Pereira, Colombia - Edición: 13.419-999 Fecha: Martes 18-02-2025 |
COLUMNISTA |
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Carne de diablo para la familia
Por: Jotamario Arbeláez
Me cuidé en mi primera juventud de contraer matrimonio, como hizo la mayoría de mis amigos anarquistas, agnósticos y misógamos, por la sola razón de que las relaciones por ese tiempo eran más que efímeras, y la revancha de las mujeres con los maridos abiertos era no dejarles volver a ver a sus hijos, y menos si no sufragaban sus manutenciones.
Me tocó
ver al pobre de Darío Lemos escondido detrás de un poste para
atisbar a su hijo Boris bajando del bus y entrando al colegio, ese
chiquillo a quien había dedicado toda su tan deleznable como
perdurable obra poética. Y lo vi ser llevado a la brigada anti
secuestros donde sería torturado sobre una llanta por haber esperado
al niño a la salida del claustro para llevárselo a comer chocolates
en la finca del jíbaro, que también tenía su corazoncito.
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sentí capaz de
sugerir el aborto de semejante culicagada cuya matriz inauguraba, y en vez de
pedir su mano di el brazo a torcer, pero sólo el brazo. Ha toda una vida, ya
pagamos la casa, nació el varón, y aquí seguimos en idénticos arrumacos.
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Misión —que así se llama la secta— les preguntó que cómo sentían el condumio y ellos le contestaron, ingenuamente, que bueno. Pues ahora viene lo mejor, les dijo, les condujo a la olla, alzó la tapa, y vieron horrorizados cómo extraía de ella por los pelos una cabeza humeante. Ese día iban a culminar con el “plato fuerte”.
De alguna forma la señora logró llamar a su hermana, ésta avisó a la policía y aquesta —siguiendo rastros telefónicos— rescató a la familia, capturó a los sectarios, mas no al misterioso padrastro.
La pregunta es, ¿es verdad? ¿O será que la empuercada señora quiere ahora enlodar al postrer amante con un cuento chino de espantos para lograr el perdón del heroico titular? En caso tal que no alegue que, como éste no le pasaba billuyo para el bitute, eso la condujo, así fuera a la fuerza, a deglutir con sus polluelos carne de ser humano muerto con los adobos del infierno.
Que además de que se
le engullan a la mujer, ésta conduzca a la familia del pobre diablo a papear
carne humana en la caldera del colega, no tiene perdón de Dios, con perdón de
las feministas. Esto lo leí el día de la madre, y la madre que casi me vomito
sobre el periódico y sobre la epístola de San Pablo.
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