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COLUMNISTAS

 

Pereira, Colombia - Edición: 13.503-1083

Fecha: Sábado 31-05-2025

 

Roma

Por: Edgar Cabezas

 

Los revolucionarios han de saber que la investigación en la ciencia aplicada conduce a las reformas y que la investigación en la ciencia pura conduce a las revoluciones. La revolución es la ciencia con la cual cuentan las multitudes ciudadanas para realizar el cambio de las condiciones sociales, económicas y ambientales reales o existentes que las oprimen y las contaminan, porque los científicos trabajan en su gran mayoría para el patrón gobierno y lo hacen en colaboración con colegas y subalternos que están al servicio del pueblo y su bienestar.

 

Esa revolución es un proceso social y cultural permanente de ilustración en la conciencia del pueblo, quien es el llamado a cancelar lo viejo y establecer lo nuevo. Lo viejo tiene una presencia arraigada ancestralmente que hace que los cambios que requiere una sociedad determinada sucedan de manera lenta cuando el procedimiento se ejecuta de manera pacífica, pero si se ejecutan de manera rápida se hacen mediante la violencia.

Colombia es una nación en la que sus gentes han usado los dos procedimientos sin que por ello se haya logrado hacer el cambio que requiere la justicia social y ambiental. Y es que las formas atávicas de solucionar los conflictos mediante la guerra y los posteriores acuerdos de paz incumplidos, además de agudizar las condiciones de violencia existentes en los territorios, han conducido a nuevas conductas delictivas con las que los insurgentes combaten al gobierno y el gobierno, a nombre del Estado, confronta a los insurgentes.

Lo cierto es que Roma no se fundó en un día y, que el derecho romano después de catorce siglos del fin del imperio romano, aún continúa vigente con sus virtudes, vicios y atrocidades. Se cuenta entre ellos:

 

la separación de las ramas del poder público, la división entre el derecho privado y el derecho público, dar a cada cual lo suyo, dura es la ley, pero es la ley, en caso de duda que sea a favor del reo, la tutela como amparo de la familia y, los

 

 

 

plebiscitos, figura mediante la cual la plebe es invitada a decidir su futuro de paz o de guerra.

 

Desde la fundación del Estado-Ciudad y posterior el Estado-Nación, el Estado ha sido considerado por las ciudadanías como una institución criminal y corrupta que gobierna mediante el autoritarismo investido de dictadura o democracia a ciudadanías corruptas y criminales, razón por la cual magistrados, jueces, legisladores, presidentes, emperadores, dictadores son necesariamente corruptos y criminales.

 

El régimen de libre mercado que gobierna al mundo global es un régimen corrupto y criminal frente al que los burócratas y algunos críticos disfrazados de progresistas han adoptado la proposición de “sí no puedes derrotar a tu enemigo, únetele”. Así que el Estado de Colombia tiene vicios de contenido y forma, anteriores a los doscientos años de dominación colonial criolla, puesto que se remonta a instituciones en la que los esclavos y los siervos no eran consideraos como personas sujeto de derechos.

 

Un síntoma de la decadencia de los imperios es elegir gobernantes octogenarios, viejos depravados, perversos y convictos a quienes se les permite a nombre de la democracia imperial ejecutar las atrocidades con la que a la postre Roma y todas las águilas imperiales han sucumbido. Así es que, señores de la oposición de derecha, de centro y del MOIR, no le exijan al gobierno del cambio de Gustavo Petro que haga la revolución de la paz total en cuatro años, porque la revolución hacia esa humanidad en la que las mujeres, los hombres y los no binarios se traten con amor, seguirá a la espera milenaria del mesías que ponga fin a esta pesadilla.

Salvo que la investigación en la ciencia pura halle las operaciones mentales y manuales que le demuestren a las ciudadanías la utilidad de cambiar el régimen.

 

CHARLAS CON UN MAESTRO SAMMASATI

Por: Gongpa Rabsel Rinpoché
Lama Sammasati para Latinoamérica

 

El Sufrimiento: Un Maestro Disfrazado

 

“No todo lo que nos pasa, es porque lo 
 

 

 

merecemos. A veces necesitamos experiencias difíciles y tropiezos en la vida, para poder crecer y madurar como personas.”

 

Esta afirmación, aunque pueda sonar dura, encuentra un eco profundo en las enseñanzas del budhismo.

El budhismo, una filosofía de vida milenaria, nos invita a mirar más allá de la superficie de nuestras experiencias. A menudo, asociamos el sufrimiento con el castigo o una señal de que hemos hecho algo mal. Sin embargo, Budha nos enseñó que el sufrimiento es una parte inherente de la condición humana, un estado que surge del Deseo, la Ignorancia y el Apego a las cosas impermanentes.

 

El sufrimiento como catalizador del cambio

Desde esta perspectiva, las dificultades y los tropiezos no son necesariamente algo que deban evitarse, sino oportunidades para crecer y transformar nuestra mente.

Al enfrentar desafíos, nos vemos obligados a cuestionar nuestras creencias y a soltar aquello que ya no nos sirve. El sufrimiento, lejos de ser un castigo, puede ser un maestro que nos guía hacia una mayor sabiduría y compasión.

El camino hacia la liberación

El budhismo ofrece herramientas prácticas para navegar por las aguas turbulentas de la vida. La meditación, por ejemplo, nos permite observar nuestros pensamientos y emociones sin juzgarlos, lo que nos ayuda a desapegarnos de ellos. La práctica de la atención plena nos permite vivir el presente momento con mayor claridad, reduciendo así el sufrimiento causado por la preocupación por el pasado o el futuro.

En conclusión, la idea que el sufrimiento es necesario para el crecimiento personal encuentra un profundo resonancia en las enseñanzas del budhismo. Al aceptar
nuestras experiencias con equanimidad y aprender de ellas, podemos transformar el sufrimiento en una fuerza que nos impulsa hacia adelante en nuestro camino hacia la liberación.

 

 

 

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