Fundado el 9 julio de 1948 -

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur Klemath Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

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EDITORIAL

 

Pereira, Colombia - Edición: 13.367-947

Fecha: Domingo 18-11-2024

 

EDITORIAL

 

El juego ideal


¿Podríamos afirmar una verdad última? ¿Reglas apodícticas? Tal vez en la naturaleza, pero nunca en la naturaleza humana. Una y otra vez la historia ha decidido delimitar la naturaleza del ser humano, del hombre incluso del sujeto: siempre atribuyéndole adjetivos que sólo en condiciones ideales podría llegar a desarrollar. El ser humano debe ser virtuoso, bondadoso, humilde, etc… ¿¡Virtuoso en cuanto a qué, a qué tipo de esencia mística definida por un ente muchísimo más dudoso que la misma esencia!? siempre dirigiéndonos, obligándonos a seguir un camino, unas reglas, un cierto tipo de lógicas, de las cuales desconocemos sus orígenes ¿Cómo no estar tan cansados? ¿Cómo no tener una vida agotada, si vivimos la nuestra y la que los otros dicen que debemos tener?

Un ser humano: agotado, enfermo, frustrado es el resultado de la imposición de reglas que no logran encontrarse con la multiplicidad de lo que el propio ser humano es. El ser humano, no es simple, el hombre o el sujeto, es un cuerpo cargado por toda su historia, sus vivencias, es complejo; pero, muy pocas veces toda la experiencia del ser humano logra manifestarse en su totalidad en una sola expresión: nunca eres siempre astuto, nunca un idiota por completo o sólo alegre, siempre eres múltiple. Más ¿Cómo afirmar nuestra multiplicidad en cada expresión de la vida? ¿Cómo evitar morir? ¿Cómo pensarnos lo impensable?

No existe una sola verdad sobre el humano que podamos afirmar en su totalidad. Desprenderse de la idea egocentrista de poder obtener una verdad última, nos obligará a ver la vida con jovialidad, desentendernos de lógicas culturales y crear nuestros propios esquemas de pensamiento, sólo dejarán una visión del mundo jovial, una en donde la vida es un juego donde las reglas cambian constantemente.

Nuestra vida se desarrolla sin límites. Después de todo porque tendríamos que agruparnos, delimitarnos y encasillarnos en un sólo modelo de pensamiento, un modelo definido de respuestas ya prediseñadas, en busca de ganarnos el título de “buen ciudadano” “buen humano” etc… ¿Por qué no abandonamos las gradas del mundo y nos unimos a él?

No es acaso Husserl el que afirmaba la necesidad de ir a las cosas mismas, a lo que el post- estructuralismo luego afirmará la necesidad de de-construir cada uno de los conceptos que utilizamos, pero, que en la gran mayoría de los casos desconocemos, porque no volver nuestra vida, una cuestión propia, que cada concepto, experiencia o persona que juegue con nosotros el juego de la vida se le quede una pequeña parte nuestra, que cada verbo desarrollado tenga en su inscripción nuestro nombre.

¿Por qué no atrevernos a deconstruir lo ya construido, destruir los edificios que nos impiden percibir la forma más clara del ser humano, es decir, aquello que nos impide vernos y reconocernos como una multiplicidad que incluso nosotros desconocemos o simplemente una multiplicidad libre, que se mueve en el mundo jugando, apostando, gritando con furia ¡viva lo múltiple! explotando en cada uno de los acontecimientos a los cuales sólo le queda acaecer, no sería esto el juego ideal o en palabras más claras, una manifestación precisa del gran juego llamado vida.

 

 

 

Si el campo no es rentable es que el estado está en las manos equivocadas

 

 

Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com


África ha vivido las hambrunas más crueles en la historia de la humanidad. En Biafra murieron más de un millón de habitantes entre 1967 y 1970 de hambre. Este fenómeno ha perseguido a muchos países por guerras y descontrol de la agricultura. A pesar que existen organizaciones que proveen de comida a países cuando ésta escasea, no es suficiente.

Las personas que han vivido con lo básico y otras veces simplemente subsistiendo saben que es estar en hambruna. Hoy hay millones de colombianos que viven bajo esa colcha y que no pueden hacer nada porque el sistema carece de esa habilidad para mantener su sociedad libre de este flagelo.

No todo tiene la habilidad de poder moverse sobre arenas movedizas y salir adelante cuando la corrupción devora hasta el papel higiénico de los inodoros.

Cada día sale el sol y a todos ilumina, pero la luz solar es buena pero también mata. De igual manera funcionan los empleados públicos si entienden sus deberes y obligaciones. Pero los que están arriba filtran la luz dejando al resto en manos a que sobrevivan con lo que pueden utilizar.

