Pereira, Colombia - Edición: 13.356-936

Fecha: Martes 29-10-2024

 

 COLUMNISTA

 

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¿Hacia dónde va la poesía?

Por: Jotamario Arbeláez

 

¿Qué hacia dónde va la poesía, me preguntas tú, María Angélica, y hacia dónde van los poetas, si es que van a la misma parte? Pues hacia donde nos inviten, querida, por eso estamos aquí. En la sala doctor Angélico de la Universidad Santo Tomás, en el V Congreso Internacional de Literatura Iberoamericana, sentados a la mesa con el amado y aclamado poeta Giovanni Quessep, cantor de Claudia.

Antes la poesía iba en pos del amor, de la mujer, de la divinidad de la vida, de la naturaleza, de la muerte y de la naturaleza muerta. A veces se aliaba con la protesta por las injusticias, inequidades e iniquidades sociales y hay que reconocer que a esas reclamaciones panfletarias nunca nadie les
hizo mayor caso. La poesía me ha movido de aquí a la China, y en los bosques de la

 

 

 

China me he encontrado con Li Tai Pé y con la chinita que se perdió. Y nos perdimos los tres. Y a los tres nos quedó gustando. La chinita está buscando matricularse en la Universidad Nacional. Me llevó también a la India, a platicar con Tagore en su casa de Calcuta. Y me ha llevado por las mesas del mundo donde se hace lugar para ella, para darle la oportunidad de que se desnude en los ojos de públicos expectantes.

 

Ya quisiera yo saber para dónde va la poesía, para saber para dónde me voy con ella. Porque no es el poeta el que la conduce, es la poesía quien lo arrastra. Hay poetas que quieren que la poesía vaya por donde va él. Y se empeñan en que los poetas jóvenes se deslicen por su sendero, cómodamente montados en su lexicón.

Cuando la poesía obedece, más que a las influencias que en algo marcan, a las experiencias de cada cual, a lo que comió en la infancia, a la música que le dieron de oír, a los dolores y dichas que le atenazaron o acariciaron, a las dolencias que padeció. Y hacia donde enfoque la mira, ya sea con
alegría o con ira. Más que señalar hacia dónde va la poesía habría que detenerse en buscar dónde se encuentra, porque a veces se pierde, la esconden o se camufla. Y mirar

 

 

 

 

si responde al momento y al sitio donde está parada.

Yo sospecho que en este momento en Colombia la poesía debe posarse sobre el arbusto de la paz y que con su canto lo hará crecer. Canto que no sólo ha de servir de abono sino de espantapájaros contra los buitres que no faltan en su búsqueda de carroña. Quienes a lo largo de su vida emplearon el poema para expresar su dolor y su protesta contra un pasar aberrante, pueden ahora solazarse en cantar la esmeraldina esperanza.

Expresó Lautreamont que la poesía debería ser escrita por todos. Pero todos han estado muy ocupados en conseguir el pan o buscar refugio para escapar de las balas. Ahora que habrá menos balas es deseable que haya más pan. Y con ello más papel para que cada cual escriba su sentir de resurrección. Al fin y al cabo el destino del poeta, así cultive la tristeza para escribir mejores poemas, es dejar en su obra un viva la vida. Porque la vida merece vivirse, y más aun cuando ya nos estamos curando del espanto de la guerra.

Quedan otros espantos de carne y hueso. Pero ellos serán barridos por los propios vientos de su amargura.

 

 

 

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