EDITORIAL
La descolgada del PIB en Colombia
La desaceleración de la economía colombiana es una
realidad. Todos los informes y proyecciones, tanto nacionales como
internacionales, coinciden en que la caída del Producto Interno
Bruto (PIB) será drástica este 2023. No de otra manera se entiende
la preocupante previsión en torno a que el país pasará de tener un
dinamismo productivo superior al 8% al cierre de 2022 a un máximo de
1,5% a diciembre de este año.
Lo más inquietante es que algunos analistas alertan que se puede
estar su dimensionando esta descolgada, en gran parte -y
paradójicamente- porque el mayor temor meses atrás era un contagio a
nivel interno del clima recesivo global. A hoy, es claro, es bajo el
riesgo de registrar un crecimiento económico negativo por dos o más
trimestres consecutivos en nuestro país. Pero ello, en modo alguno,
disminuye la gravedad del marcado enfriamiento productivo que se
está experimentando desde finales del año pasado.
Tanto al Índice de Seguimiento a la Economía (ISE) revelado esta
semana por el DANE, como los pronósticos del Banco Mundial, Cepal,
FMI, OCDE, el Banco de la República y el propio Gobierno permiten
concluir que el aparato productivo está perdiendo dinamismo a un
ritmo acelerado. La previsión de crecimiento más optimista entre
todas instancias es la del Ministerio de Hacienda, que fija sus
esperanzas en que el PIB de 2023 esté alrededor del 2%. El resto de
proyecciones apuestan más bajo, sin descartar incluso porcentajes de
apenas un 1,3%, una tasa que al decir de no pocos expertos se podría
interpretar de nulo crecimiento, ya que apenas si reflejaría la
evolución inercial de la estructura productiva y el incremento
poblacional.
Obviamente no se puede desconocer que hay un escenario global muy
complicado. La ola inflacionaria está considerada ya como la nueva
‘pandemia’, en tanto que algunas potencias económicas han señalado
que si bien no han caído en una recesión típica, su desaceleración
es sustantiva. Por ejemplo, China reveló esta semana que el 3% de
2022 es su crecimiento más bajo desde la década de los setenta del
siglo pasado.
A su turno, la guerra en Ucrania, con su duro coletazo en materia de
precios de los hidrocarburos e impacto en la cadena productiva
trasnacional derivada, entra en próximos días en su onceavo mes sin
que haya visos de una salida pacífica a corto plazo. Por el
contrario, la beligerancia verbal entre Moscú y Occidente es cada
día más amenazante en torno al riesgo de una conflagración bélica de
mayor escala.
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Las preguntas salen sin respuestas
Por Zahur Klemath Zapata
zapatazahurk@gmail.com
Desde que tengo conocimiento sobre la vida pública en Colombia,
siendo muy pequeño escuche hablar de personajes siniestros que
gobernaban el país. Eso fue en los años 50s. Era otra época donde
reinaba la ignorancia popular y la gente creía en partidos políticos
al igual que la religión.
La idiosincrasia de estas sociedades que habitan el continente están
muy apegadas a las creencias religiosas y políticas, muy poco en el
raciocinio intelectual que otras tienen y han logrado avanzar en su
bienestar humano. Los jefes de los cultos son los orientadores y
manipuladores de las personas que carecen de independencia
intelectual y buscan allí llenar ese vacío y funcionar como súbditos
de ese epicentro de donde les absorbe y les alimenta el raciocinio
elemental.
Una sociedad de élites es muy difícil que avance y se congregue como
una empresa social y no de líderes. Mientras permanezca unida a un
liderazgo no va a poder avanzar porque normalmente los líderes son
psicópatas y son los dueños de lo existente sin que nadie se dé por
aludido. Excepto los independientes, autónomos o empresarios.
