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COLUMNISTA |
Pereira, Colombia - Edición: 12.972-552 Fecha: Jueves 08 de septiembre de 2022 |
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Contratiempo
Un hombre grande,
en todos los sentidos de la palabra, escritor, ensayista, crítico,
poeta, académico, con 74 años sobre la torva tierra, se ha
despedido. Cesando las quejumbres corporales que le agobiaban.
Era de esos seres
que representaban a Bogotá frente los aedos provincianos recién
llegados, con ese aire de suficiencia socarrona y galante, en su
puesto de director de los siete pisos de la librería Buchholz,
serrallo bibliofílico donde acudían intelectuales y poetas a
proveerse de novedades y antigüedades, algunos de ellos sin disponer
de pecunia.
Nunca me robé un
libro, debo confesarlo sin moralismos, lo que debió ser percibido
por el perspicaz librero. En vista de mi inopia evidente Cobo me
llamó y sin que el cajero se diera cuenta me regaló uno de los
libros más bellos que conservo y es El pobre de Asís, de Kazantzakis.
Con cuya lectura paradójicamente superé mis penurias.
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Y cuando llegaba con la bolsa llena a decirle que me vendiera el mejor libro que hubiera leído por esos días, me respondía: “Yo ya ni leo”. Escribió sesudos ensayos sobre el movimiento nadaísta en los que nos exaltaba y luego nos condenaba, como tal vez merecíamos.
Pero el momento grandioso y por el que lo sigo adorando fue en el año 80 cuando me concedió, con los otros prestigiosos jurados Mario Rivero y Darío Jaramillo Agudelo, el Premio Nacional de Poesía de la editorial Oveja Negra y la revista Golpe de Dados.
En los últimos
tiempos nos la pasamos polemizando, azuzados por los programas
televisivos de Margarita Vidal, porque a él no le había gustado que
ganara el “premio chavista de poesía” de la Fundación Rómulo
Gallegos. Le contesté que sí era un premio “chavista”, pero no por
Chávez, sino por los “chavos” que comportaba. Le hice reír.
Y aquí tenemos a su excelso gerente suplicándole a Juan Gustavo Cobo Borda que lo guíe para saber qué puede él hacer “antes de entrar en prensa en nuestros talleres la novela titulada “Que viva la
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música” ya que su contenido desafía, según el señor Canal, todos los valores de nuestra sociedad y es “una apología de las costumbres y vicios que actualmente tratan de erradicarse por todos los medios”.
La Santa Inquisición vivita y coleando en el año de 1977. Juan Gustavo Cobo Borda leyó la carta y haciendo caso omiso de su estupidez publicó la novela del escritor Andrés Caicedo. “The rest is history”, como se dice por estos lares. Gracias a Juan Gustavo, María del Carmen Huerta sigue bailando entre páginas y más páginas y en muchísimos idiomas. Gracias a Juan Gustavo la música no murió en las garras censoras. El siemprecensurado Andrés Caicedo pudo ver publicado su “librito”.
Así lo llamaba él
en nuestras conversaciones telefónicas: “Esta vez sí va a salir
publicado mi librito, Rosarito. Juan Gustavo está empeñado en
publicarlo. Juan Gustavo de verdad cree en mí”. De verdad verdad
Juan Gustavo creyó, y esa creencia le dio al escritor el deseo de
continuar escribiendo, de continuar editando su “librito”, de
continuar por un tiempo más. Juan Gustavo Cobo Borda: estés donde
estés, estás con los miles de libros que leíste y editaste y
escribiste. Estás por lo tanto con la hermosa Libertad. Te abrazo
siempre. Cada vez que mis manos tocan el papel impreso. Cada vez que
leo. Cada vez. Rosario Caicedo”.
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