Las estudiantes se agrupan en mesas de
cuatro y por inercia se sientan junto a otras niñas de su mismo
grado, pero la guía es la misma para todas. Con gráficas para hacer
memoria, talleres y una situación problema para resolver, trabajan
durante una hora en temas como área y perímetro, mientras la
profesora hace algunas explicaciones para todo el grupo y luego va
de mesa en mesa aclarando dudas y acompañando el proceso de cada
una.
“Las actividades son variadas, y lo bueno es que no nos dicen qué
tema vamos a trabajar, sino que nos sorprende el día correspondiente
a la reunión con la actividad, cuando por ejemplo no sabemos o no
nos acordamos de algún tema nos explica de buena manera. Me gusta el
club y lo recomiendo”, cuenta Adriana Sofía sobre su experiencia en
las sesiones del club. Así como ella decidió ser parte del club por
gusto, otras compañeras han encontrado un espacio para nivelarse,
como Alexandra, de grado sexto: “Entré porque no me iba muy bien en
matemáticas, las actividades que hacemos acá son muy diferentes a
las clases y me ayudan a entender mejor”.
El siguiente lunes, la reunión es a la misma hora, pero con las
alumnas de noveno a once que puedan asistir, pues varias de ellas
tienen una jornada extra de estudio en temas de contabilidad y
comercio para graduarse como bachilleres técnicas del Sena. En este
espacio se mantiene la dinámica de los talleres, que también “parte
de cuáles son las necesidades de ellas, si me piden trabajar temas
como factorización para que puedan trabajar límites, lo hacemos; eso
pasa con los cursos más altos, porque están pensando en sus clases,
en Pruebas Saber y en sus proyectos profesionales”.
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En el caso de las estudiantes de
últimos años, en el club la profesora no solo refuerza los temas de
clase, sino que busca convocatorias, talleres y actividades para
promover el ingreso de las estudiantes a la educación superior, pues
aunque difiere de las pruebas estándar como forma de evaluar la
capacidad de las alumnas, reconoce que es la forma para poder
acceder a la educación superior en muchos casos, con pruebas de
admisión, becas o convenios que se basan en los resultados de dichas
pruebas.
“Me gusta que las estudiantes se puedan presentar a la Universidad
Nacional desde cursos menores, desde noveno, por ejemplo, para que
se puedan acostumbrar a las formas, para que puedan analizar el tipo
de prueba y desde ahí estudiar lo que necesitan”.
Con ellas busca también realizar salidas pedagógicas al Seminario de
Filosofía y Epistemología de las Matemáticas que dicta el profesor
Fernando Zalamea Traba en la Universidad Nacional de Colombia, como
lo hacía en otros colegios, para acercar a las estudiantes a las
dinámicas de las matemáticas escolares, universitarias y avanzadas.
Particularmente, “lo ideal es hacer al menos una visita cada
semestre con las estudiantes que quieran ir, pero después de la
pandemia no hemos podido hacerlas porque la Gobernación todavía no
ha tramitado los seguros que necesitan las estudiantes para salir a
este tipo de actividades”.
“Las mujeres han estado presentes en la historia de la matemática en
Colombia en dos formas: primera, como formadoras de las nuevas
generaciones de matemáticos(as), y segunda, como generadoras de
nuevas teorías matemáticas”, explica el artículo “Formación
matemática en Colombia: una mirada desde una perspectiva de género”,
de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Sin duda, el
trabajo de la profesora Natalia Palomá se ha encaminado en la
primera dirección, de la formación matemática desde edades
tempranas.
A raíz de su proceso, considera que en
la educación es necesario “promover espacios donde ellas participen
de forma voluntaria, porque es difícil generar experiencias
significativas para
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las estudiantes de forma
obligatoria. Si, por ejemplo, te gusta la biología, pero te va mal
en matemáticas, el sistema como funciona, te lleva a empeñarte en
matemáticas y no está la oportunidad de profundizar en lo que te
apasiona”.
Además, explica que las dinámicas del club les permiten a las
estudiantes cooperar, porque muchas veces la rutina escolar fomenta
la competencia por las notas, pero como este espacio es voluntario y
sin notas cambia el ambiente, todo es ganancia y la actitud de ellas
también es diferente, se crean espacios de participación seguros”.
Aunque el Club de Mujeres que Aprenden Matemáticas se sigue
consolidando en el colegio Santa María de Ubaté, el proyecto es que
pueda crecer y salir de la institución al municipio, a que se cree
un espacio en la casa de la cultura para ellas, las jóvenes y las
mujeres que quieran aprender matemáticas y dedicarse a carreras STEM,
como Adriana, que tiene como objetivo estudiar ingeniería
mecatrónica o robótica.
Teresa Pardo R.
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