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Planck: un telescopio para retroceder hasta el origen del universo
La
ESA lanza este jueves un nuevo telescopio espacial que ayudará a
explicar cómo empezó el universo y de qué está hecho
JAN
TAUBER
13/05/2009
El 14 de mayo la
Agencia Europea del Espacio (ESA) lanza un nuevo telescopio espacial,
Planck , y ese lanzamiento marca el inicio de una nueva era para la
cosmología. Planck es una poderosa herramienta para superar barreras en
la investigación de las preguntas más fundamentales jamás formuladas por
el ser humano: ¿cómo empezó el universo? ¿de qué está hecho? ¿cuál es su
destino último? Pero ojo, las respuestas de Planck no serán el fin de
una bonita historia -la de la búsqueda de nuestro origen-, sino la
continuación de una saga con mucho suspense. Porque Planck, sin duda,
traerá sorpresas. Y los hallazgos más emocionantes son los inesperados.
Hace
sólo unas cuantas décadas, el estudio del origen del universo era un
área de investigación en la que escaseaban los buenos datos. Pero ahora
estamos en la edad de oro de la cosmología, convertida ya en uno de los
campos más activos de la ciencia. Los experimentos cosmológicos, tanto
basados en tierra como en el espacio, proporcionan resultados
emocionantes. Y, en este contexto, Planck representa la próxima
generación de herramientas para estudiar el origen.
Los científicos
disponemos ya de un modelo sobre el principio y la evolución del cosmos:
la teoría del Big Bang, según la cual el universo fue en el
pasado mucho más denso y caliente que en la actualidad, y empezó a
expandirse y a enfriarse hace unos 13.700 millones de años. Sobre esa
descripción a grandes rasgos ya no quedan hoy dudas científicas, aunque
sí numerosos e importantes interrogantes. La razón de su aceptación por
parte de la comunidad científica es que se asienta sobre tres grandes
descubrimientos -pilares- básicos.
El universo en
expansión
Uno es la
constatación, en 1920, de que el universo está en expansión: cada vez se
hace más y más grande, y la distancia entre los objetos que lo integran
es cada vez mayor. Eso implica que en el pasado toda la materia y la
energía contenidas en el universo estaban concentradas en una región
mucho más densa y caliente.
Más tarde se descubrió
además que las estrellas son las fábricas de la inmensa mayoría de
elementos químicos que hay en el universo -oxígeno, carbón, hierro...-.
De la mayoría, pero no de todos. Algunos -pocos- elementos químicos
fueron producidos en la infancia remota del universo, cuando éste era
aún muy caliente.
El tercer hallazgo
clave se produjo en 1964, cuando dos radioastrónomos -Arno Penzias y
Robert Wilson- descubrieron por casualidad una radiación procedente de
todo el cielo. El término radiación se usa aquí como sinónimo de luz,
dado que su naturaleza es la misma que la de la luz visible, la
infrarroja y la ultravioleta, la radiación de microondas... es decir, se
trata de radiación electromagnética. Pues bien, la radiación detectada
por Penzias y Wilson lo llena todo: no procede de un único objeto
astronómico, sino de todo el universo. Procede de cuando el universo
era, de nuevo, muy denso y caliente. Hoy se sabe que esa radiación,
llamada radiación cósmica de fondo de microondas, o CMB en sus siglas en
inglés, viene a ser algo así como la luz fósil del Big Bang.
Luz fósil
Es
esa luz fósil lo que observará Planck con un detalle sin precedentes.
¿Por qué? Porque fue la primera luz que pudo viajar libremente por el
espacio, cuando, en su proceso de expansión, el universo se enfrió lo
bastante como para que materia y radiación se separaran. Hasta esa
época, que corresponde a unos 380.000 años tras el Big Bang, materia y
radiación permanecían acopladas por las altas temperaturas. Y lo
interesante es que, al producirse la separación, la radiación conservó
ciertas huellas de la materia. Esas huellas pueden detectarse aún
hoy, y en ellas hay gran cantidad de información sobre el pasado del
universo. Planck es la máquina perfecta para extraerla.
Concretemos más. Las
huellas vienen a ser las semillas de las grandes estructuras de materia
que pueblan el universo actual: galaxias y cúmulos de galaxias. Como
embriones que se acaban convirtiendo en un organismo adulto, en torno a
esas semillas primigenias se fue acumulando más y más materia a medida
que el universo se enfriaba, hasta dar lugar a las estructuras que hoy
vemos.
Ahora bien, no es nada
fácil estudiar las marcas dejadas en la radiación por las semillas de
materia. En la práctica, esas huellas se detectan como diferencias muy
pequeñas de temperatura en la radiación de fondo. Temperatura, ésa es la
palabra clave. Cuando materia y energía se desacoplaron el universo
estaba a unos 3.000º centígrados. Hoy, tras más de 13.000 millones de
años de expansión y enfriamiento, está a 270º bajo cero. Ésa es la
temperatura a que está el espacio exterior, y también la de la radiación
de fondo. Pues bien, para buscar las huellas de la materia en la energía
hay que medir la temperatura de todo el cielo con una precisión de una
parte en un millón. Y en eso consistirá el trabajo de Planck. Planck
medirá las minúsculas variaciones en la temperatura del universo como el
termómetro más sensible jamás lanzado.
Jan
Tauber, jefe científico de la misión Planck de la ESA
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