Pereira, Colombia - Edición: 12.917-497

Fecha: Martes 03-05-2022

 

ESPECIAL

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Las estudiantes se agrupan en mesas de cuatro y por inercia se sientan junto a otras niñas de su mismo grado, pero la guía es la misma para todas. Con gráficas para hacer memoria, talleres y una situación problema para resolver, trabajan durante una hora en temas como área y perímetro, mientras la profesora hace algunas explicaciones para todo el grupo y luego va de mesa en mesa aclarando dudas y acompañando el proceso de cada una.

“Las actividades son variadas, y lo bueno es que no nos dicen qué tema vamos a trabajar, sino que nos sorprende el día correspondiente a la reunión con la actividad, cuando por ejemplo no sabemos o no nos acordamos de algún tema nos explica de buena manera. Me gusta el club y lo recomiendo”, cuenta Adriana Sofía sobre su experiencia en las sesiones del club. Así como ella decidió ser parte del club por gusto, otras compañeras han encontrado un espacio para nivelarse, como Alexandra, de grado sexto: “Entré porque no me iba muy bien en matemáticas, las actividades que hacemos acá son muy diferentes a las clases y me ayudan a entender mejor”.

El siguiente lunes, la reunión es a la misma hora, pero con las alumnas de noveno a once que puedan asistir, pues varias de ellas tienen una jornada extra de estudio en temas de contabilidad y comercio para graduarse como bachilleres técnicas del Sena. En este espacio se mantiene la dinámica de los talleres, que también “parte de cuáles son las necesidades de ellas, si me piden trabajar temas como factorización para que puedan trabajar límites, lo hacemos; eso pasa con los cursos más altos, porque están pensando en sus clases, en Pruebas Saber y en sus proyectos profesionales”. 

   

En el caso de las estudiantes de últimos años, en el club la profesora no solo refuerza los temas de clase, sino que busca convocatorias, talleres y actividades para promover el ingreso de las estudiantes a la educación superior, pues aunque difiere de las pruebas estándar como forma de evaluar la capacidad de las alumnas, reconoce que es la forma para poder acceder a la educación superior en muchos casos, con pruebas de admisión, becas o convenios que se basan en los resultados de dichas pruebas.

“Me gusta que las estudiantes se puedan presentar a la Universidad Nacional desde cursos menores, desde noveno, por ejemplo, para que se puedan acostumbrar a las formas, para que puedan analizar el tipo de prueba y desde ahí estudiar lo que necesitan”.

Con ellas busca también realizar salidas pedagógicas al Seminario de Filosofía y Epistemología de las Matemáticas que dicta el profesor Fernando Zalamea Traba en la Universidad Nacional de Colombia, como lo hacía en otros colegios, para acercar a las estudiantes a las dinámicas de las matemáticas escolares, universitarias y avanzadas. Particularmente, “lo ideal es hacer al menos una visita cada semestre con las estudiantes que quieran ir, pero después de la pandemia no hemos podido hacerlas porque la Gobernación todavía no ha tramitado los seguros que necesitan las estudiantes para salir a este tipo de actividades”.

“Las mujeres han estado presentes en la historia de la matemática en Colombia en dos formas: primera, como formadoras de las nuevas generaciones de matemáticos(as), y segunda, como generadoras de nuevas teorías matemáticas”, explica el artículo “Formación matemática en Colombia: una mirada desde una perspectiva de género”, de la Universidad Pedagógica y Tecnológica de Colombia. Sin duda, el trabajo de la profesora Natalia Palomá se ha encaminado en la primera dirección, de la formación matemática desde edades tempranas.

 

A raíz de su proceso, considera que en la educación es necesario “promover espacios donde ellas participen de forma voluntaria, porque es difícil generar experiencias significativas para

   

las estudiantes de forma obligatoria. Si, por ejemplo, te gusta la biología, pero te va mal en matemáticas, el sistema como funciona, te lleva a empeñarte en matemáticas y no está la oportunidad de profundizar en lo que te apasiona”.
 


Además, explica que las dinámicas del club les permiten a las estudiantes cooperar, porque muchas veces la rutina escolar fomenta la competencia por las notas, pero como este espacio es voluntario y sin notas cambia el ambiente, todo es ganancia y la actitud de ellas también es diferente, se crean espacios de participación seguros”.

Aunque el Club de Mujeres que Aprenden Matemáticas se sigue consolidando en el colegio Santa María de Ubaté, el proyecto es que pueda crecer y salir de la institución al municipio, a que se cree un espacio en la casa de la cultura para ellas, las jóvenes y las mujeres que quieran aprender matemáticas y dedicarse a carreras STEM, como Adriana, que tiene como objetivo estudiar ingeniería mecatrónica o robótica.

 

Teresa Pardo R.

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