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COLUMNISTA

 

Pereira, Colombia - Edición: 12.997-577

Fecha: Jueves 03 de Noviembre de 2022

 

El Nadaísmo bendito
 

 

Por: Jotamario Arbeláez

 

Ya no soy el joven que andaba por el mundo prendido de sus libros que leía aun caminando como los sacerdotes sus biblias y con sus poemas leyéndolos donde le daban oídos y con una doctrina propia que iba fraguando con sus amigos para hacer que el mundo dejara de ser tan violento como el país que nos acogía con diarias matanzas que aparecían por la prensa del estado de sitio, que dejara de ser tan crédulo que acogiera las consignas de los curas en los púlpitos de la misa dominical condenando a los liberales nueve abrileños, que dejara de ser tan atrasado en literatura que María fuera la única heroína para mostrar y no se hubiera dado acceso a la poesía de vanguardia, que siguiera siendo tan moralista que no le daba paso a las licencias del erotismo.

 

No puedo ahora dar un paso por mis habitaciones campestres sin tropezar con volúmenes que desde mi adolescencia son mi compaña.

 

Tropiezo por ejemplo con El amor, las mujeres y la muerte de Schopenhauer y se me encharcan los ojos, con el hablador de Zaratustra de Nietzsche y el pecho se hincha, con el Orlando furioso de Ludovico y salgo buscar el caballo que nunca tuve, con la Historia de mis infortunios de Abelardo y percibo que lo que logré sufrir fue bien poco.

 

Todo el tiempo que le gané a la vida leyendo lo redisfruto sobre la lona de mi hamaca con el scotch imperdible.

 

Y decían que si me metía en la poesía terminaría menesteroso. Supe escoger mis

 

 

  

influencias, entre ellas Ovidio, Lord Byron, Saint John Perse, Raymond Russell, Pablo Neruda y Octavio Paz aunque se le quemara la casa.  Como éramos muchachos de la calle llena de bares de mala muerte estábamos sometidos al sufrimiento y las privaciones. Para aun así no nos privamos de nada.

 

La juventud no repara en carencias.

 

 

Escribimos todo lo que se nos dio la gana con unos estilos que destilaban irritación y humor del más negro. Por algo se decía que el Nadaísmo era el ocio del pueblo. Un día del 71 pasó Gonzalo Arango por en medio de nosotros rumbo hacia El Tiempo.  Al día siguiente apareció la noticia de que abandonaba el Nadaísmo que dejaba simbólicamente en forma de flor sobre el pecho de Hernando Santos, su director.

 

 

Se tomó como un chiste cruel, pero pasado un tiempo tanto Eduardo Escobar como Jotamario fueron llamados, por parte de los

 

 

Santos Calderón Pacho y Enrique, a hacer parte de la nómina de columnistas, donde siguen pregonando su evangelio de la nueva oscuridad quién sabe hasta cuándo.

 

Y por eso su nadaísmo permanece firme en el tiempo.

 

Disfrutando de los rayos del cielo que me caen sobre la corona, siento que la poesía me sugiere que aliente a quienes la han asumido y la cultivan como un destino que no se le corran por las dificultades que se presentan, como las esporádicas escaseces de editores y de lectores, que si se persevera se alcanza.

 

 

Nos lanzamos con gusto como la generación del fracaso, nadie debía esperar nada de nosotros, a pesar de posar como “geniales, locos y peligrosos”; ni siquiera fuimos capaces de definir el movimiento que nos aglutinaba, ni de formular la doctrina, aparte de en unos cuantos manifiestos nefandos y algunas entrevistas risueñas.

 

Colmamos con nuestra insolencia los años sesenta, los setenta, los ochenta, los noventa, y seguimos con los dosmiles, los dosmil dieces y ahora en los dos mil veintes recibimos las mieles del reconocimiento. Patricia Ariza ministra de la cultura, Pablus Gallinazo consagrado en un precioso largometraje, los pintores Alcántara y Álvaro Barrios en sus sitiales mundiales, Armando Romero desplazando su obra por Europa, de donde solicitan antologías de la poesía nadaísta, Eduardo Escobar y Jaime Jaramillo Escobar con la publicación de su testamento poético, Insistencia en el error y Poesía para hoy, igual Dukardo Hinestroza, Rafael Vega-Jácome y Dina Merlini.

 

No es necesario creer en Dios, aunque yo si creo, para ser colmados de bendiciones.

 

  

 

 

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