Intermedio
Se consolidó el espectro
Jotamario Arbeláez
Mi ingreso a la política partidista de esta bella y dolorida
Colombia, que ahora estoy viendo mucho más bella aunque no menos
dolida, ocurrió 38 días antes de cumplir mis primeros 10 años,
cuando la abuela Carlota Arbeláez de Rionegro me vistió muy cachaco
y me llevó de la mano hasta la Casa Liberal, que era un solar con
una caseta de madera de dos pisos en el barrio San Nicolás, del que
éramos habitantes y donde esa noche hablaría el líder Hernán Isaías
Ibarra, año y medio después del asesinato de Gaitán y el consecuente
nueveabrilazo. Yo llevaba mi banderita confeccionada con una rama
seca, una hoja roja de papel celofán y cinta pegante. La casa estaba
atestada pero yo me movía entusiasmado como pez en pecera dando
abajos a la godarria. En un momento dado entraron unos civiles,
entre detectives y “pájaros” (como se llamaba a los paradetectives
de entonces) dando bala, y cuando se retiraron entraron policías
dando más bala, y cuando se retiraron entró el ejército dando bala
más todavía. Con la abuela y muchos manifestantes nos refugiamos en
un café que quedaba en la esquina de la carrera cuarta, y desde
debajo de las mesas oíamos pasar las balas que entraban por la
ventana. Hubo 22 muertos y 70 heridos. En ese momento se celebraba
cerca de ahí el ascenso a General de Rojas Pinilla y su posesión
como comandante de la Tercera Brigada, quien justificó la matanza
diciendo que turbas liberales habían atacado con explosivos la sede
del detectivismo (SIC). Lo cual era falso. Desde entonces resulté
invulnerable a los atentados.
El 7 de Agosto de 1956, en el mismo barrio de San Nicolás, en la 25,
entre la estación del ferrocarril y el Teatro Roma y los billares
donde
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me ponían bolas y de donde acababa de irme caminando para la nueva
casa pues habíamos desocupado la de la cuarta con 20 para pasarnos
al Barrio Obrero, estallaron 7 camiones cargados de dinamita que
destruyeron varias manzanas a la redonda dejando 1300 muertos y 4
mil heridos. Se desconocen aún las causas de la explosión, pero el
General Rojas Pinilla, que entonces era el presidente de facto de la
República, aventuró que se había tratado de un “sabotaje político”
de la oposición, en particular de Alberto Lleras y Laureano Gómez,
firmantes de los pactos de Benidorm.
Le fui cogiendo tanta tirria al generalote que el 10 de mayo de 1957
fui uno de los más aguerridos tirapiedras tumbagobierno de mi
colegio de Santa Librada, que desde entonces se conoció como Santa
Pedrada. Salió corriendo rumbo al exilio. Fue declarado Indigno por
el Congreso. Y siguió el Frente Nacional tan campante, de acuerdo
con los pactos de España. Pero, oh sorpresa. El General regresa para
el último período de quienes lo desbancaron y gana las elecciones
que le son birladas por fraude. Y los poetas Elmo Valencia y
Jotamario, en vista del supremo delito electoral que anula los
turbios antecedentes, viajan a Bogotá a escribir El libro rojo de
Rojas, con documentos que confirman el chocorazo. No logran el
objetivo de hacer respetar el designio popular y por su mismo camino
se crea la guardia roja de Rojas, o sea el M-19, guerrilla desde
siempre desmamertizada, con la consigna: con el pueblo, con las
armas, con María Eugenia al Poder. La Capitana se les zafa. Y ellos
persisten, con buenas y malas artes, en la pelea. Firman la paz,
entregan las armas, les matan a casi toda su dirigencia, participan
en forma destacada en la nueva constitución, se toman el senado,
ocupan importantes cargos públicos, algunos se tuercen a la derecha,
un político nadaísta logra la firma de la paz con las Farc en el
gobierno de Santos, en la era uribista se
presenta el holocausto de colombianos que se llamó falsos positivos,
con 6402 muertos inocentes confesados en parte por militares
involucrados, Gustavo Pedro se prepara por 30 años para hacerse
digno de la Presidencia de la República ante el terror de las gentes
por los desmanes de las Farc y lo miran como un espectro, lo intenta
tres veces y a la tercera es la vencida, no en primera sino en
segunda. Pero aquí está. Se llama Gustavo Petro y es nuestro
presidente.
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