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Pereira, Colombia - Edición: 13.362-942 Fecha: Sábado 09-11-2024 |
COLUMNISTAS |
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Contratiempo
Por: Jotamario Arbeláez
Álvaro Barrios y Teresita Gómez
Bienaventurada la generación en la que me tocó desenvolverme desde que asumí el uso de la sinrazón en el arte y la poesía y el comportamiento desacompasado en los albores de la sesentena. Generación es algo muy amplio que comprende tendencias varias, por eso nos constituimos en un clan algo 96clandestino que pretendió rearmar el mundo que le había quedado mal hecho al creador y a los formuladores de sistemas sociales y religiosos. A puro pulso y sólo con la fuerza de la palabra categórica cargada con las balas de la protesta. Sobrevivimos a las incomprensiones del siglo pasado incorporados dentro de las variantes de la demencia por haber esbozado entre otras propuestas el arte feo y la poesía descomprometida como el amor. Aparte de Malmgren Restrepo de Medellín y de Kat y de Leandro Velasco de Cali, que fueron nuestros iniciales paradigmas en la pintura, aparecieron tres monstruos que en su veintena fueron bendecidos por la papisa de la crítica Marta Traba: Norman Mejía, Pedro Alcántara y Álvaro Barrios. Hoy ya no están Marta, ni Norman, ni Kat que desapareció sin consagración, ni Leandro ni Malmgren a
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quienes se los tragó Nueva York hasta que encontremos cómo recuperarlos.
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participantes en el Elogio de la Hospitalidad, fue la muy amada y admirada por multitudes Teresita Gómez, quien se lució con un recital de piano en el Centro de Acción Social por la Música, que dejó pasmados de asombro a los asistentes. La he escrutado y evocado en el libro con su nombre que escribió Beatriz Helena Robledo sobre su andar y sus pesadumbres, pero también sobre cómo se encumbró a gran estrella. Y refiere sobre su encuentro con los nadaístas en la cafería Versalles de Medellín, donde intimó sobre todo con Gonzalo Arango y el Negro Billy, cantante, con quien hizo un primer concierto de Negro Spirituals. Aunque no era nadaísta declarada sí nadaba con nosotros en el enfrentamiento a una sociedad que nos rechazaba, y en especial a ella por el color de su frente. La historia de su vida devino en leyenda. Vulnerada, humillada, menospreciada, merced a su arte de pianista ha logrado ser el orgullo de Colombia, como lo ha logrado el otro morenazo con su pintura, aunque éste desde siempre fue valorado.
No veía a Teresita desde 1984, cuando participamos en el Encuentro Colombiano de Arte y Poesía organizado por Ovidio Gómez. Ella venía de Berlín ataviada como una princesa pues ocupaba el cargo de Agregada cultural de la embajada en reconocimiento a su arte del presidente Belisario. Fue la ocasión para hacer los brindis con el cuerpo y con el alma en celebración de la vida.
Qué belleza es el reencuentro con las personas amadas.
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