|
Al
elector lo tratan como ganado
Por: Hernán Riaño
En nuestro país se acostumbró, conforme a su tradición feudal y
patriarcal, a tratar a los ciudadanos como ganado, como animales,
como semovientes, les molesta que piensen y que tomen decisiones
propias e independientes. Sí, como ganado, como animales, no
exagero, inclusive el expresidente Uribe trata y alimenta mejor a
sus caballos que a sus siervos, perdón, trabajadores. Recordemos un
solo hecho, el protagonizado hace algunas semanas, por este señor
poniendo a uno de sus colaboradores como eje para que uno de sus
caballos girara en torno a él.
Ese trato es más notorio, paradójicamente, en época electoral, época
en la que la democracia debiera caracterizarse por el respeto al
ciudadano y a sus libertades. Pero no, en elecciones se ve toda
clase de vejámenes al elector: presiones económicas, armadas,
amenazas, asesinatos, lesiones personales, secuestros, compra de
votos, clientelismo, etc., todo por seguir saqueando al Estado.
Resulta
que los politiqueros son “dueños”, “amos”, “propietarios” de las
vidas de quienes
|
|
depositan
el voto por ellos. Términos como: “varones electorales”,
“dueños de votos”, “propietarios de electores”, que llevan a
ofrecimientos como: “yo tengo tantos votos” o “yo le ofrezco”, “hay
que comprar tantos votos”, llevan a concluir que algunos los
ciudadanos se dejan tratar como mercancías por los politiqueros y
sus gamonales, los que les hacen el trabajo sucio de base, a los que
nos referiremos más adelante.
Los medios de comunicación tradicionales y comerciales son quienes
han ayudado, ¿o fomentado?, este lenguaje ofensivo que ya ha calado
en algunos de los llamados partidos alternativos o de izquierda.
Oímos y leemos titulares o noticias que nos dicen: “en esa zona
quien pone los votos es tal”, “la región tal pertenece este varón
electoral y él lo ofrecerá a… o está esperando quien le ofrece…”
Los gamonales de pueblo y de barrio son otro elemento de humillación
y dominio con el que los politiqueros mantienen su poder. Son
ciudadanos, generalmente vecinos o conocidos de del barrio, que
ejerce un raro poder entre sus congéneres para lograr sus oscuros
objetivos. Ayer los hizo votar por tal partido y su representante de
turno, hoy por el del partido contrario y mañana por el de
oposición. No hay principios solo dominio. Uno los oye en reuniones
o coloquios hablando de que en su barrio o municipio “él” tiene
tantos votos y osa venderlos al mejor postor. Y hablan de la mejor
democracia de América ¿ah? Es cierto el famoso tango de Enrique
Santos Discépolo, “Cambalache”, en que que habla del comercio de los
principios del ser humano, refiriéndose al
|
|
siglo XX, pero
en el presente, todo se ha agudizado, que en sus apartes dice:
¡Hoy resulta que
es lo mismo
ser derecho que traidor!...
¡Ignorante, sabio o chorro,
generoso o estafador!
¡Todo es igual!
¡Nada es mejor!
¡Lo mismo un burro
que un gran profesor!
No hay aplazaos
ni escalafón,
los inmorales
nos han igualao.
Si uno vive en la impostura
y otro roba en su ambición,
¡da lo mismo que sea cura,
colchonero, rey de bastos,
caradura o polizón!...(*)
Nadie respeta al ciudadano, ni él mismo y pareciera que, a algunos
les gusta, les place que los traten como ganado, se sienten en el
“cielo” diciéndole “patrón” a un terrateniente, narcotraficante,
jefe o politiquero, o el tratándolos con el famoso “doctor”
apelativo con el que estos personajes políticos surrealistas han
creído y querido, estar por encima de los demás, insultando a este
proceso educativo e investigativo, que es uno de los más altos y
difíciles en la escala de la formación actual: el doctorado.
(*) Cambalache se asimila en Argentina a una compra-venta. |
|