Pereira, Colombia - Edición: 13.479-1059

Fecha: Sábado 03-05-2025

 

 TECNOLOGÍA

 

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Apple redefine su estrategia global para evitar aranceles de Trump

 

 

 

ensamblaje de productos tecnológicos de alta gama requiere una red compleja de proveedores, mano de obra calificada y costos competitivos, elementos que actualmente favorecen a Asia por encima de cualquier otro territorio. Si bien Apple comprometió una inversión de 500.000 millones de dólares en EE.UU., ese capital no garantiza una sustitución total de la capacidad productiva china.

En paralelo, la tensión entre China y Estados Unidos sigue siendo una fuente de incertidumbre global. El conflicto por el control tecnológico, especialmente en sectores como los semiconductores y chips de inteligencia artificial, ha llevado a la imposición de restricciones mutuas, afectando no solo a los gigantes tecnológicos sino también a las economías emergentes que dependen de la conectividad y el acceso a dispositivos asequibles.

En este contexto, América Latina podría convertirse en un terreno fértil para nuevas alianzas tecnológicas y para la instalación de centros de ensamblaje o distribución regional. Países como México o Brasil, con experiencia en manufactura y cercanía al mercado estadounidense, ya figuran en el radar de empresas como Tesla y Foxconn. Si Apple decidiera expandir su presencia industrial más allá de Asia, la región podría ser parte de esa ecuación, aunque aún es prematuro anticiparlo.

 

 

Mientras tanto, para el usuario promedio latinoamericano, la estrategia de Apple aún se siente lejana. Los dispositivos seguirán llegando, probablemente desde China, y los precios dependerán más de la economía local que de las decisiones tomadas en Cupertino o Washington. Sin embargo, el mensaje es claro: el mundo de la tecnología está reconfigurando sus cimientos y la geopolítica juega un papel central en esa transformación.

 

En una era donde la innovación parece ilimitada, las decisiones sobre dónde y cómo se fabrica un dispositivo pueden determinar quién accede a él y cuánto debe pagar. Apple, al igual que otras compañías, ya no puede darse el lujo de depender de un solo país. Su giro hacia India y Vietnam no es solo una respuesta a Trump, es una apuesta por la resiliencia en tiempos de incertidumbre.

¿Estará América Latina lista para adaptarse a esta nueva era tecnológica? ¿Será una simple espectadora o un actor relevante en el rediseño del mapa industrial digital? El tiempo —y el próximo iPhone— lo dirán.

 

En una jugada sin precedentes, Apple anunció que trasladará la producción de la mayoría de los iPhones y otros dispositivos vendidos en Estados Unidos desde China hacia India y Vietnam. La medida busca contrarrestar los efectos de los aranceles impuestos por el expresidente Donald Trump a los productos chinos, los cuales alcanzan el 145 % y amenazan con elevar de forma significativa los precios de la tecnología de consumo más popular del mundo. El anuncio de la compañía marca un giro histórico en su cadena de suministro y plantea nuevas preguntas sobre el futuro de la industria, el impacto en los precios globales y, especialmente, en el bolsillo de los consumidores latinoamericanos.

La decisión de Apple responde a una presión cada vez más intensa por parte de la administración Trump, que busca reducir la dependencia tecnológica de Estados Unidos respecto a China. Aunque se estableció una exención temporal de los aranceles para productos electrónicos, como teléfonos inteligentes y portátiles, la amenaza persiste y los costos adicionales ya están teniendo consecuencias en la planificación operativa de las grandes empresas. Apple no ha sido la excepción.

 

 

Según Tim Cook, director ejecutivo de Apple, a partir del segundo trimestre del año, la mayoría de los iPhones vendidos en territorio estadounidense tendrán origen en India, mientras que productos como iPads, Mac, Apple Watch y AirPods vendrán de Vietnam. Aunque la compañía aún mantendrá parte importante de su producción en China, especialmente para los dispositivos destinados a América Latina y otros mercados, este es un movimiento que refleja la urgencia de diversificar las cadenas de suministro globales.

No es un giro sencillo. La dependencia de Apple respecto a China ha sido profunda durante más de una década. Hasta el 80 % de los iPhones vendidos en EE.UU. se ensamblaban en fábricas chinas, muchas de ellas operadas por Foxconn, el principal proveedor de la compañía. Reubicar esa maquinaria industrial a otras latitudes no es solo una decisión estratégica, sino una inversión gigantesca. Los cálculos estiman que trasladar el 10 % de la cadena de suministro de Apple desde Asia hacia EE.UU. requeriría al menos tres años y unos 30.000 millones de dólares. En comparación, mover parte de esa carga hacia India o Vietnam es más económico, pero no por ello sencillo.

 

Cook ha sido cauteloso en sus declaraciones, asegurando que China

 

 

seguirá siendo el principal proveedor para los mercados fuera de EE.UU., incluyendo América Latina. Esto implica que, por el momento, los consumidores latinoamericanos no se verán directamente afectados por los aranceles estadounidenses. Pero esto no significa que la región esté completamente ajena a las consecuencias de este cambio estructural.

En América Latina, donde Apple representa apenas el 8 % del mercado de smartphones, la mayor parte de los consumidores opta por dispositivos más económicos. Competidores como Samsung, Xiaomi, Motorola, y marcas emergentes como Itel, Infinix o Tecno, dominan con ofertas asequibles y funcionales. Aun así, el iPhone continúa siendo un símbolo de estatus y tecnología de punta. El precio, sin embargo, ya es un factor crítico.

Un iPhone 16 Pro Max, por ejemplo, puede costar más de 2.900 dólares en Argentina, mientras que en Costa Rica ronda los 1.300. Esta gran diferencia se debe a factores como los impuestos locales, los márgenes de los distribuidores y la volatilidad de las monedas regionales. En cualquier caso, la llegada de dispositivos fabricados fuera de China podría tener implicaciones futuras en los precios, especialmente si el traslado productivo genera escasez, retrasos o cambios en la logística global.

De hecho, si Apple decidiera eventualmente aplicar una política más uniforme y reducir su dependencia de China también para el mercado latinoamericano, podría replicar los sobrecostos logísticos que enfrenta en EE.UU. o incluso repercutir en nuevas estrategias de comercialización, como la exigencia de contratos más largos con operadoras, al estilo estadounidense. En Estados Unidos, ya se explora la posibilidad de contratos de cinco años para facilitar el pago de dispositivos más costosos, algo que recuerda más a una hipoteca que a un plan telefónico tradicional.

 

Pero ¿es realmente viable fabricar iPhones en Estados Unidos, como lo ha sugerido el presidente Trump? Los expertos coinciden en que no, al menos no en el corto plazo. El

 

 

 

 

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