Madre Coraje
Por: Jotamario Arbeláez
Con motivo del nombramiento por el gobierno de Petro de Patricia
Ariza como Ministra de Cultura, me es grato reproducir la columna
publicada hace 8 años en El Tiempo con motivo de otros
reconocimientos mundiales.
Con motivo de la obligada renuncia de Patricia Ariza como Ministra
de Cultura, reproduzco este texto publicado en este mismo sitio hace
algunos meses, deplorando la despectiva actitud gubernamental.
El teatro antifascista y el ejemplo corajudo de Bertolt Brecht
impresionaron nuestra juvenil insurgencia.
Los dos personajes más imponentes del teatro nacional, Santiago
García y Enrique Buenaventura -y otros no pocos- se sumaron a su
aventura.
Y al teatro y a la vida de Santiago adhirió muy pronto Patricia
Ariza, y alzaron el Teatro La Candelaria, hace ya casi 50 años,
con al apoyo secreto y desinteresado de Álvaro Gómez, quien asistía
entusiasta pero de incógnito a las obras conspirativas con un tupido
bigote falso,
como el que usó cuando lo soltaron del secuestro y entró a tomar un
whisky en Mr. Ribbs.
¿Y qué hubieras hecho si no te hubiera alcanzado la plata para
pagarlo?, le preguntó el caricaturista Álvaro Montoya.
Me hubiera quitado el bigote, respondió el posteriormente asesinado
sin asesino.
Brecht había fundado el Berliner Ensemble, apoyado por su segunda
esposa, Helene Weigel, quien a su muerte continuó con la obra del
director y dramaturgo alemán,
e interpretó magistralmente a Madre Coraje, una de sus obras
señeras, en la película de
|
|
Peter
Palitzsch.
Patricia Ariza nació en Santander, en Vélez, y huyendo de la
violencia su familia se trasladó a Bogotá en 1948,
donde lo primero que oyeron fue: ¡Mataron a Gaitán!
Les quedaron los discos con sus discursos, que su padre ponía
reiterativamente a todo volumen, para susto de los pequeños, que
terminaron impetrando justicia.
Iniciando su juventud viajó a Medellín y se entregó al primer
nadaísmo.
Gonzalo Arango le dio la alternativa e ingresó al Bar Metropol, en
cuyos billares los poetas practicaban a Pitágoras.
La llamaban La Piaff pues cantaba en francés melodías de ayer.
Era el impacto en las cantinas donde comenzaban a entrar las niñas
desgreñadas del nadaísmo, por sus piernas exuberantes y por sus
medias de un velado existencialismo.
Hizo, con Dina Merlini y Helena Restrepo, parte del grupo de
nadaístas de Medellín y Cali que viajaron a una isla perdida en el
Pacífico con la idea de crear una nueva nación deshipotecada de
tradiciones,
como quedó consignado en la novela Islanada, de Elmo Valencia.
Y fue una de las fundadoras y felizmente sobreviviente del
exterminio de la Unión Patriótica.
Jota y Patricia. Foto Juan Domingo Guzmán
Acaba de
recibir el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos de
la ONG sueca Diakonia.
Y simultáneamente el Premio Internacional de Teatro Gilder/Coigney,
de The League of Professional Theatre Women, por sus 50 años de
trabajo artístico.
Premio considerado el Nobel para mujeres del teatro, que obtuvo
entre 21 candidatas de 19 países y que se le entregó en Nueva York,
previa ceremonia donde leyó algunos de los poemas de su libro Hojas
de papel volando, también premiado por la pujante y perseverante
Tertulia Poética de Gloria Luz Gutiérrez.
Es la persona que con más vehemencia ha
|
|
luchado porque el
Estado ayude a los artistas a crear y a sobrevivir en la creación.
Ha logrado mantener, aun tras el alejamiento de García de las
tablas, el entusiasta sacrificio del grupo de planta frente a
menguados presupuestos,
dirige el Festival Alternativo de Teatro y el de Mujeres en escena,
y monta obras que viajan por el mundo con víctimas del
desplazamiento, con mujeres vejadas, transexuales y rastafaris.
Fue motivo de regocijo para sus amigos de siempre abrir el periódico
El Tiempo y encontrar un editorial con el título: El
reconocimiento a Patricia Ariza, donde se expresa:
“Que su obra esté siendo reconocida dentro y fuera del país no es
sólo un reconocimiento a toda una generación que ha dado su vida al
teatro, sino un síntoma más de que poco a poco esta sociedad
considera la posibilidad de dejar la guerra atrás”.
Sorprendente, pues hace sólo 5 años, como lo cantó el mismo diario,
un expediente de la policía -que le acarreó el ridículo a la
institución-, la acusaba de los tres cargos más pesados para el
establecimiento: de subversiva, de nadaísta y de hippie.
Es firme defensora del proceso de paz que se adelanta en La Habana.
Una verdadera madre coraje, no en el sentido del personaje
brechtiano -que es una ferviente defensora de la guerra hasta que
ésta le quita sus hijos-
sino en el sentido de su verraquera para afrontar con el arte los
desafíos del presente.
En el último manifiesto, A la
mierda con la guerra, firmado por Nadaístas por la paz, afirma,
dirigiéndose a los integrantes de la mesa:
“No se levanten, por favor. Los nadaístas sobrevivientes estamos
dispuestos a poner los manteles, a servir el café y el postre, a
relatar la guerra como memoria histórica, a cantar a lo lejos
canciones de paz. No lo hagan. Estamos preparando la celebración.”
Felicitaciones. Y sigue insuflándonos coraje, madre Patricia.
El Tiempo. Noviembre 16-2014
(Patricia y
Jotamario. Foto Gilma Suárez)
|