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términos de memoria,
sino también por la información que podría contener sobre redes de influencia
nazi en América Latina”.
El material fue trasladado a una sala especialmente acondicionada en el cuarto
piso del Palacio de Tribunales, donde un equipo de expertos comenzará el proceso
de inventariado y análisis. Las autoridades han solicitado la colaboración del
Museo del Holocausto de Buenos Aires, que aportará especialistas para examinar
los documentos con el objetivo de identificar conexiones relevantes, pistas
sobre redes internacionales de financiamiento del nazismo e incluso posibles
rutas de escape utilizadas por criminales de guerra tras la caída del Tercer
Reich.
Jonathan Karszenbaum, director ejecutivo del museo, señaló en una entrevista con
The New York Times que la magnitud del hallazgo ha sorprendido incluso a los más
conocedores del tema. “Sabíamos que existía actividad nazi en Argentina durante
la guerra, pero este material nos puede permitir entender cómo se organizaban,
qué buscaban y qué alcance tenían sus redes”, afirmó.

El caso también reaviva el debate sobre el rol de Argentina durante y después de
la Segunda Guerra Mundial. Aunque es bien conocido que el país acogió a
numerosos nazis y colaboradores del régimen tras el conflicto, el hallazgo
sugiere que, en plena guerra, hubo intentos concretos de frenar la expansión de
esta ideología en el país. No es un dato menor que, ya en 1939, la Fiscalía
General había declarado ilícitas las actividades del Partido Nazi local y
prohibido la nacionalización argentina de sus miembros.
El redescubrimiento de este archivo no solo es un acontecimiento histórico;
también es un recordatorio de la importancia de revisar críticamente el pasado.
En tiempos donde los discursos extremistas resurgen en distintas partes del
mundo, el rescate de estos documentos sirve como advertencia de los peligros de
la intolerancia y del uso propagandístico de las instituciones para fines
antidemocráticos.
Ahora comienza una nueva etapa: la de desentrañar los secretos guardados en esas
cajas. Quizás entre los documentos se encuentren nombres, rutas, transacciones u
órdenes que permitan a los investigadores reconstruir con mayor precisión el
papel que jugó Argentina —y América Latina en general— en el complejo entramado
global del nazismo.
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Durante más de ocho décadas, un oscuro secreto
permaneció oculto bajo los cimientos de uno de los edificios más
emblemáticos del poder judicial argentino. Nadie imaginaba que, en
el sótano de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, se guardaban
silenciosamente restos de una época turbulenta, cargada de
ideologías extremas y conflictos globales. Hoy, ese pasado ha salido
a la luz.
El hallazgo ocurrió por casualidad. Trabajadores del tribunal
realizaban labores de limpieza y organización de documentos
históricos con miras a la futura creación del Museo de la Corte
Suprema, cuando abrieron una serie de cajas cubiertas por el polvo
del tiempo. Lo que encontraron dentro dejó a todos perplejos:
propaganda nazi, fotografías, postales y documentación del Partido
Nacionalsocialista Obrero Alemán, perfectamente conservada. Algunos
de los materiales databan de 1941, en plena Segunda Guerra Mundial.
El descubrimiento no es solo sorprendente por su contenido, sino
también por su contexto. Las 83 cajas, que llegaron a Buenos Aires a
bordo del buque japonés Nana Maru el 20 de junio de 1941, fueron
enviadas desde la embajada alemana en Tokio y supuestamente
contenían "efectos personales" de diplomáticos. Sin embargo, su
volumen y la naturaleza del contenido despertaron sospechas
inmediatas. La Aduana argentina detuvo su ingreso, y el entonces
canciller Enrique Ruiz Guiñazú fue alertado. Argentina, que por
aquel entonces mantenía una postura de neutralidad frente al
conflicto global, debía evitar comprometer esa imagen.

La respuesta institucional no tardó. La
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Comisión Especial Investigadora de
las Actividades Antiargentinas, presidida por el diputado radical Raúl Damonte
Taborda, se involucró en el caso. Al inspeccionar varias de las cajas, se
toparon con el verdadero contenido: materiales que promovían la ideología nazi,
documentos de la Unión Alemana de Gremios y miles de libretas de afiliación
política.
Frente a esto, los diplomáticos alemanes solicitaron la devolución del envío a
su embajada en Tokio. Pero la Comisión rechazó el pedido, argumentando que dicha
propaganda representaba una amenaza a los principios democráticos y podía
comprometer la posición argentina en el escenario internacional. Finalmente, el
juez federal Miguel Luciano Jantus ordenó la incautación del material, que
terminó bajo resguardo judicial.

Y ahí quedó. Durante más de ochenta años, esas cajas descansaron, casi
olvidadas, en el sótano del Palacio de Tribunales. Fue necesario un cambio de
perspectiva institucional y una revisión histórica profunda para que volvieran a
ver la luz. La semana pasada, el presidente actual de la Corte Suprema, Horacio
Rosatti, encabezó un acto formal de apertura en el mismo edificio donde se
conservó el material. Acompañado de funcionarios, investigadores y miembros de
la comunidad judía argentina, Rosatti reafirmó la intención de investigar a
fondo estos documentos.
“Estamos frente a un hallazgo de enorme valor histórico”, declaró Rosatti ante
los medios. “No solo por lo que representa en
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