Fundado el 9 julio de 1948 -

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur Klemath Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

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EDITORIAL

 

Pereira, Colombia - Edición: 13.424-1004

Fecha: Jueves 27-02-2025

 

EDITORIAL

 

Delirio del fanático

 

La devoción por figuras públicas ha sido una constante en la historia. Desde tiempos inmemoriales, las masas han idolatrado a líderes, artistas y deportistas, atribuyéndoles un estatus casi místico e incluso divinos. Sin embargo, en la actualidad, este fenómeno parece haber alcanzado niveles insólitos, donde la línea entre la admiración y la irracionalidad se desdibuja con facilidad.

El coleccionismo de objetos relacionados con personalidades famosas no es algo nuevo. Desde prendas de vestir hasta autógrafos, los seguidores buscan aferrarse a cualquier vestigio de sus ídolos. Pero, ¿hasta dónde puede llegar esta devoción? Cuando un simple objeto cotidiano, sin valor intrínseco, se convierte en una mercancía de alto precio por el simple hecho de haber estado en contacto con una celebridad, el debate sobre los límites del fanatismo se hace necesario.

 

La cultura de la adoración extrema está alimentada por las redes sociales, donde cada movimiento de las figuras públicas es documentado y amplificado. Lo que antes era una admiración discreta se ha transformado en una competencia por demostrar quién es el seguidor más leal. Esta competencia ha llevado a situaciones tan surrealistas como la puja por objetos triviales, en una suerte de mercantilización del fanatismo.

No se trata de cuestionar la pasión por un artista o la emoción de compartir una conexión simbólica con ellos. El problema surge cuando esta devoción se convierte en una obsesión desmedida, donde el criterio y la racionalidad se ven desplazados por el fervor descontrolado. La idolatría extrema también abre la puerta a la explotación comercial de esta emocionalidad, con personas dispuestas a lucrarse vendiendo experiencias y objetos con un valor artificialmente inflado.

 

Es fundamental reflexionar sobre el impacto de estos comportamientos en la sociedad y en las nuevas generaciones. La cultura del fanatismo exacerbado no solo distorsiona la percepción de la realidad, sino que también puede fomentar actitudes poco saludables. Admirar a un artista, celebrar su legado y compartir su arte es una cosa; convertir su existencia en un objeto de culto, otra muy distinta.

En un mundo donde la línea entre lo simbólico y lo irracional se vuelve cada vez más delgada, quizá sea momento de preguntarnos: ¿es realmente necesario pagar por una conexión que, en esencia, debería ser emocional y no material?

 

 

 

 

Las preguntas salen sin respuestas

Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com

 

Desde que tengo conocimiento sobre la vida pública en Colombia, siendo muy pequeño escuche hablar de personajes siniestros que gobernaban el país. Eso fue en los años 50s. Era otra época donde reinaba la ignorancia popular y la gente creía en partidos políticos al igual que la religión.

La idiosincrasia de estas sociedades que habitan el continente están muy apegadas a las creencias religiosas y políticas, muy poco en el raciocinio intelectual que otras tienen y han logrado avanzar en su bienestar humano. Los jefes de los cultos son los orientadores y
manipuladores de las personas que carecen de independencia intelectual y buscan allí llenar ese vacío y funcionar como súbditos de ese epicentro de donde les absorbe y les alimenta el raciocinio elemental.

Una sociedad de élites es muy difícil que avance y se congregue como una empresa social y no de líderes. Mientras permanezca unida a un liderazgo no va a poder avanzar porque normalmente los líderes son psicópatas y son los dueños de lo existente sin que nadie se dé por aludido. Excepto los independientes, autónomos o empresarios.

Lo que está pasando en la actualidad es que ya está entronizado un líder que no tiene respeto por sí ni por la sociedad que lo ha elegido. Sus faltas de asistencia demuestran que hay algo enfermizo en él, algo que no está claro en su récord médico o de quienes manejan su agenda laboral. Él ha sido elegido para administrar un país y manejar los bienes de los colombianos, porque Colombia no es una monarquía donde se ha nombrado un gobernante.

