Pablus y Peggy
Por: Jotamario Arbeláez
A Tita Pulido
Cuando apareció Pablus Gallinazo en el vidrio panorámico del
Nadaísmo lo hizo de la mano de una guitarra y una novela,
desbancándonos a Eduardo Escobar y a mí en las preferencias del
profeta Gonzalo Arango.
Con
La pequeña hermana ganó el Premio Nadaísta de Novela y con la
guitarra el fervor de la juventud.
Llegó con su consigna: “Ahora
es la guitarra la que tiene la palabra”. Como la suya era acústica
Los Yetis ampliaron la frase hacia “la guitarra eléctrica”.
Y nuestros seguidores cambiaron el poema
que llevaban esbozado en el bolsillo de la camisa por un instrumento
musical.
Entró la era de la canción
protesta, no sólo en Colombia sino en toda Latinoamérica, y Pablus
llegó a alcanzar la misma catadura de Piero, a nivel nacional.
Su primera resonancia
fue con Boca de chicle, que interpretaba el finado y refinado Óscar
Golden.
Luego tuvo un
éxito popular estruendoso con Una flor para mascar. Y luego
capitalizó al público de la revuelta con Mula revolucionaria.
Me tocó acompañarlo de visita a frentes guerrilleros con Patricia
Ariza y
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Santiago García y Enrique Buenaventura y sus grupos teatrales
y al llegar guerrilleros y guerrilleras le hacían paradas de honor.
Por algo lo llamaban “El
Comandante”, título que años después reemplazara por “Monseñor”.
Su fama de cantautor le
fue opacando la de novelista y poeta. La bella Marangola, su
gran novelo como lo llama porque de allí se desprenden otras
noveletas, y El libro de los amados, escrito a cuatro manos y
a corazón abierto con su mujer Tita Pulido, son obras rotundas de
nuestra literatura.
Habrá que seguir escuchando sus canciones, pero
mientras se leen sus libros.
Por ahora se ha convertido en
el galán cinematográfico de su propia existencia con la película
documental Pablus Gallinazo, de próximo estreno.
También tuvo bien ganada su fama de
tumbalocas, como su propio apellido lo indica.
Puedo decir para
terminar que ha sido el amigo de mis amigos y el amor de mis amores.
Ahora hablemos de Peggy Kielland, otra de nuestras
bellas y aguerridas buscadoras de paz que, luego de 40 años en Urabá,
acaba de abandonar la rutina de la lucha encubierta.
A todos nos está
llegando la hora de ir barriendo para entregar, como decía Mayolo.
Pero mientras haya esperanza, que la tenemos, conservamos la vida
como podemos.
Era rubita y ojiazulada, breve
y frágil, pero con una mirada que tumbaba gigantes.
Sus apuntes eran certeros como dardos envenenados.
Con Patricia Ariza y Dina Merlini, también fichadas por la policía
como camaradas, nadaístas y hippies,
por el año 66 andaban ayudándole a Santiago García a fundar el
teatro revolucionario La Candelaria, como lo lograron, con el
paradójico apoyo de Álvaro Gómez. |
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Por el año 78, ante el llamado de su gerente César Gómez, que
nos consideraba geniales pero no locos ni peligrosos como rezaba
nuestro eslogan,
compartimos escritorios
en la agencia de publicidad Sams con otros nadaístas que incorporé:
Amílcar Osorio, Elmo Valencia, Pablus Gallinazo y mi médium Claudio
Vernot.
La agencia era propiedad
de la Coca-Cola, más precisamente de Indega, la embotelladora
autorizada.
Peggy coordinaba nuestro
trabajo con mano de seda y corazón de hierro.
Nunca hizo caso de
nuestros galanteos, contestando como casada fiel que no era mozuela
y tenía marido.
El abrazo con Peggy en el grupo literario del Uraba.
Cuando nos íbamos
a imaginar que era el jefe del M-19, nada menos que “el flaco”
Bateman, de quien escribió un libro de recuerdos con sus aliadas
Paticia y Clara Romero.
Cuando se cerró la
agencia yo partí para Sancho y ella para Carepa y Apartadó en el
Urabá, a dirigir la embotelladora.
La secuestró el EPL para pedir
3 mil millones pero Navarro le notificó al comandante: “¡Marica,
ustedes tienen secuestrada a la compañera de Jaime Bateman!
¡Suéltenla!”
Y allí siguió, trabajando por
la paz, las mujeres y la cultura.
La semana pasada en Necoclí se encontró
con la paz total.
Regocijada, porque
ese movimiento por el que tanto luchó había alcanzado la
presidencia.
Como nadaísta no se privó de
tomar Cocacola, pero como emediecinuevista terminó tomando el Poder.
A ver si
Colombia al fin alcanza la paz. |