Pereira, Colombia - Edición: 13.497-1077

Fecha: Sábado 24-05-2025

 

 ESPECIAL

 

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El Salvador, entre las ruinas de las maras: tres años de régimen de excepción y la nueva realidad social

 

 

 

una migración de las fuentes de financiamiento: la extorsión, aunque disminuida en un 70%, sigue siendo una fuente de ingresos, complementada ahora con el narcomenudeo y otras economías ilegales.

 

La comunidad de San José del Pino y San Rafael, en Santa Tecla, ofrece otra cara del proceso. Antes, bastión inexpugnable del programa La Libertad, hoy parece una comunidad como cualquier otra. Tiendas abiertas, niños en la calle, vecinos conversando al atardecer. Quedan grafitis mal borrados, sí, pero también una aparente normalidad.

“No hay señales de peligro”, anotó un periodista tras recorrer la zona. Pero la calma, advierten los expertos, no siempre es ausencia de conflicto.

Luis Enrique Amaya, consultor internacional especializado en maras, considera que lo que queda de la MS-13 son “cenizas”. Reconoce que aún hay individuos vinculados, pero cree que la estructura ha sido severamente desarticulada. “Ya no es necesario probar que siguen activas; ahora hay que probar lo contrario”, afirma.

Verónica Reyna, del Servicio Social Pasionista, es más cautelosa. Aunque reconoce una reducción de la presencia visible de las maras, advierte sobre los métodos utilizados para lograrlo. “El régimen de excepción ha violado derechos fundamentales, deteniendo sin pruebas, sin debido proceso, y con un uso excesivo de la fuerza”, denuncia. Le preocupa que, en nombre de la seguridad, se esté erigiendo un nuevo tipo de control autoritario, esta vez desde el Estado.

 

 

Hasta ahora, más de 86.000 personas han sido detenidas bajo el régimen. De ellas, unas 8.400 han sido liberadas tras demostrarse que no tenían vínculos con pandillas. Las cifras, impactantes por sí mismas, esconden tragedias personales, vidas truncadas, familias desmembradas.

 

¿Es este el principio del final de las maras? Tal vez. Pero también podría ser solo una etapa más en una historia que lleva décadas escribiéndose con sangre, silencio y resistencia.

Los testimonios, los informes, las caminatas por calles antes vedadas, ofrecen una verdad incómoda: lo que las maras dejaron atrás no es solo un vacío de poder, sino un tejido social profundamente dañado. Reconstruirlo requerirá mucho más que patrullas y cárceles.

Por ahora, el Salvador camina por un nuevo sendero, entre la esperanza y el temor, entre la victoria oficialista y la memoria colectiva de una guerra interna que, aunque silenciada, aún deja eco en cada esquina.

 

Por décadas, la sombra de las maras fue parte inseparable del paisaje urbano y rural en El Salvador. Colonias enteras vivieron bajo el yugo de la MS-13 y el Barrio 18, estructuras criminales que definieron la cotidianidad de millones de salvadoreños. Hoy, tres años después de que el gobierno de Nayib Bukele instaurara un régimen de excepción sin precedentes, muchos se preguntan: ¿qué queda de las pandillas que dominaron la vida en el país?

 

 

En la colonia 10 de Octubre, al sur de San Salvador, la transformación es palpable. Las calles que fueron dominadas por el miedo ahora vibran con una extraña sensación de libertad. Las voces de las mujeres que sirven desayunos en un pequeño comedor comunitario retumban con orgullo: “Ahora puede ir adonde quiera, gracias a Dios”. Lo que en otra parte del mundo sería una frase trivial, aquí es una declaración de victoria sobre décadas de opresión criminal.

 

Este sector fue cuna de Élmer Canales Rivera, alias "Crook de Hollywood", uno de los líderes más notorios de la Mara Salvatrucha. Su nombre, temido y respetado durante años, ha sido desdibujado poco a poco por la desaparición de su influencia y el avance del régimen estatal. El grafiti de cuatro metros que anuncia la presencia de los "Hollywood Locos" aún resiste el paso del tiempo, como un eco lejano de una estructura que, al menos en apariencia, ha colapsado.

 

Sin embargo, la historia que cuentan los muros y las calles no siempre se alinea con la de los hogares. Rosa Amelia Mejía, una residente desde 1987, ha vivido los vaivenes del conflicto. Nunca pagó extorsión, pero convivió con la pandilla en una danza de supervivencia silenciosa. Perdió a su hermano en una Nochebuena sangrienta, su sobrino quedó discapacitado tras un tiroteo y su nieto fue arrestado sin explicación en el nuevo régimen. Su fe, dice, está depositada únicamente en “su padre celestial”.

 

Este tipo de testimonio refleja la complejidad del fenómeno. Las maras en El Salvador no

 

 

fueron meras bandas de crimen organizado. Nacidas en Los Ángeles y exportadas a Centroamérica durante la posguerra de los 90, se consolidaron en los sectores más vulnerables, convirtiéndose en estructuras casi tribales, con códigos de conducta, lealtad y castigo. Fueron durante años la única autoridad visible en muchos barrios.

 

Gustavo Villatoro, ministro de Seguridad, sostiene con firmeza que "el gobierno criminal de la MS-13 está destruido". En una entrevista reciente, matizó su discurso, pero confirmó que, desde marzo de 2022, el régimen de excepción se dirigió especialmente contra los sectores más peligrosos de la MS-13, como los programas Hollywood Locos, La Libertad y Stoner Locos. Fueron estas células las señaladas como responsables de la masacre de 87 personas que marcó el inicio de la guerra de Bukele contra las pandillas.

La mega cárcel del Cecot, inaugurada en 2023, alberga hoy a los líderes más emblemáticos de la Mara Salvatrucha. Nombres como "Diablito de Hollywood", "Snayder de Pasadenas" o "Sirra de Teclas" han sido trasladados allí, según confirmó Villatoro. Un hecho simbólicamente potente que busca cerrar una etapa, aunque muchos dudan de que ese capítulo esté realmente concluido.

Un informe confidencial de la Policía Nacional Civil, revela que todavía quedan activas unas 230 clicas de la MS-13 en el país, con más de 4.600 pandilleros prófugos. De ellos, el 40% estaría escondido en el país, mientras que el resto habría cruzado a Guatemala, México o Honduras. Además, la organización aún mantiene 29 "grupos armados" en zonas rurales, operando en la clandestinidad y el silencio.

 

 

Y en ese silencio, nuevas dinámicas emergen. Las mujeres, históricamente relegadas a roles secundarios, empiezan a desempeñar papeles más relevantes dentro de las células sobrevivientes. También hay

 

 

 

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