En derecho existe un precepto, como se hace se deshace. De esta forma lo que quedó mal tejido se deshace para volverlo a tejer con mejores tejedoras. Esta ha sido la regla que se ha venido empleando en naciones donde la sociedad presiente que algo malo va a pasar o está pasando.

Colombia es un país pequeño, a pesar que tiene millones de habitantes y su economía es muy frágil. El dólar es una moneda fluctuante que depende de muchos movimientos económicos a nivel mundial para su estabilidad.

El peso colombiano podría ser una moneda dura si sus genios economistas supieran hacer lo que realmente se debe hacer. En Colombia hay más de dos trillones de dólares almacenados en millones de familias que los han ahorrado de sus trabajos secretos, pero están ahí, El gobierno americano lo sabe y está en silencio. Porque está usando ese dinero en su contabilidad para poder girar dinero respaldado en ese guardado.

 

 

 

Hay un mal manejo en la economía en este momento porque el líder está ausente y sus alfiles no saben dónde están parados.

No hay que asustarse, lo que hay que hacer es organizarse y trabajar para que el país se monte en los riles que realmente debe estar.

 

JALISCO
Crónica #1064

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

Audio: https://youtu.be/oCOteiR2CG8

 

Hoy hace 54 años, el 26 de febrero de 1971, el estudiante de la Universidad del Valle, Edgar Mejía Vargas, tulueño de nacimiento acudía a las dependencias del CDU, el centro Deportivo Universitario.

Era un connotado jugador de voleibol y como quizás no sabía perder, y siempre ganaba, lo bautizaron como “Jalisco”. Llevaba amarrados al cuello sus tenis.

En aquella época no se usaban sino para actividades deportivas, no para andar bien vestido y a cualquier hora, como es hoy en día. No se lo llamaban tenis, se creía que eran de caucho y en Colombia los fabricaba Croydon.

Mejía subía desde lo que después iba a ser el Parque Panamericano y cuando llegó a la esquina de los Rodriguez Caballero, en la esquina donde empezaba la vieja sede universitaria de San Fernando, una reverberamba de estudiantes salían como tromba huyendo de la tropa que los había desalojado del edificio de la rectoría donde Vicky, La Vietnamita, había dirigido la toma estudiantil dentro de la protesta contra las directivas universitarias por intentar imponer un decano tradicionalista para la facultad de Economía.

Jalisco se dejó chupar por la tromba estudiantil y con algunos pocos se fueron corriendo a buscar quizás el parque del Perro. Cuando paró de correr estaba frente a la casa de las hijas del poeta Ricardo Nieto, no llevaba sino sus tenis amarrados al cuello, como era de usanza entre deportistas.

Era su única arma. Él no había cogido una piedra pero las balas de la soldadesca se estrellaron contra él y le dieron muerte miserablemente.

Su cadáver lo heroificaron mientras a la berraca mujer que era La Vietnamita la inscribieron como paciente del Hospital Universitario. Sobre el desarrollo de esa historia que no se ha contado bien, circula por estos días mi novela El Titiritero, que publiqué en 1977.

A Jalisco lo honraron los primeros años cada 26 de febrero. Hoy no lo recuerdan sino mis lectores. A La Vietnamita la izquierda necesitaba olvidarla, siempre ha sido machista. Sobrevive en París.

El Porce, febrero 27 del 2025

 

Director
Zahur Klemath Zapata

Gerente
Laurie Agront

Gerente Operativo
Alba Lucia Arenas V.


Editor

Felipe Castro

 

   

Diagramación
María  Molina

 

Soporte Tecnológico
Aurooj Ali Khan

Nadeem Khan

Jawaad Malik

 

Colaboradores

Jotamario Arbeláez
Gustavo Álvarez Gardeazábal

Rubén Darío Varela Hurtado

 

 
Edgar Cabezas

Gongpa Rabsel Rinpoché

Guillermo Navarrete Hernández
Iván Pulido

Teresa Pardo

Agustin Perozo

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