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Pereira, Colombia - Edición: 13.502-1082 Fecha: Viernes 30-05-2025 |
COLUMNISTA |
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La domadora en la boca del león
Por: Jotamario Arbeláez
A Tatiana Arango
En los 13 años que
llevaban juntos, Cézar, el dueño del circo, Cézar, el león, y Elena,
la esposa del primero y domadora del segundo, nunca se había
presentado el menor incidente desagradable entre ellos, ni en las
funciones de miércoles a domingo ni en la intimidad de la vida bajo
el cielo carpado. El empresario y su esposa vivían en una furgoneta
vecina de la jaula, y no era extraño en las medianoches de luna
llena escuchar los gemidos lastimeros del león respondiendo a los
gemidos de gozo de la domadora.
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cada vez más ríspido en las carnes de la fiera, y en sus respuestas pesadas y lentas dejaba ver el león el intenso amor por su dueña.
El león había nacido en Birmania y la pareja lo recibió cachorro como presente agradecido de los niños de una escuelita del golfo de Bengala, por donde pasó Sakyamuni. Prácticamente no había conocido a su madre, aplastada por la pata de un elefante ciego, y se alimentó a base de unos colosales teteros de leche que Elena le daba con no fingida ternura, pues la pareja no tenía hijos. Una vez adulto, a partir de los once meses, el carnívoro félido seguía una dieta balanceada de antílopes tiernos y cebras nonatas, que Cézar le procuraba de la nómina del circo. En una ceremonia solemne a la que asistió todo el personal humano e irracional del circo y el
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alcalde de Kuwait, y que consistió en lanzar desde el trampolín al león en un cubo de agua, Cézar el empresario bautizó con su nombre a la fiera, que se volvió un reflejo fiel de su amo arrevolverado.
La luna llena pasada fue
especialmente sofocante en el Asia. Terminada la función final del sábado, Cézar
se tendió con su esposa que olía penetrantemente a mascota, pues estrenaban un
nuevo número en el que ella metía la cabeza en la boca del felino y la sacaba
con la cabellera húmeda de vaho de saliva. Una pasión extraña inflamó a Cézar
esposo, quien tenía por costumbre apañarse la parte del león, y los ramalazos de
placer de Elena se expandieron por el circo dormido.
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