EDITORIAL
Colores plagiados
La vida no es sencilla. Incontables veces la vida y el períodico el
Imparcial ha mostrado que la vida no es fácil y mucho menos en un país como
Colombia, país en donde las necesidades básicas como la alimentación, la
seguridad y la salud son temas que simplemente son difíciles de alcanzar,
siempre tiene que existir un esfuerzo sobrehumano para obtener una pisca de
alguna de estas necesidades, no es romantizar la búsqueda de regular una
necesidad, es controlarla, es hablar más allá de lo bueno y lo malo, es percibir
el mundo tal cual es, en blanco y negro. Pero, nuestros ojos son los que nutren
de colores, intensidades todo aquello que percibimos, nuestros oídos encuentran
el sentido en las palabras, nuestra lengua aquello que queremos decir y el tacto
nos materializa aquello que luchamos por conseguir.
La vida no es sencilla, más no porque exista un nivel de complejidad en
el mundo, sino porque la realidad no tiene ninguna connotación, el mundo no nos
debe nada, ni mucho menos nosotros le debemos a él, de allí la posibilidad de
salirnos de cualquier imposición que la estructura nos impone se convierte en la
posibilidad de ser libres, y en esa libertad, en esa nada, es donde nuestra
mente hace que nuestros sentidos perciban y sientan lo que ellos desean, sin
categorías de bueno o malo universales, tan solo acontecimientos que acontecen a
este cuerpo y le preguntan a dónde quieren ir con ellos.
Es de esta manera como la vida cobra más valor, ya que el valor es lo que
colocamos nosotros, los puntos o las comas que decidimos colocar en esta gran
novela llamada vida, son la decisiones que generan bifurcaciones o solo nos
dejan en un camino desalmado de lo que el mundo nos dice que debemos ser.
En conclusión, para enfrentarnos a este mundo, a este país, primero
debemos entender sus colores, para así y sólo así, comenzar a mancharlo con los
nuestros. De ser esto posible, los discursos políticos caerán por su propio
peso, pues ya no habrá ideales que seguir, sino realidades que alcanzar desde lo
que tenemos, los paraísos litúrgicos se incendiarán y darán calor a aquellos que
lo necesiten, el orgullo y el ego, será un acto hilarante, y la empatía y el
amor serán un acto de respeto y valentía.
Una vez regulados los valores de la vida, la realidad aparecerá como el
gran Jabberwock, para descomponer cualquier tipo de sentido, obligando así al
sujeto a construir paso a paso, de forma real aquello que desea ver con sus
ojos, pero, con la claridad, que talvez no pueda alcanzarlo, pero sí sentar las
bases de lo que él reconoció en sí mismo como la libertad.
|
|
La mafia que
controla el establecimiento
Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
La gran mayoría de los ciudadanos
se acostumbraron a vivir bajo la dominación de una casta que decide
sobre los intereses del resto de los ciudadanos. Siempre fue así y
se ha considerado como una cosa normal en el diario vivir.
Hemos evolucionado intelectualmente y físicamente, ya no somos
primates que carecemos de la capacidad de raciocinio kantiano y
mucho menos ahora de la razonabilidad que planteó filosóficamente.
El poder que ejercen ciertos individuos sobre los demás seres no
nace de un derecho divino sino de una actuación humana montada en
una creencia religiosa para poder manipular a quienes carecen de la
habilidad de razonar y rechazar las pretensiones de quien se cree
con los derechos sobre los demás.
La palabra mafia nace en los albores del siglo 20 en Sicilia Italia
en medio de una guerra entre Estados y luego se transforma en una
organización privada de interés económico paralela al poder del
gobierno. Este concepto ha perdurado hasta nuestros días porque es
una simbiosis que es difícil eliminar por los miles de intereses
individuales que están en juego económico en ambas partes.
Hemos evolucionado biológicamente y somos más fuertes y resistentes
a las epidemias y a los ataques que entre ambos bandos se propinan.
Pero en el campo intelectual carecemos de decisiones ágiles que nos
permitan contrarrestar el manoseo que a diario nos hacen quienes
elegirnos y nos arrebatan bajo coerción nuestros derechos y
plusvalía que todos tenemos de nuestro trabajo.
Quienes manejan el establecimiento a nuestro nombre es una
organización interna, estilo magia, para poder quitarnos toda
nuestra productividad para que ellos puedan vivir a expensas de
nuestro trabajo.
Nadie se da por enterado de lo que está sucediendo, calla la gran
mayoría y los que tienen el poder de rebelarse se sienten
intimidados por el poder de coerción que ejercen quienes legislan y
administran la cosa pública
La sociedad tiene el poder porque ella es el gobierno, el
establecimiento, y quien vota y el que al final decide cual es el
verdadero camino a seguir. Pero el temor como sucede cuando la mafia
entre a cobrar por protección, todos pagan para no ser heridos,
encarcelados o multados por los cobradores del erario.
Si se continúa bajo este terror y la gente no asume su
responsabilidad, es como si el rebaño de ovejas fueran cuidadas por
lobos |
|
feroces que no dejan escapar
ningún nacimiento del que no puedan sacar provecho.
LEYES PARA LIMPIARSE EL
FUNDILLO
Crónica #977
Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.youtube.com/watch?v=i-e7maGGOHQ
La ley 1270 del 2009 le ha servido al gobierno nacional, a
los alcaldes y a los de la Dimayor y a los clubes de fútbol para limpiarse en
caso de escasez de papel higiénico.
Esta ley que pudo haber sido aplicada desde los tiempos de Santos y
Duque, y ahora por el presidente Petro, ni siquiera la voltean a mirar.
Ella fue redactada para crear la Comisión Nacional para la seguridad, la
comodidad y la convivencia en el fútbol, y adoptaba varias disposiciones al
respecto, pero no la conocen ni Peláez y De Francisco y muchos menos en el
ministerio del Deporte o en el escritorio del omnipotente Jaramillo de la
Dimayor.
En otras palabras, en Colombia tenemos las herramientas legales para
afrontar los problemas que se presentan, pero preferimos declararlos letra
muerta. Lo vivido una y otra vez en los últimos días con las barras del Cali en
su estadio de Palmaseca y la rebatiña sin nombre en el Atanasio Girardot entre
las barras del Nacional y del Junior no se previenen ni se evitan con
declaraciones amenazantes a lo Bukele como las de Fico el alcalde Medellín, que
eleva de categoría delincuencial a los gestores de la escandalera, ni con las
multicas chimbas que les impongan los de la comisión de disciplina de la Dimayor
ni con las suspensiones de los estadios ni mucho menos con poner a jugar a los
equipos con los estadios vacíos.
Si se lee bien la ley y la aplican, la propuesta de Guillermo Santos en
su columna de El Tiempo, del uso de cámaras inteligentes en los estadios o las
que propuso hace varios años el representante Mauricio Parody de censar a todas
y cada una de las barras, podría abrir el camino para encontrar la solución.
Pero si continúan con las medidas paternalistas de los clubes de apoyar
económicamente a las barras y de patrocinarles desplazamientos y baretos, van a
terminar como los ricos de Cali que creen todavía que repartiendo mercados en
Siloé pueden atajar otro estallido social.
El Porce, octubre 3 del 2024
|