Pereira, Colombia - Edición: 13.483-1063

Fecha: Jueves 08-05-2025

 

 TECNOLOGÍA

 

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OpenAI da marcha atrás a su plan empresarial tras ola de críticas y presión legal

 

 

 

Desde la oficina del fiscal general de California, Elissa Perez confirmó que están revisando el nuevo plan a fondo. En paralelo, la fiscal general de Delaware, Kathy Jennings, manifestó su alivio por el aparente cambio de rumbo, pero dejó claro que su aprobación dependerá del cumplimiento estricto de la legislación estatal y del respeto al propósito benéfico de la organización.

Una pieza clave en este rompecabezas es Microsoft. El gigante tecnológico no solo es el principal patrocinador de OpenAI, sino que, según reveló The Wall Street Journal, tiene poder de veto sobre cualquier reestructuración interna. Curiosamente, Microsoft ha estado desarrollando su propia división de inteligencia artificial, lo que sugiere que la empresa busca reducir su dependencia de OpenAI mientras se prepara para competir incluso con su socio estratégico.

 

Desde el interior de la empresa, el mensaje también ha sido claro. “OpenAI no es una empresa normal y nunca lo será”, escribió Sam Altman, CEO de la organización, en un correo interno a sus empleados. Altman, cuya figura ha estado en el centro de la tormenta desde su polémico despido y posterior restitución en 2023, intenta con esta frase reafirmar la singularidad del proyecto: uno que nació con un propósito mayor y que debe evitar perderse en la lógica tradicional del capital.

 

 

Los próximos meses serán cruciales para determinar si OpenAI logra consolidar esta nueva estructura sin caer nuevamente en contradicciones. La transición hacia una PBC con control benéfico podría ser vista como un modelo híbrido, capaz de ofrecer lo mejor de ambos mundos: impacto social y sostenibilidad financiera. Pero ese equilibrio es delicado, especialmente en un entorno donde las promesas éticas a menudo se ven eclipsadas por las cifras de inversión y el apetito del mercado.

Por ahora, la comunidad tecnológica y la sociedad civil observan con atención. OpenAI ha escrito un nuevo capítulo en su historia, uno que podría redefinir no solo su destino, sino el de toda la industria de la inteligencia artificial. El reto no es menor: seguir siendo pioneros sin olvidar por qué empezaron.

¿Podrá OpenAI mantenerse fiel a su misión en un mundo regido por los beneficios? Esa es la pregunta que aún queda por responder.

 

En un giro inesperado pero significativo, OpenAI ha anunciado que su organización sin fines de lucro mantendrá el control permanente de sus operaciones, incluidos sus productos estrella como ChatGPT. Esta decisión marca un paso atrás frente a su ambicioso plan anterior, que buscaba trasladar el control a una nueva corporación de beneficio público. Detrás de este cambio no solo hay una reestructuración empresarial, sino una historia de tensiones éticas, legales y financieras que han sacudido el núcleo de una de las startups más influyentes del mundo tecnológico.

La noticia, divulgada esta semana por medio del blog oficial de OpenAI, se da después de una oleada de críticas por parte de defensores del interés público, demandas legales en curso y el escrutinio riguroso de las fiscalías generales de California y Delaware. Estos organismos ahora deberán aprobar el nuevo plan propuesto a principios del próximo año. La presión no ha sido menor: más de 30.000 millones de dólares en inversiones, incluyendo una promesa de SoftBank y otras entidades, están en juego.

 


Desde su fundación en 2015, OpenAI ha sido una organización que ha transitado entre dos mundos: el idealismo de la investigación para el bien común y la realidad implacable de los negocios tecnológicos. Nació con la promesa explícita de desarrollar inteligencia artificial "para beneficiar a toda la humanidad", pero su rápido crecimiento la llevó a construir productos que requerían fondos billonarios para mantenerse en la vanguardia. Este dilema ha sido una fuente constante de tensión entre sus principios fundacionales y sus necesidades operativas.

La historia de la empresa tomó un nuevo giro en marzo de 2024, cuando Elon Musk —uno de sus cofundadores— presentó una demanda acusándola de traicionar su misión original. En su queja, Musk alegó que OpenAI había dejado de ser una organización orientada al bien común y que se había transformado en una entidad que priorizaba los beneficios económicos. Un juez federal desestimó temporalmente parte de la demanda, pero permitió que varios cargos siguieran adelante, lo que ha intensificado el foco mediático y político sobre la empresa.

En este contexto, la decisión de mantener el control en manos de la organización sin fines de lucro parece responder a más que simples ajustes administrativos. Es un intento de recuperar la confianza pública y enviar un mensaje a sus críticos: OpenAI no ha olvidado de dónde viene.

 

 

“Escuchamos a líderes cívicos y mantuvimos un diálogo constructivo con las oficinas del Fiscal General de Delaware y de California. Tomamos esta decisión porque creemos en nuestra misión y queremos asegurar su continuidad”, expresó Bret Taylor, presidente del consejo de OpenAI, en una entrada reciente del blog de la empresa.

La nueva estructura no renuncia del todo a lo comercial. De hecho, la empresa mantiene planes para que su filial se convierta en una corporación de beneficio público (PBC, por sus siglas en inglés), un modelo legal que permite a las compañías balancear el interés social con el de sus accionistas. Empresas como Anthropic y xAI, rivales directas en el campo de la IA generativa, ya operan bajo este formato. Sin embargo, a diferencia de ellas, OpenAI pretende que su organización sin fines de lucro siga siendo la accionista mayoritaria y mantenga el control del consejo directivo.

Este movimiento no ha convencido a todos. Robert Weissman, copresidente de Public Citizen, organización que vigila el poder corporativo, considera que la propuesta sigue siendo insuficiente. “No vemos nuevas limitaciones claras que aseguren que la entidad comercial cumplirá con la misión altruista de OpenAI. Seguimos con una estructura en la que una organización sin fines de lucro supuestamente controla a otra con fines de lucro, pero sin mecanismos efectivos para ejercer ese control”, declaró.

A ello se suma la preocupación de los activistas filantrópicos, quienes temen que las acciones que la organización sin fines de lucro posee en la empresa comercial terminen sirviendo intereses privados. Con una valoración estimada de 300.000 millones de dólares, OpenAI podría convertir a su rama benéfica en una de las fundaciones mejor financiadas del mundo si decide vender o utilizar esas acciones como respaldo para préstamos. Por eso, las exigencias no se han hecho esperar: transparencia, independencia y garantía de que el capital generado se utilice en beneficio público.

 

 

 

 

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