Mi país del tinto N-2
Mis viejos abandonados
Por: Rubén Darío Varela.
Todos los días vestido con su misma bufanda de color negra, camisa
gris y sudadera blanca se le ve vestido a don Luis, siempre humilde
y una mirada triste y acongojada, resignado en su silla de ruedas y
a la espera que su hijo de unos 20 años de edad lo conduzca justo a
una entrada lateral de la Catedral de Pereira en donde se hacen tipo
9 de la mañana para pedir limosna.
Alguna vez me atreví a preguntarle al muchacho de su situación y me
decía que no tenía trabajo y que, aunque lo tuviese no tenía quien
cuidara a su padre, por tal motivo prefiere pedir limosna para pagar
los 10 mil pesos del cuarto en la galería.
En mi país del tinto, hablando de mi casa, Pereira que recorro de
arriba para abajo al derecho y al revés he conocido historias tan
desgarradoras de ancianos que viven en la desgracia, el desamparo y
el abandono como doña Lucía, una señora que se levantaba a las 4:30
en el barrio Turín a barrer las calles.
Hace unos años cuando me contaron su historia pensaba iniciar un
proyecto de vida en el periodismo, fui a visitarla, me impresioné
cuando ingresé a su cuarto y observé que estaba tomando una ‘changua
de huevo’ y dos ratas estaban a un costado del plato, del colchón
salía tierra y según una vecina, su hija, además de pegarle, la
encerraba y no le hacia aseo a su habitación hacía algunos meses.
También conocí la historia de don Arturo, un humilde campesino cuyos
hijos ingratos lo abandonaron a su suerte y hoy en día solo subsiste
con los $80.000 pesos que le da el Gobierno Nacional.
A veces cuando este subsidio miserable se demora unos días en
hacerse efectivo, es común observar a don Arturo deambular por el
parque Gaitán, se le observa triste, sentado en las noches en las
afueras del Hospital San Jorge a la espera de alguien que necesite
traer tinto del kiosko de enfrente, con la esperanza de reunir, para
una libra de lentejas.
En mi país del tinto es común sentarse a tomar un café en un parque
y observar escenas de personas de la tercera edad que, a decir
verdad, uno no cree que puedan ocurrir y que le desgarran el alma
hasta a las personas más insensibles, pero como vivimos en mi país
del tinto, este tipo de situaciones es tan común como la arepa al
desayuno o el aguardiente de los fines de semana.
Estoy seguro que seguiré caminando, tomando tinto y encontrando más
este tipo de historias que solo ocurren en mi Colombia, en mi país
del tinto, como lo llamo yo.
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GRO:
¡UN EJEMPLO PARA
NO
SEGUIR!
Por:
Álvaro Ramirez Gonzalez
alragonz@yahoo.es
Por razones generacionales, mi enorme número de lectores, está
concentrado entre los 40 y los 80 años de edad.
Tengo sin embargo algunos miles de ellos entre los 30 y los 40.
Pero mi solicitud a todos ellos, es que le hagan llegar esta columna
a sus hijos o nietos adolescentes.
Es en esta juventud que apenas escoge el camino de su vida, donde
este artículo puede ser más útil.
Gilberto Rodríguez Orejuela, uno de los más poderosos y ricos
narcotraficantes, jefe del Cartel de Cali, acaba de fallecer a los
83 años, en una prisión de los Estados Unidos, pagando una larga
condena después de ser extraditado allí por el gobierno colombiano.
Al tiempo Caracol TV, está pasando una serie sobre la vida de los
hermanos Gilberto y Miguel Rodríguez Orejuela, este último también
preso en USA, por el mismo delito, luego de ser extraditado.
Un par de hermanos de origen humilde que iniciaron su vida delictiva
robando, atracando y con la escopolamina, en Cali.
El apodo de Gilberto era “el ajedrecista“, por ser meticuloso y muy
estratega para planear con todos los detalles cada una de sus
operaciones de narcotráfico.
Muy jóvenes, los hermanos Rodríguez Orejuela, se volvieron muy
ricos.
A diferencia de Pablo Escobar, estos hermanos y sus aliados del
Cartel, no se enfrentaron militarmente al Estado Colombiano.
Lo compraron.
Fueron sus principales y más cercanos socios del poderoso Cártel de
Cali, José Santacruz Londoño y Helmer Herrera Buitrago, ambos
asesinados en diferentes épocas y circunstancias.
Con gran espíritu empresarial como lo está mostrando la serie de
Caracol TV, los Rodríguez montaron con los dineros del narcotráfico
muchas empresas, entre ellas, Drogas La Rebaja, la mayor cadena
entonces, de farmacias del País, el Banco de los Trabajadores y
Radio Súper.
También los laboratorios Kressfor, y Blaimar de Colombia S.A.
Fueron dueños del América de Cali, ganadores de muchos campeonatos
de fútbol y los más grandes propietarios de jugadores de fútbol en
todo el cono sur.
Por diferencias con Pablo
Escobar acerca de su torpe y peligroso ingreso a la política,
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se desató una feroz guerra entre el Cartel de Cali y el Cartel de
Medellín. Una batalla criminal que se inició con la bomba que puso
Helmer Herrera en el edificio Mónaco, para matar a Escobar, que no
logró su cometido.
Fueron los
Rodríguez Orejuela, quienes dejaron de exportar cientos de kilos de cocaína,
como lo hacía el Cartel de Medellín y empezaron a enviar gigantescos cargamentos
de decenas de toneladas que los Paisas no conocían.
De ahí la construcción de esa inmensa fortuna.
Fue el Cartel de Cali, el que financió con varios millones de dólares, la
segunda vuelta de Ernesto Samper Pizano, que había perdido la primera con Andrés
Pastrana.
Samper fue presidente con el apoyo de ese dinero.
Y se desató el escándalo que hizo público ese vergonzoso evento y el país
conoció como el Proceso 8000.
Ese escándalo hizo que le fuera retirada la visa USA al presidente Samper, y el
país fuera descertificado en muchos negocios, hechos sin antecedentes en la
historia colombiana.
A partir de allí, se desató una feroz persecución del Estado Colombiano contra
los hermanos Rodríguez Orejuela.
Y fueron capturados en pocos meses en grandes caletas que tenían en sus lujosos
apartamentos.
Y posteriormente extraditados a los Estados Unidos.
De todo ese gigantesco complejo empresarial no queda nada.
Su inmensa fortuna, muy disminuida por las confiscaciones del Estado y repartida
una parte en sus herederos .
Vi unos videos de un hijo ya mayor de Gilberto Rodríguez, narrando cómo su vida
profesional y personal se arruinó por llevar esos apellidos.
Igualmente en otro video, un joven abogado,nieto de Gilberto Rodríguez, narra
cómo ha sido para Él, una verdadera tragedia llevar esos apellidos.
La reflexión que queda y que le tiene que servir de ejemplo a las nuevas
generaciones, es que la droga es un veneno maldito, que produce muy rápido
grandes ganancias, pero trae consigo la violencia, la muerte y la ruina.
Cientos de miles de jóvenes colombianos han caído asesinados trabajando en ese
negocio, y todos buscan llegar a ser algún día un capo.
Un espejismo maldito que está corrompiendo, envenenando y matando a miles y
miles de jóvenes colombianos.
Gilberto Rodríguez Orejuela murió en una pequeña celda en los Estados Unidos
aquejado de muchas enfermedades y donde esa inmensa fortuna no le sirvió para
nada y si le hizo un daño irreparable a dos generaciones que lo precedieron.
¡Un ejemplo para no seguir! |