Pereira, Colombia - Edición: 13.496-1076

Fecha: Viernes 23-05-2025

 

 ESPECIAL

 

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La erupción solar más potente de 2025 prende las alertas científicas y tecnológicas

 

 sí podrían impactar de lleno sobre la Tierra.

 

Pero ¿qué es exactamente una llamarada solar? Se trata de una explosión repentina de energía en la atmósfera del Sol, resultado del reordenamiento brusco de los campos magnéticos en zonas con alta actividad, como las manchas solares. A menudo, estas llamaradas vienen acompañadas de eyecciones de masa coronal (CME, por sus siglas en inglés), una especie de burbuja de plasma solar que se lanza al espacio a millones de kilómetros por hora.

Cuando ese plasma se dirige hacia la Tierra, puede desencadenar una tormenta geomagnética. Este tipo de tormentas altera el campo magnético del planeta, generando corrientes eléctricas en la ionosfera y efectos visibles, como las auroras. Pero también pueden inducir fallos en satélites, sistemas de posicionamiento global (GPS), comunicaciones de alta frecuencia e incluso provocar sobrecargas en redes eléctricas.

“Lo que muchos no comprenden es cuán interconectados estamos hoy con tecnologías que dependen de la estabilidad del espacio cercano a la Tierra. Las telecomunicaciones, la navegación aérea, la banca, las plataformas de energía y hasta las operaciones militares podrían verse afectadas por un evento extremo”, advierte Ortiz. “Una tormenta solar suficientemente fuerte puede impactarnos de formas muy reales”.



Los astrónomos consideran que estamos entrando en la fase máxima del Ciclo Solar 25, que se espera alcance su punto culminante entre 2025 y 2026. Cada ciclo solar dura alrededor de 11 años y se caracteriza por una alternancia entre actividad mínima y máxima. En su punto más alto, como ahora, la cantidad de manchas solares aumenta, lo que a su vez eleva la probabilidad de llamaradas y tormentas solares.

Aunque Colombia, por su ubicación geográfica, no suele ser testigo de auroras boreales ni de las alteraciones más visuales de este tipo de fenómenos, sus sistemas tecnológicos sí están expuestos a los riesgos globales que conllevan. De ahí la importancia de estar informados y monitorear los reportes emitidos por entidades como la NOAA, la NASA o los observatorios nacionales.

La llamarada X2.7 del 14 de mayo no fue solo una curiosidad astronómica: es una advertencia silenciosa del Sol, una señal de que su energía, tan vital como impredecible, puede influir de formas profundas en la vida cotidiana del siglo XXI. Prepararse, comprender y respetar el poder del astro rey ya no es solo tarea de astrónomos y científicos, sino una responsabilidad compartida en esta era digital tan dependiente del espacio.

 

 

La semana pasada, mientras el mundo giraba en su rutina diaria, algo extraordinario ocurrió a 150 millones de kilómetros de distancia. Una llamarada solar de clase X2.7 —la más potente registrada en lo que va de 2025— fue detectada por el Observatorio de Dinámica Solar de la NASA, sorprendiendo a astrónomos y expertos en clima espacial en todo el planeta. En apariencia, el fenómeno ocurrió en silencio, pero su impacto podría sentirse pronto en la Tierra, y no precisamente de forma sutil.

Este tipo de erupciones solares, aunque invisibles a simple vista, tienen la capacidad de alterar la vida moderna en formas tan concretas como inesperadas: fallos en las telecomunicaciones, apagones de radio, errores en los sistemas GPS y hasta posibles afectaciones en la infraestructura eléctrica. Y lo más preocupante para la comunidad científica es que esta no sería una llamarada aislada, sino el preludio de una mayor actividad solar en los próximos meses.

La erupción, clasificada como de clase X —la categoría más alta utilizada para medir este tipo de eventos—, se originó en la región activa 4087 del Sol, una zona con intensa concentración de manchas solares. Las imágenes captadas por la NASA muestran una llamarada horizontal y extendida, una característica que, según la física espacial Tamitha Skov, aumenta la probabilidad de que esta interactúe directamente con la Tierra.



La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de EE. UU. (NOAA, por sus
siglas en inglés), activó de inmediato una alerta G3, lo que significa que se esperaba una tormenta geomagnética “fuerte”. Este tipo de tormentas ocurren cuando partículas cargadas expulsadas por el Sol —lo que se conoce como viento solar— alcanzan la magnetosfera terrestre y la distorsionan. Aunque no representan

 

 

 

un peligro directo para la salud humana, sí pueden causar desde auroras boreales visibles a latitudes inusuales, hasta interrupciones en las comunicaciones por radio y problemas en las redes eléctricas y satelitales.

Y los efectos ya se han empezado a sentir. Algunos medios internacionales informaron de apagones de radio en regiones del Medio Oriente pocas horas después del evento. Días después, en el hemisferio norte, se observaron auroras boreales más allá del círculo polar ártico. Un fenómeno tan bello como inquietante para los especialistas, pues recuerda la gran tormenta solar de mayo de 2024, cuando luces violetas y verdes llegaron a verse hasta en el norte de México y buena parte de Europa, a raíz de una llamarada X3.9.

En Colombia, aunque aún no se han reportado efectos visibles o técnicos derivados de esta llamarada, los expertos recomiendan estar atentos. “Estamos en una fase de alta actividad solar, y eso implica un riesgo creciente para nuestras infraestructuras tecnológicas. Los sistemas de navegación aérea, los satélites de comunicaciones y hasta los transformadores eléctricos pueden verse afectados si estas tormentas geomagnéticas alcanzan niveles más intensos”, explica Javier Ortiz, ingeniero físico y especialista en clima espacial de la Universidad Nacional.



Según los modelos actuales, el viento solar —ese flujo de partículas cargadas que emana del Sol a velocidades vertiginosas— puede tardar entre dos y cuatro días en llegar a nuestro planeta, dependiendo de su densidad y velocidad. Aunque en esta ocasión la tormenta no ha escalado a niveles extremos, la NOAA advierte que en el lado opuesto del Sol se encuentran al menos cinco regiones activas, algunas con potencial de producir nuevas llamaradas que
 

 

 

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