Colombia ha sido un país de campesinos desde sus principios porque quienes comandaban así manejaron el país. Carlos Lleras Restrepo siempre dijo que los colombianos eran del campo aunque él quería hacer de la nación un Japón tropical.

Aisladamente muchos personajes han querido sacar al país adelante con su ingenio tecnológico y han tenido que emigrar porque quienes manejan la cosa pública son incapaces de acercarse y por lo menos merodear y empaparse de esa magia que encierra la ciencia y la tecnología. El dinero fácil es el que más se acerca a ellos, pero al final no es como lo pintan y es más peligroso que una cámara de gas.

Saber combinar el campo con la tecnología se verían los provechos, es simplemente colocar a las personas adecuadas para elaborar esquemas y proyectos que llenen los requisitos que el mundo demanda.

El nuevo gobierno busca crear impuestos, pero no piensa en regalías sobre la producción que sale al exterior y la transformación de la materia prima en bienes de consumo que se pueden exportar para crear una economía fuerte sin desangrar al ciudadano.

Colombia tiene tanta tierra, y solo piensan en expropiar. Pero no piensan en una macro industria agrícola que reúna a todos 

 

 

 

los  finqueros y los vaya ubicando en sus quehaceres propios y así cada producto pueda manejarse por agrupaciones, asociaciones, cooperativas o entidades de socios que ellos mismos las administran con autonomía. Si ellos no pueden administrar sus bienes, ya que son los mayores interesados para que las cosas funcionen bien, todo será un fracaso.

El finquero necesita oxigenarse para que 
sus productos alcancen todos los sitios en  el mercado nacional e internacional.

 

QUÉ LEE GARDEAZÁBAL

Gustavo Alvarez Gardeazábal

EL GENERAL JULIÁN TRUJILLO
De Alonso Valencia Llano
Editado por Academia Colombiana de Historia

Audio
: https://youtu.be/dk_cKnBd_Xo


El general Julián Trujillo, quien fuera presidente de Colombia, es uno de los olvidados por la mala memoria nacional.

El huracán de Rafael Nuñez se llevó en su remolino el recuerdo de quien curiosamente sirvió de escalón al cartagenero para que llegara por primera vez a la presidencia.

Y aunque fue en su gobierno de 1880 cuando se comenzó a hablar de la Regeneración como meta política, el trofeo nunca ha sido para él.

Su muerte en 1883, antes de la gesta constitucionalista de Núñez, ayudó más a su olvido. Para rescatarlo de esas penumbras, el agudo historiador Alonso Valencia Llano ha presentado un minucioso y muy aplaudible trabajo de recopilación y análisis de la gesta militar, política y jurídica de Julián Uribe Largacha, popayanejo de cuna y formación que bien podría haber sido una estupenda narración donde no se gastara páginas innecesarias para explicitar la teoría académica que lo lleva a adoptar un método biográfico en vez de otro, porque siembra el desánimo hasta en el más docto lector.

De su lectura, empero, quedamos enterados del accionar valiosísimo del desconocido General Trujillo como abogado, de su habilidad de mando y su capacidad administrativa como presidente de los Estados Soberanos del Cauca y de Antioquia, de su tino político cuando ejerció la presidencia capeando como torero andaluz esa caterva de oligarcas dañinos que fueron los liberales del Olimpo Radical y, en especial de sus dotes como comandante de los ejércitos que le encomendaron hasta salir victorioso sobre los conservadores en dos batallas definitorias del rumbo de Colombia: la de La Polonia en 1865 y la de Los Chancos en 1876, que a la postre resultó ser esta última la más cruenta de todas las batallas libradas en tierras colombianas y, coincidencialmente, ambas libradas en inmediaciones del río Tuluá.

Su perfil como partidario de Mosquera. O su decisiva actuación como liberal independiente para abrirle campo a Rafael Núñez no le alcanza a este libro para explicarnos porqué Trujillo terminó de pelea con el uno y con el otro y se ganó el remoquete de traidor con que la historia colombiana borra a los que ejercen la disrupción censurándolos eternamente antes que explicarles o interpretarles.

El Porce, noviembre 18 del 2024

 

 

Director
Zahur Klemath Zapata

Gerente
Laurie Agront

Gerente Operativo
Alba Lucia Arenas V.


Editor

Felipe Castro

 

   

Diagramación
María  Molina

 

Soporte Tecnológico
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Nadeem Khan

Jawaad Malik

 

Colaboradores

Jotamario Arbeláez
Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

 
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Gongpa Rabsel Rinpoché

Guillermo Navarrete Hernández
Iván Pulido

Teresa Pardo

Agustin Perozo
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