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COLUMNISTA

 

Pereira, Colombia - Edición: 12.949-529

Fecha: Sábado 16 de Julio de 2022

 

Garganta profunda

 

 

Por: Jotamario Arbeláez
Para Alexa Taboada

 

Murió mientras trataban de resucitarla, respondió el acongojado y virtuoso Larry Marchiano, segundo esposo de Linda Boreman,

según la  traducción de María Angélica Forero, a la pregunta de Julito Sánchez, en la FM,  la fatídica mañana del 25 de abril de 2002.

Días antes se había estrellado en su auto, en la Norteamérica que la hizo millonaria predicando con el ejemplo,

quien en el mundo del celuloide porno se hizo llamar Linda Lovelace, estrella de la cinta Garganta Profunda,

la versátil actriz de un papel poco higiénico por cuya boca se nos volvía agua el grifo en la década del setenta,

consagrada por una máxima pirueta sin efectos especiales esófago adentro después de hacer traquear la tráquea donde tenía instalado el clítoris.

(Según insólito descubrimiento del médico laringólogo de su personaje).

          Según sus biógrafos no autorizados, y aunque ella lo negó siempre, se había iniciado en la pornofílmica con una cinta de zoofilia,

 

 

         empotrada con un famoso perro de nombre Dog Fucker, y en otros lastimosos cortometrajes de bajísimo presupuesto,

y también se lanzó engolosinada con el éxito a filmar Deep Throat 2.

Con Deep Throat 1 se convirtió en la adelantada profesora de Mónica Lewinsky,

quien se desempeñara fuera de cámara en el salón oval  ofrendándole el cielo del paladar al hombre más famoso de la tierra,

famoso a su vez por fumarla sin aspirarla.

Vino a saberse por su cónyuge extraterrestre y más bien sanote que Linda, luego de convencernos con sus grandes capacidades corporales e histriónicas,

se convirtió en una dama ejemplar, adalid del feminismo,

y en los últimos veinte años se dedicó a despotricar de la pornografía, sobre todo entre la chiquillada universitaria,

no importando haber dejado al mundo con la boca abierta al contemplarla engullir la totalidad de centímetros cúbicos del más dotado de sus compañeros de set.

Con su posterior fama, sus ingresos y conversión hacia la virtud, protagonizó la cinta no porno Linda Lovelace for president, un fracaso rotundo,

mientras que con sólo 30 mil dólares de producción se rodó aquella película que produjo seiscientos millones.

 

Se supo por sus propias declaraciones al señor juez cuando entabló la demanda, que ese relevante desempeño que la hizo millonaria y famosa,

fue producto de las amenazas de su primer marido, Chuck Traynor, quien con otra

 

 

pistola en la sien que no alcanzó a salir en la cinta,

la obligó a dar albergue bucal al talento del coprotagonista,

mientras los camarógrafos se esforzaban en los primerísimos primeros planos.

 

Denunció el príncipe desheredado que las enormes ganancias que produjo la cinta fueron a engrosar los bolsillos del consorte descubridor,

quien la dejó prácticamente succionando,

para utilizar un sinónimo decente de la inflexión verbal con que se designa a los tumbados a quienes también se llama estafados.

Paz en su tumba y descanso eterno a su masetero.

Murió mientras la trataban de resucitar, y no propiamente con respiración boca a boca, en la clínica donde llegó prácticamente tiesa la maja.

         Me dio mucha vergüenza utilizar una nota fúnebre de tanto sentimiento para cazar gazapos,

con esa frase que a pesar de lo absurda me parece de una patética belleza, todo un verso elegíaco,

así haya sido un delicado traspiés de la traductora, “murió mientras la trataban de resucitar”.

Me hizo acordar de Blanca Nieves, quien sí resucitó cuando por un tropezón de uno de los enanos que portaban su ataúd,

se le salió el tronco de manzana que le atoraba la garganta.

Les prometo a las damas que no me burlo de las líderes atragantadas por el feminismo,

a quienes recuerdo que hay quienes han hallado causas más amables y productivas que perorar al abrir la boca.

Mayo 1-02   Poscriptum de 2014.

 

 

 

 

 

 

  

 

 

  

 

 

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