Lo que está pasando en la actualidad es que ya está entronizado un
líder que no tiene respeto por sí ni por la sociedad que lo ha
elegido. Sus faltas de asistencia demuestran que hay algo enfermizo
en él, algo que no está claro en su récord médico o de quienes
manejan su agenda laboral. Él ha sido elegido para administrar un
país y manejar los bienes de los colombianos, porque Colombia no es
una monarquía donde se ha nombrado un gobernante.
En derecho existe un precepto, como se hace se deshace. De esta
forma lo que quedó mal tejido se deshace para volverlo a tejer con
mejores tejedoras. Esta ha sido la regla que se ha venido empleando
en naciones donde la sociedad presiente que algo malo va a pasar o
está pasando.
Colombia es un país pequeño, a pesar que tiene millones de
habitantes y su economía es muy frágil. El dólar es una moneda
fluctuante que depende de muchos movimientos económicos a nivel
mundial para su estabilidad. El peso colombiano podría ser una
moneda duro si sus genios en economistas supieran hacer lo que
realmente se debe hacer. En Colombia hay más de dos trillones de
dólares almacenados en millones de familias que los han ahorrado de
sus trabajos secretos, pero están ahí, El gobierno americano lo sabe
y está en silencio. Porque está usando ese dinero en su contabilidad
para poder girar dinero respaldado en ese guardado.
Hay un mal manejo en la economía en este momento porque el líder
está ausente y sus alfiles no saben dónde están parados.
No hay que asustarse, lo que hay que hacer es organizarse y trabajar
para que el país se monte en los riles que realmente debe estar.
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Crónica #571
LA CIUDAD INUNDADA
Gustavo Alvarez Gardeazábal
Audio:
https://www.spreaker.com/episode/52492527
Cuando uno ve los estruendosos videos de las inundaciones que ha
sufrido Medellín en la última semana, y que a más de muertos voltea
patas arriba la imagen de ciudad ordenada y previsiva con
anticipación como ninguna otra de Colombia, uno solo atina a pensar
en dónde o cuándo se equivocaron los paisas para que por estos días
las ciudades del Valle de Aburrá, que ya son una sola, se hayan
inundado de esa manera.
No hay que pensar mucho porque ni Medellín es Barranquilla antes de
los Char, ni los arroyos de la capital del Atlántico se trasladaron
a Medellín.
Pero el problema es el mismo de Barranquilla cada que llovía a
cántaros: un problema de alcantarillado. El puerto costeño no tenía
cañerías para las aguas lluvias. Medellín sí las construyó pero no
las renovó ni las aumentó para recibir todas las aguas que bajan
desde los costados de la tacita de plata que era el Valle de Aburrá.
Por años. Por décadas, todas las calles que subían a las lomas que
rodean la gran ciudad que es hoy Medellín, desde Caldas hasta
Barbosa, fueron finalmente pavimentadas. En 1963, lo recuerdo como
si fuera ayer, me tocó hacer el Censo Nacional en lo que apenas
empezaba a trazarse como el barrio Campo Valdés y todas sus calles
eran canales donde el barro asentaba ilusiones.
Ahora no hay una calle que suba a esas lomas que no esté pavimentada
y cuando llueve a cántaros cada una de ellas, es decir los
centenares de kilómetros pavimentados, recogen todas las aguas
lluvias expeditamente para ir a dar a un alcantarillado hecho a la
medida de los coetáneos de José Gutiérrez Gómez el fundador del GEA.
Bueno, decir que las recogen es una exageración, lo correcto es
afirmar que ya no pueden recogerlas. Alguien se equivocó en la
previsión, alguien calculó mal, como sabemos ahora que ayer lo hizo
Bojanini para poner al GEA de hoy en aprietos.
Pero como la equivocación fue conjunta, entre todos, del alcalde
para abajo deben levantar el Gran Plan Maestro de Alcantarillado que
corrija lo que no fue previsto y lo solucione haciendo, no hablando.
El Porce, enero 21 del 2023
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