medio de tanta incertidumbre, muchos prefieren no continuar. Las
cifras respaldan esta tragedia: solo en los primeros seis meses de 2023, 42
personas se suicidaron en Risaralda, una cifra preocupante que sigue en aumento
(lapatria) (eldiario.com).
¿Qué está fallando? ¿Dónde están los psicólogos y psiquiatras? Los esfuerzos
para prevenir el suicidio, como la "Línea Emocional" en Pereira, son
importantes, pero no suficientes. El problema no se soluciona solo con
intervención médica; es un fenómeno social, cultural y político. Las presiones
económicas, la falta de oportunidades, la desconexión emocional y las
adicciones, junto con el auge de la tecnología enfermiza y las drogas, son
factores que parecen estar aplastando a nuestros jóvenes
Nos encontramos en una encrucijada como sociedad. Estos jóvenes, en quienes
depositamos nuestras esperanzas para un futuro más justo y sin corrupción, están
perdiendo su camino. Aquellos de nosotros que ya hemos cruzado la etapa de la
juventud sentimos una profunda tristeza e impotencia al ver cómo se destruyen
vidas por problemas tan graves como la depresión y la desesperanza.
Estamos viviendo en un mar socialmente negativo, tan devastador como las guerras
o las pandemias. La gran pregunta es: ¿Cómo vamos a salvar a nuestros jóvenes
antes de que sea demasiado tarde?
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DE AQUÍ Y DE ALLÁ
Por: Otoniel Parra Arias
alfanoticias.opar@gmail.com
LA PASIÓN POR EL FÚTBOL PROFESIONAL NO PUEDE
SEGUIR ALBERGANDO DELINCUENTES
Que triste
espectáculo el propiciado por los delincuentes supuestos hinchas de Nacional y
Junior cuando el partido llegaba ya al segundo tiempo en el estadio Atanasio
Girardot de Medellín.
Parecería de tiempos muy pretéritos, pero no; es la tenebrosa realidad actual
del fútbol profesional en Colombia, cuando el espectáculo se ha salido de las
manos de sus dirigentes y de las autoridades que deben responder por la vida y
honra de los ciudadanos honestos.
El fútbol como actividad masiva de gran impacto en la sociedad necesita de una
vigilancia especial para evitar que estos enemigos de la sociedad hagan de las
suyas cuando se les presenta la oportunidad.
Hay que reconocer que se necesitan medidas de urgencia como las tomadas en
Inglaterra, Argentina y otros países vetando el ingreso de quienes buscan es la
gresca sangrienta por cuestiones del color de una camiseta, por un escudo o una
expresión a favor del equipo contrario.
Estuvo bien y rápida la decisión del alcalde Federico Gutiérrez al denunciar en
un cartel a los promotores de estos desmanes, pero no es suficiente.
Aquí es donde formulamos la pregunta de siempre: ¿Dónde están los especialistas
y analistas de la problemática social para prevenir este tipo de actos
delincuenciales que se inician en la permisividad de las autoridades para que
supuestos hinchas ingresen armados a los estadios con intenciones depravadas?
En este caso los medios de TV, denunciaron cómo la policía en cumplimiento de
órdenes se tuvo que remitir al control en la periferia del estadio mientras en
las graderías unos pocos uniformados trataban de controlar a los revoltosos
incluso con peligro para ellos mismos.
Pero hay que buscar la raíz del problema y no a los frutos podridos caídos al
pie del árbol; me refiero a la necesidad de que la policía tenga un servicio
especializado para atender el fenómeno de la exacerbación de emociones y
potenciales acciones delictivas en los escenarios deportivos.
La necesidad también que los jerarcas del deporte, en especial del fútbol
profesional también tengan la sabiduría y decencia suficiente como para advertir
que no todo es mover millones de dólares en campañas publicitarias y en sueldos
inimaginables para sus estrellas, sino el velar por la gente común y corriente,
aquella que hace largas filas ilusionados en ingresar a un espectáculo fuera de
serie y no al potencial peligro para sus vidas.
Pero, ¿Cómo pueden
estos directivos criollos estar pendientes de estos detalles de vida de sus
millones de seguidores si ellos mismos adolecen de problemas graves como a veces
se dejan notar, tal el caso del directivo que en Estados Unidos casi fue a dar a
la cárcel por liarse a golpes con unos aficionados?
Se hace urgente una reingeniería moral y administrativa para evitar que sigan
ocurriendo incidentes como el de Medellín en el que la gente honesta es la carne
de cañón que tanto persiguen estos cobardes.
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