EDITORIAL
Autonomía en Colombia
La autonomía regional en
Colombia, más que un concepto administrativo, es una necesidad histórica y
práctica. El país, dividido en seis grandes regiones y subdividido en 19
regiones socio-culturales, enfrenta un desafío constante: equilibrar la gestión
local con los intereses nacionales sin socavar el desarrollo de las comunidades
más pequeñas y menos representadas.
Los artículos 287 y 311 de la Constitución Nacional son un reconocimiento de la
importancia de la autonomía municipal. Estos marcos legales establecen que los
municipios pueden gobernarse, administrar sus recursos y participar en las
rentas nacionales, buscando que las decisiones locales respondan a las
necesidades reales de sus habitantes. Sin embargo, la práctica muestra un
escenario diferente: la centralización del poder y la desigualdad en la
representación siguen afectando la capacidad de los municipios y provincias de
influir en el desarrollo regional.
Uno de los mayores retos de la
autonomía regional es la elección de los gobernadores y la representación en las
asambleas departamentales. Actualmente, las provincias más pobladas imponen sus
intereses, lo que deja a las regiones más pequeñas y a menudo menos favorecidas
en una posición de desventaja. Esto perpetúa un ciclo en el que las áreas
rurales y de menor población ven sus prioridades relegadas frente a los
intereses urbanos y económicos de las zonas metropolitanas.
La propuesta de que cada provincia cuente con al menos un diputado en la
asamblea departamental es una solución que apunta hacia una mayor equidad en la
participación política. Con la implementación de círculos provinciales de
elección, se garantizaría que todas las regiones, sin importar su tamaño o
población, tuvieran voz y voto en la toma de decisiones departamentales. Este
cambio permitiría que los diputados no solo representen los intereses de las
provincias más grandes, sino también los de aquellas que prestan servicios
ecosistémicos cruciales y contribuyen al equilibrio ambiental del país.
La baja ejecución de los
ingresos nacionales también está vinculada a la limitada representación de las
regiones en la política participativa. Funcionarios que no conocen de primera
mano las realidades de los municipios tienden a aplicar medidas restrictivas y a
complicar la viabilización de proyectos locales, usando controles fiscales como
escudo. Esta falta de sensibilidad regional provoca que los fondos y recursos no
lleguen oportunamente, afectando el desarrollo social y económico de los
territorios más vulnerables.
En resumen, fortalecer la autonomía regional implica reformar el sistema de
representación y fomentar un modelo en el que las decisiones se tomen con un
verdadero conocimiento de las necesidades locales. Solo así, Colombia podrá
aspirar a un desarrollo equilibrado y justo que respete la diversidad de su
territorio y brinde oportunidades a todas sus regiones.
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Derechos
Humanos y responsabilidad
Por: Guillermo
Navarrete Hernandez
La responsabilidad
es un vocablo que se suele utilizar para determinar el grado de
cumplimiento de un individuo u organización acerca de los
compromisos, deberes, obligaciones adquiridas y de garantizar la
satisfacción de necesidades de personas que hacen parte de su
entorno. Su origen puede ser explícito por relaciones contractuales
o legales o implícito derivado de costumbres, valores o principios.
Implica asumir las consecuencias de los actos que se cometan, pero
también la capacidad de discernir sobre lo justo e injusto, de crear
condiciones de bienestar o de dañar al tomar decisiones. Es, en la
práctica, una restricción propia o impuesta por el entorno de la
libertad.
Sócrates a partir de su máxima “es mejor sufrir una injusticia que
cometerla”, abre la polémica acerca de sí es mejor infligirse
menoscabo, lo que de por sí es una injusticia, o evitar el
sufrimiento de otra persona. Este filósofo griego que aceptó su
muerte antes que renegar de sus ideas, representa la coherencia
frente a sus convicciones, tanto personales como de la solidez de
las instituciones democráticas helenas. Paradoja que valdría la pena
plantearle a políticos, dirigentes o personas en general que
anteponen sus intereses personales sobre los de sus congéneres, en
especial cuando con dicha actitud generan daño y sufrimiento.
