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y juntos recorrieron ciudades como Manizales, Armenia e
Ibagué. A lo largo de su carrera, Fabio, bajo el nombre artístico de "Gigio",
pisó más de 34 carpas de circo. "No era fácil", confiesa Fabio, "pero ser payaso
ha sido lo que más he amado en mi vida".
Hoy, con 79 años, Gigio sigue activo, animando fiestas y haciendo magia. Aunque
el papel de los payasos ha cambiado con el tiempo, y ya no son siempre el centro
de atención en las celebraciones como antes, Fabio sigue recibiendo llamadas
para alegrar los eventos. "A pesar de que ya no es como antes, aún tengo la
fortuna de que me llamen", comenta con una sonrisa.
Fabio también trabajó durante 13 años en la empresa Fantasías Nueva York, donde
hacía publicidad, aunque nunca estuvo asegurado. Esa falta de seguridad laboral
lo dejó sin una pensión, pero eso no ha detenido su espíritu. "Sigo animando
fiestas, haciendo publicidad y magia", explica, "aunque tenga días difíciles,
siempre consigo algo para seguir adelante".
Cuando se le pregunta sobre su retiro, Fabio suelta una carcajada: "¡Nunca! Ser
payaso es mi pasión, y también la forma en que me gano la vida". Para Gigio, el
payaso, ser artista es más que un trabajo; es una forma de vivir. "Al igual que
un cantante, un teatrero o un poeta, uno vive para ser arte y muere siendo
artista", concluye con orgullo.
Para aquellos que aún buscan un poco de esa magia y alegría que solo un payaso
puede ofrecer, Fabio sigue disponible. Si quieren contratarlo, pueden llamarlo
al número 3182563715. Porque, al final, como él mismo lo dice, "ser payaso es
serlo toda la vida".
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La vida no siempre comienza en una escuela, ni entre las paredes de
una casa. A veces, los caminos que elegimos se desvían de lo
esperado. Algunos pasan su tiempo preparándose para enfrentar una
vida llena de dulzuras y sinsabores. Para otros, como Fabio Sifuente
Soto, la vida sigue su curso, pero con una búsqueda constante de
algo más. Algo que hiciera más fácil la vida dura del campo, que en
Colombia, como bien sabemos, siempre ha sido complicada.
Fabio creció en las montañas de Caicedonia, Valle del Cauca, donde
desde muy joven trabajaba en las arduas labores del café. A sus 17
años, se enfrentaba al reto diario de ganarse la vida en tierras que
no siempre eran suyas, y cuando lo eran, las preocupaciones no se
disipaban. Mantener la tierra, que todo estuviera bien, que la
cosecha no fallara... esas eran las preocupaciones que rondaban su
mente. Pero, un día, algo distinto se cruzó en su camino.
Después de una larga jornada recogiendo café, Fabio vio un circo.
Ahí, en medio del cansancio y el sudor, algo cambió en su corazón.
El brillo de las luces, los colores de los trajes, la risa
incontrolable de los payasos… todo lo hizo soñar. "Esa vida
fantástica de los artistas me llenó de ilusión", recuerda. Los
payasos, con sus vestidos mágicos y sus bromas espontáneas, le
provocaron una risa tan profunda que acabó llorando de felicidad. En
ese momento, se olvidó de todo: de su trabajo, de su ropa vieja, de
las preocupaciones del campo. Fue amor a primera
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vista.
Al día siguiente, regresó al circo, pero esta vez, con la ropa limpia y una
determinación firme. Se sentó entre el público, lleno de ilusión. En su mente,
ya se veía viajando a lugares desconocidos, viviendo esa vida que parecía tan
lejana. Entonces, tomó una decisión: se acercó al dueño del circo. "Buenas
tardes, señor", dijo con una mezcla de temor y esperanza, "¿necesita artistas?".
El hombre lo miró con curiosidad y le preguntó cuantos años tiene y qué sabía
hacer. Fabio, con una voz vacilante pero segura de su destino, respondió: 17
años "Soy payaso". El dueño no le creyó de inmediato, pero decidió darle una
oportunidad.
Así comenzó su vida como payaso. Con un pantalón común y corriente, Fabio
improvisó su primer traje de payaso. Se unió al circo Frances Multicolor,
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