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COLUMNISTA

 

Pereira, Colombia - Edición: 12.967-547

Fecha: Sábado 27 de agosto de 2022

 

Pablus y Peggy

 

 

Por: Jotamario Arbeláez

 

A Tita Pulido

Cuando apareció Pablus Gallinazo en el vidrio panorámico del Nadaísmo lo hizo de la mano de una guitarra y una novela, desbancándonos a Eduardo Escobar y a mí en las preferencias del profeta Gonzalo Arango.



 

         Con La pequeña hermana ganó el Premio Nadaísta de Novela y con la guitarra el fervor de la juventud.


       
Llegó con su consigna: “Ahora es la guitarra la que tiene la palabra”. Como la suya era acústica Los Yetis ampliaron la frase hacia “la guitarra eléctrica”.


     
Y nuestros seguidores cambiaron el poema que llevaban esbozado en el bolsillo de la camisa por un instrumento musical.


       
Entró la era de la canción protesta, no sólo en Colombia sino en toda Latinoamérica, y Pablus llegó a alcanzar la misma catadura de Piero, a nivel nacional.


        
Su primera resonancia fue con Boca de chicle, que interpretaba el finado y refinado Óscar Golden.


         
Luego tuvo un éxito popular estruendoso con Una flor para mascar. Y luego capitalizó al público de la revuelta con Mula revolucionaria.

 

          Me tocó acompañarlo de visita a frentes guerrilleros con Patricia Ariza y
 

 

 

 

         Santiago García y Enrique Buenaventura y sus grupos teatrales y al llegar guerrilleros y guerrilleras le hacían paradas de honor.


      
Por algo lo llamaban “El Comandante”, título que años después reemplazara por “Monseñor”.


        
Su fama de cantautor le fue opacando la de novelista y poeta. La bella Marangola, su gran novelo como lo llama porque de allí se desprenden otras noveletas, y El libro de los amados, escrito a cuatro manos y a corazón abierto con su mujer Tita Pulido, son obras rotundas de nuestra literatura.


   
Habrá que seguir escuchando sus canciones, pero mientras se leen sus libros.

 
       
Por ahora se ha convertido en el galán cinematográfico de su propia existencia con la película documental Pablus Gallinazo, de próximo estreno.


      
También tuvo bien ganada su fama de tumbalocas, como su propio apellido lo indica.


        
Puedo decir para terminar que ha sido el amigo de mis amigos y el amor de mis amores.
 

 

Ahora hablemos de Peggy Kielland, otra de nuestras bellas y aguerridas buscadoras de paz que, luego de 40 años en Urabá, acaba de abandonar la rutina de la lucha encubierta.

 
         
A todos nos está llegando la hora de ir barriendo para entregar, como decía Mayolo. Pero mientras haya esperanza, que la tenemos, conservamos la vida como podemos.

 
       
Era rubita y ojiazulada, breve y frágil, pero con una mirada que tumbaba gigantes.

 

Sus apuntes eran certeros como dardos envenenados. Con Patricia Ariza y Dina Merlini, también fichadas por la policía como camaradas, nadaístas y hippies,

 

          por el año 66 andaban ayudándole a Santiago García a fundar el teatro revolucionario La Candelaria, como lo lograron, con el paradójico apoyo de Álvaro Gómez.

 

   

        Por el año 78, ante el llamado de su gerente César Gómez, que nos consideraba geniales pero no locos ni peligrosos como rezaba nuestro eslogan,


        
compartimos escritorios en la agencia de publicidad Sams con otros nadaístas que incorporé: Amílcar Osorio, Elmo Valencia, Pablus Gallinazo y mi médium Claudio Vernot.


        
La agencia era propiedad de la Coca-Cola, más precisamente de Indega, la embotelladora autorizada.


       Peggy coordinaba nuestro trabajo con mano de seda y corazón de hierro.


        
Nunca hizo caso de nuestros galanteos, contestando como casada fiel que no era mozuela y tenía marido.


                             
El abrazo con Peggy en el grupo literario del Uraba.


         
Cuando nos íbamos a imaginar que era el jefe del M-19, nada menos que “el flaco” Bateman, de quien escribió un libro de recuerdos con sus aliadas Paticia y Clara Romero.


        
Cuando se cerró la agencia yo partí para Sancho y ella para Carepa y Apartadó en el Urabá, a dirigir la embotelladora.


       
La secuestró el EPL para pedir 3 mil millones pero Navarro le notificó al comandante: “¡Marica, ustedes tienen secuestrada a la compañera de Jaime Bateman! ¡Suéltenla!”


       
Y allí siguió, trabajando por la paz, las mujeres y la cultura.


     
La semana pasada en Necoclí se encontró con la paz total.

 
         
Regocijada, porque ese movimiento por el que tanto luchó había alcanzado la presidencia.


       
Como nadaísta no se privó de tomar Cocacola, pero como emediecinuevista terminó tomando el Poder.

 
          
A ver si Colombia al fin alcanza la paz.

 

 

 

 

 

 

  

 

 

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