Fundado el 9 julio de 1948

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur K. Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

Pereira, Colombia - Edición: 13.031.611

Fecha: Sábado 21-01-2023

 

EDITORIAL

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EDITORIAL

 

La descolgada del PIB en Colombia

 

La desaceleración de la economía colombiana es una realidad. Todos los informes y proyecciones, tanto nacionales como internacionales, coinciden en que la caída del Producto Interno Bruto (PIB) será drástica este 2023. No de otra manera se entiende la preocupante previsión en torno a que el país pasará de tener un dinamismo productivo superior al 8% al cierre de 2022 a un máximo de 1,5% a diciembre de este año.

Lo más inquietante es que algunos analistas alertan que se puede estar su dimensionando esta descolgada, en gran parte -y paradójicamente- porque el mayor temor meses atrás era un contagio a nivel interno del clima recesivo global. A hoy, es claro, es bajo el riesgo de registrar un crecimiento económico negativo por dos o más trimestres consecutivos en nuestro país. Pero ello, en modo alguno, disminuye la gravedad del marcado enfriamiento productivo que se está experimentando desde finales del año pasado.

Tanto al Índice de Seguimiento a la Economía (ISE) revelado esta semana por el DANE, como los pronósticos del Banco Mundial, Cepal, FMI, OCDE, el Banco de la República y el propio Gobierno permiten concluir que el aparato productivo está perdiendo dinamismo a un ritmo acelerado. La previsión de crecimiento más optimista entre todas instancias es la del Ministerio de Hacienda, que fija sus esperanzas en que el PIB de 2023 esté alrededor del 2%. El resto de proyecciones apuestan más bajo, sin descartar incluso porcentajes de apenas un 1,3%, una tasa que al decir de no pocos expertos se podría interpretar de nulo crecimiento, ya que apenas si reflejaría la evolución inercial de la estructura productiva y el incremento poblacional.

Obviamente no se puede desconocer que hay un escenario global muy complicado. La ola inflacionaria está considerada ya como la nueva ‘pandemia’, en tanto que algunas potencias económicas han señalado que si bien no han caído en una recesión típica, su desaceleración es sustantiva. Por ejemplo, China reveló esta semana que el 3% de 2022 es su crecimiento más bajo desde la década de los setenta del siglo pasado.

A su turno, la guerra en Ucrania, con su duro coletazo en materia de precios de los hidrocarburos e impacto en la cadena productiva trasnacional derivada, entra en próximos días en su onceavo mes sin que haya visos de una salida pacífica a corto plazo. Por el contrario, la beligerancia verbal entre Moscú y Occidente es cada día más amenazante en torno al riesgo de una conflagración bélica de mayor escala.
 

 

   

 

Las preguntas salen sin respuestas

 

Por Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com

 
Desde que tengo conocimiento sobre la vida pública en Colombia, siendo muy pequeño escuche hablar de personajes siniestros que gobernaban el país. Eso fue en los años 50s. Era otra época donde reinaba la ignorancia popular y la gente creía en partidos políticos al igual que la religión.

La idiosincrasia de estas sociedades que habitan el continente están muy apegadas a las creencias religiosas y políticas, muy poco en el raciocinio intelectual que otras tienen y han logrado avanzar en su bienestar humano. Los jefes de los cultos son los orientadores y manipuladores de las personas que carecen de independencia intelectual y buscan allí llenar ese vacío y funcionar como súbditos de ese epicentro de donde les absorbe y les alimenta el raciocinio elemental.

Una sociedad de élites es muy difícil que avance y se congregue como una empresa social y no de líderes. Mientras permanezca unida a un liderazgo no va a poder avanzar porque normalmente los líderes son psicópatas y son los dueños de lo existente sin que nadie se dé por aludido. Excepto los independientes, autónomos o empresarios.

Lo que está pasando en la actualidad es que ya está entronizado un líder que no tiene respeto por sí ni por la sociedad que lo ha elegido. Sus faltas de asistencia demuestran que hay algo enfermizo en él, algo que no está claro en su récord médico o de quienes manejan su agenda laboral. Él ha sido elegido para administrar un país y manejar los bienes de los colombianos, porque Colombia no es una monarquía donde se ha nombrado un gobernante.

En derecho existe un precepto, como se hace se deshace. De esta forma lo que quedó mal tejido se deshace para volverlo a tejer con mejores tejedoras. Esta ha sido la regla que se ha venido empleando en naciones donde la sociedad presiente que algo malo va a pasar o está pasando.

Colombia es un país pequeño, a pesar que tiene millones de habitantes y su economía es muy frágil. El dólar es una moneda fluctuante que depende de muchos movimientos económicos a nivel mundial para su estabilidad. El peso colombiano podría ser una moneda duro si sus genios en economistas supieran hacer lo que realmente se debe hacer. En Colombia hay más de dos trillones de dólares almacenados en millones de familias que los han ahorrado de sus trabajos secretos, pero están ahí, El gobierno americano lo sabe y está en silencio. Porque está usando ese dinero en su contabilidad para poder girar dinero respaldado en ese guardado.

Hay un mal manejo en la economía en este momento porque el líder está ausente y sus alfiles no saben dónde están parados.

No hay que asustarse, lo que hay que hacer es organizarse y trabajar para que el país se monte en los riles que realmente debe estar.

 

 

 

Crónica #571

 

LA CIUDAD INUNDADA
 


Gustavo Alvarez Gardeazábal

 
Audio:

https://www.spreaker.com/episode/52492527

Cuando uno ve los estruendosos videos de las inundaciones que ha sufrido Medellín en la última semana, y que a más de muertos voltea patas arriba la imagen de ciudad ordenada y previsiva con anticipación como ninguna otra de Colombia, uno solo atina a pensar en dónde o cuándo se equivocaron los paisas para que por estos días las ciudades del Valle de Aburrá, que ya son una sola, se hayan inundado de esa manera.

No hay que pensar mucho porque ni Medellín es Barranquilla antes de los Char, ni los arroyos de la capital del Atlántico se trasladaron a Medellín.

Pero el problema es el mismo de Barranquilla cada que llovía a cántaros: un problema de alcantarillado. El puerto costeño no tenía cañerías para las aguas lluvias. Medellín sí las construyó pero no las renovó ni las aumentó para recibir todas las aguas que bajan desde los costados de la tacita de plata que era el Valle de Aburrá.

Por años. Por décadas, todas las calles que subían a las lomas que rodean la gran ciudad que es hoy Medellín, desde Caldas hasta Barbosa, fueron finalmente pavimentadas. En 1963, lo recuerdo como si fuera ayer, me tocó hacer el Censo Nacional en lo que apenas empezaba a trazarse como el barrio Campo Valdés y todas sus calles eran canales donde el barro asentaba ilusiones.

Ahora no hay una calle que suba a esas lomas que no esté pavimentada y cuando llueve a cántaros cada una de ellas, es decir los centenares de kilómetros pavimentados, recogen todas las aguas lluvias expeditamente para ir a dar a un alcantarillado hecho a la medida de los coetáneos de José Gutiérrez Gómez el fundador del GEA.

Bueno, decir que las recogen es una exageración, lo correcto es afirmar que ya no pueden recogerlas. Alguien se equivocó en la previsión, alguien calculó mal, como sabemos ahora que ayer lo hizo Bojanini para poner al GEA de hoy en aprietos.

Pero como la equivocación fue conjunta, entre todos, del alcalde para abajo deben levantar el Gran Plan Maestro de Alcantarillado que corrija lo que no fue previsto y lo solucione haciendo, no hablando.

 

El Porce, enero 21 del 2023

 

 

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