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COLUMNISTA

 

Pereira, Colombia - Edición:13.111-691

Fecha: Jueves-27-07-2023

 

Contratiempo

 

Por: Jotamario Arbeláez

jotamarionada@hotmail.com

 

Lo que me tocó vivir

 

Siento que he sido un hombre justo y los justos reciben a veces en vida los favores de la justicia divina que tiene menos posibilidades de equivocarse y en ningún caso de venderse. Tengo 82 años encima de esta cabeza tragona de bibliotecas y sobresaturada de observaciones consignadas de lo que es la vida en la tierra a partir del terruño y hasta el haber pisado la luna. Más una salud que me soporta 12 horas de trabajo en las barras de la escritura matizadas con unos cuantos metros de caminata para mover las extremidades inferiores, pues las superiores las muevo a cada minuto.

Puede considerarse en son de humildad que quien se pretende justo es un pretencioso, un sobrevalorado así tenga como probarlo. Más curioso en mi caso, pues desde que adolescente con el bachillerato perdido me matriculé en el oprobioso movimiento nadaísta se me consideró más que revolucionario extremista, vagabundo más que desempleado, hereje más que irreverente, bufón, histrión o payaso más que cómico de la lengua, y eso sí sumo sacerdote con los amores que por la escala de Jacob me bajaron del cielo, entre los que tengo que titular a Marlén Campo, quien me enseñó las maduras y las más duras, a la

 

 

 

Maga con quien comencé a volar por las más exquisitas dimensiones espirituales, a Claudia Rey quien nunca me dijo no, a Aura Lucía Mera quien me enseño el amor con tres tenedores, y a Claudia Jaramillo Flórez quien me otorgó la maravilla de dos hijos de fábula, hermosos y talentosos, Salvador y Salomé, quien me acaba de coronar con el abuelazgo de Emilia Curtis, apellido de mi ídolo cinematográfico del mediodía.

 

El título de poeta, que en principio se puso

 

en duda dada una originalidad a duras penas soportada en la patafísica, lo fui aclarando con sucesivos premios de poesía y con la inclusión a los 22 años en la Antología de la poesía Latinoamericana de Aldo Pellegrini, el poeta argentino colector del surrealismo. Como éste es un informe retrospectivo hacia algunos que no lo saben y puede llegar a importarles, mi primer premio lo vine a obtener terminando el hippismo de la calle Sesenta, de la Miel, del Templo detrás del Hilton. Era 1980 y lo concedió la editorial Oveja Negra, por entonces de Gabo, a Mi reino por este mundo (lo que llevaba hasta entonces desde el 60), y consistió en un chequezuelo nunca soñado, entregado por el expresidente López Michelsen, del cual fue a dar u porcentaje a los reclusos por entonces de La Picota, que andaban en una lucha todavía más loca que la nuestra que no contemplaba más que disparos verbales. La de ellos muchos años más tarde y después de firmar la paz, y de ver sacrificar a su jefe y posible presidente Pizarro, los habría de conducir sin armas a la casa de Nariño con otro líder.

 

Este premio me llevó a la publicidad por donde ya había andado picoteando, a Propaganda Sancho donde permanecí por

 

 

 

17 años, de donde vine a salir por motivos gubernamentales que afectaron la actividad, recibiendo el Premio Nacional de Poesía Colcultura 1997 por La casa de memoria. De donde pasé a ser Secretario de Cultura de Cundinamarca con dos gobernadores, David Aljure y enseguida Andrés González Díaz. Allí recibí en 1999 el Premio Nacional de Poesía del Distrito por el poema El cuerpo de ella, escrito en 1961 en honor de la poeta Dina Merlini, quien murió hace unos meses, en San Andrés. En 2008 recibí el Premio Valera Mora, de la Fundación Rómulo Gallegos, de Caracas. Y luego siguieron a la vida y a la obra: el Ramón López Velarde de México concedido por la Universidad de Zacatecas. El Dámaso Alonso de España por la Academia del Buen Decir. Y el de la Gobernación del Valle en 2021, el día que gracias a gestiones de mi compañero Armando Romero la Universidad del Valle hacia entrega de mi obra poética completa Mi reino por este mundo, enseguida publicada en nueva edición y diseño por el Fondo de Cultura de México. Consagración.


Me están ofreciendo homenajes por todas partes, lo que le agradezco a la vida. Pero estoy informado que también se está fraguando una forma de desfigurarme. No tengo nada qué temer. Pero qué susto.

 

 

 

 

 

  

 

 

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