Narrativas en juego

En el escenario geopolítico contemporáneo, las decisiones comerciales no solo afectan los precios en las estanterías o el volumen de exportaciones e importaciones; moldean percepciones, narrativas y, en muchos casos, los equilibrios de poder simbólico entre naciones. El uso de aranceles como herramienta de presión se ha convertido en un arma de doble filo que, lejos de reforzar el liderazgo de quien la empuña, puede acelerar una reconfiguración del prestigio internacional.

Al imponer medidas punitivas contra productos de origen extranjero, se busca proteger industrias nacionales y recuperar empleos. Pero, en la práctica, esta estrategia suele provocar disrupciones profundas tanto en la economía doméstica como en la percepción externa de quien las implementa. Las imágenes de emprendedores frustrados, la escasez de productos y el encarecimiento del costo de vida erosionan la narrativa del control y la soberanía productiva.

Mientras tanto, en el otro extremo del mundo, el país afectado por las sanciones parece aprovechar el embate para reforzar su imagen global. Ha aprendido a mostrarse moderno, resiliente y, en ciertos aspectos, admirable. La difusión de su tecnología, su infraestructura urbana y sus símbolos culturales se convierte en una diplomacia silenciosa, eficaz y difícil de contrarrestar. Las redes sociales, antes percibidas como simples plataformas de entretenimiento, ahora funcionan como canales de propaganda positiva, donde el ciudadano global encuentra una versión distinta, menos rígida y más cercana, de aquel país tradicionalmente estigmatizado.

Es paradójico, pero predecible: al cerrar las puertas del comercio, se abre la ventana del prestigio. Cuando se señala con el dedo, se corre el riesgo de evidenciar la propia fragilidad. En tiempos donde la narrativa lo es todo, el poder blando —esa capacidad de seducir sin imponer— parece estar encontrando un nuevo epicentro.

La realidad es más compleja que el relato simplista del bien contra el mal. Ningún país es enteramente víctima ni totalmente culpable. Pero cuando una potencia opta por levantar muros comerciales, mientras su contraparte se presenta como un modelo de eficiencia, modernidad e innovación, los espectadores del mundo toman nota. Tal vez no con entusiasmo, pero sí con una silenciosa reevaluación de quién lidera y quién reacciona.

El futuro no está en quien grita más fuerte, sino en quien logra proyectar estabilidad, adaptabilidad y visión. Y, por ahora, parece que el relato de quién encarna ese papel está empezando a cambiar.

Los miedos a perder lo poco que se tiene

Por: Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com

Colombia es un territorio de más de un millón trescientos mil kilómetros cuadrados en la actualidad. Se han desplumado otro tanto más grande de lo existente por el mal manejo de la cosa pública y nadie se conduele ni se avergüenza. Hoy unos separatistas antioqueños quieren pegarle otra mordida al inerte país.

La base mental del pueblo hispano-americano-colombiano se arrastra como el chichi del pato después de perseguir a la pata y coronarla, luego aletear como si todo estuviera consumado. Así viven la gran mayoría de ciudadanos que solo piensan en rebuscarse la comida del día a día sin que exista un futuro cercano. Jamás ha existido un futuro para los colombianos excepto para pagar la deuda externa que se acumula y que cada niño nace con ella en su partida de nacimiento.

La desconfianza entre cada uno alcanza para no mirarse a los ojos cuando se hablan, porque nadie confía en el vecino ni en la familia, este fenómeno viene por décadas, crece porque quienes manejan el establecimiento son más perversos que los mismos criminales que señala el Estado, por lo menos ellos se la rebuscan para alcanzar su propio estatus y compartir sus utilidades con quienes los apoyan y los rodean, hacen que su entorno florezca y haya comida servida en la mesa.

Colombia no es pobre, son pobres quienes administran y dilapidan el esfuerzo de todos. Jamás presentan un superávit económico de lo que el pueblo les entregó para que administren y así demostrar que sí saben manejar lo que el pueblo les confió.

El miedo a perderlo todo aflora a la piel porque no hay como confiar en quien está al frente de los bienes sociales. Simplemente gobiernan creyendo que gobernar es apropiarse de la cosa pública y que nada va a pasar porque no existe condenas eternas, ni la pena de muerte por delitos contra el bien común.

Huir no es la solución, tomar las armas es un error, enfrentarse al enemigo en solitario es un suicidio, tomar la justicia por nuestras manos es un acto criminal, denunciar es gritar a las piedras para que se muevan.

Mientras la sociedad no sea autónoma y libre no podrá establecer sus manuales de manejo de sus bienes y nombrar a sus administradores fuera de la democracia, porque esta es la generadora de la corrupción y el mal manejo. Si hay democracia habrá negociación entre bandidos para repartirse el país.

El miedo es el peor enemigo de una sociedad cuando se enfrenta a los administradores públicos.

PIPE Y ARMITAGE
Crónica #1095

Por: Gustavo Álvarez Gardeazábal

Audio: https://youtu.be/zzaRB266jbQ

Dos conocidos compatriotas que pretenden ser candidatos presidenciales el año entrante salieron a la arena política casi al mismo tiempo y ambos con tímidos tapujos.

El otrora Contralor General de la Nación, Pipe Córdoba, abrió plaza enviando desde el domingo comentarios a través del wasap y las redes e invitando a oírle sus planteamientos en la trasmisión de foros públicos.

El antiguo alcalde de Cali, Moris Armitage, nos hizo saber de sus intenciones al hacer público que le había vendido sus acciones en la revista Cambio a uno de sus socios, porque consideraba la posibilidad de ser candidato presidencial y un medio de comunicación como la mencionada revista dizque no puede albergar un accionista candidato.

Ninguno de los dos nos ha dicho directamente que se lanzan ni siquiera como precandidatos. Ambos han usado fórmulas indirectas, lo que no deja de ser una equivocada carta de presentación.

Armitage, disfrazado a su edad con una barba que lo desprestigia estéticamente, cree en su anacronismo que el tema central de su campaña debe ser la justicia salarial entre patronos y obreros.

Pipe, haciendo gala de lo que siempre ha hecho, el de generar consensos políticos para ser elegido, primero en la Auditoria y luego en la Contraloría, quiere evidentemente presentarse como el obelisco de unidad cuando los desencuadernados partidos políticos buscan un salvavidas que los defienda de la máquina de Petro y los suyos.

Los dos, empero, sufren de falta de reconocimiento nacional. Tienen entonces que conseguirse un balcón o montarse en la discusión pública de alguna de las continuas embarradas de Petro y usarlas como balsa para navegar sin hundirse o, de una vez comenzar, a montar la trinchera pero con energía.

Armitage tiene como financiarse, es un industrial. Pipe tiene que salir a recoger fondos porque una campaña así sea en tiempos de las IA, los algoritmos y las redes, se hace con plata en el bolsillo.

El Porce, abril 12 del 2025

 
Edgar Cabezas