Según Immanuel Kant, la responsabilidad, como imperativo ético, es
una virtud que poseen los seres humanos para acometer conductas que
puedan ser aceptadas por los demás integrantes de la sociedad.
Posturas que se constituyen en la posibilidad que tienen las
personas de aceptar las reglas morales o legales por injustas que
parezcan.
Junto a la responsabilidad, está la culpa (de la que me ocuparé en
otro escrito), sentimiento de dolor que padece el ser mismo al
percibir que este es justo o merecido cuando comete una falta y que
puede conducir al reconocimiento de esta y su resarcimiento, pero
que también puede afectar negativamente el bienestar emocional de
las personas. Responsabilidad y culpa han sido objeto de desarrollos
normativos desde tiempos inmemoriales, precisamente para garantizar
la libertad, la dignidad, la convivencia y la resolución de
conflictos, aspectos centrales de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos, promulgada en 1948, después de los atroces hechos
acaecidos durante la Segunda Guerra Mundial y de los juicios de
Núremberg en contra de los dirigentes Nazis, perpetradores de
delitos contra la humanidad.
Deviene desde dicho ámbito, la responsabilidad estatal referida a la
obligación de respetar, proteger y promocionar los derechos humanos,
lo que implica la adopción de normas, políticas y medidas que
garanticen su pleno goce, así como su cumplimiento en todos los
órdenes. Por eso, los procesos de divulgación y formación en esta
materia se convierten en determinantes, no solo para que
los servidores y contratistas y la población en general, apropien su
conocimiento y la
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generación de conciencia sobre los deberes individuales y colectivos aplicados.
En términos de conflicto armado, la responsabilidad se extiende al respeto por
las normas del Derecho Internacional Humanitario y por ende a evitar la comisión
de delitos de lesa humanidad o crímenes de guerra tipificados por el Estatuto de
Roma adoptado en el año el 1998 y que para Colombia entró en vigor a partir del
1° de noviembre de 1992.
NADA ES IMPOSIBLE
Crónica 1004
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio: https://youtu.be/-TMVEY4B-Wo
En este país, antaño consagrado al Corazón de Jesús, sucede hasta lo imposible.
Y aunque son muchas las cosas que pasan, algunas se recuerdan al menos por las
siguientes 24 horas, así no salgan en la redes sin depuración.
Que el canciller de Petro, el venerable Alvaro Leiva, haya resbalado a su edad
provecta y termine destituido por no haber aprendido a distinguir entre buenos y
malos al final de su productiva vida de negociador de las guerras, es imposible,
pero sucedió.
Que en La Guajira llueva a cántaros donde siempre ha hecho falta el agua, era
imposible cuando los robagallinas alfiles de Petro usaron los carrotanques para
rellenarlos de billetes, pero está sucediendo.
Que los Gillinsky, habilísimos manejadores de dineros ajenos hayan resbalado por
no distinguir con su Metrobank entre billetes fríos y billetes calientes, no se
lo cree ni Vicky Dávila.
Que sean las autodefensas de la Sierra las que nos manden videos declarándose
perseguidores de los ejércitos gaitanistas es tan imposible de creer como que la
Policía y los medios pautados por el Estado, pero instruidos por los gringos,
dejen de llamarlos dizque Clan del Golfo.
Que el volcán de lodo de Los Aburridos se salte la normatividad geológica que
Makario y sus asesores decretan desde el púlpito vulcanológico y en vez de
explotar con solo barro primero haya vomitado fuego, como lo muestra uno de los
videos al instante, dizque es tan imposible como que el cerro de Monserrate sea
un volcán apagado.
Mientras tanto el gobernante insiste en afrijolarnos otra reforma tributaria
para acabar de joder más el bolsillo de los colombianos aunque, al mismo tiempo,
expidan un decreto reduciendo en casi 40 billones el presupuesto actual.
Y como poco o nada interesa ya la crónica social, nadie ha revivido la
investigación que hizo hace unos años La Tabares en El Tiempo contándonos que la
esposa del nuevo Secretario de Estado de Trump está casado con Jeanette
Dousdebés Giraldo, de pura sangre militar colombiana.
El Porce, noviembre 14 del 2024
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