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COLUMNISTA

 

Pereira, Colombia - Edición:13.080-660

Fecha: Martes-16-05-2023

 

Por el Boulevard del río

 

Por: Jotamario Arbeláez


Soy invitado, a través de Aura Lucía Mera, al Festival Oiga Mire Lea que me tributará un homenaje y presentará mi libro Mi reino por este mundo, edición del FCE. Mi anfitrión Leonardo Medina me invita a la presentación en la Universidad del Valle del concierto de Ajazzgo 2023, que dirige Diego Pombo.

En medio del concierto un joven con aire de ultratumba que dice ser fanático mío, me ofrece respetuoso un poco de cannabis, pero le contesto con mi frase manida de que “fumé marihuana hasta que me supo a cacho”. Me dice entonces que lo que requiero es un poco de MDMA, el famoso éxtasis, que distorsiona la percepción sensorial y temporal. Y que lo probara mañana porque dormido para qué. Me ganó la curiosidad.

Muy bien, bañado y afeitado y bien locionado llego al Hotel Boulevard del Rio, donde me alojo con desparpajo. Voy con el milloncito en efectivo que me pagaron por participar en el Festival anterior de poesía de la ciudad y lo pongo en la mesa de noche. El hotel está enfrente de Bellas Artes, a cuya puerta encontré una noche de 1961, ¡hace 62 años, cómo olvidarlo!, a esa modelito de bellas artes que sabía hacer lo propio sin ropas, pero que aún vestida era una belleza digna de Malthus. Por consiguiente me dije: Esta es la mía, y le piqué arrastre. La historia completa con infeliz final después de un glorioso forcejeo de siete años la vengo narrando a la manera de Miller en Mi crucifixión rosada y en Nada es para siempre de modo que para qué la repito.

Accedí a la droga del amor y salí del hotel a dar una caminata por la Avenida Colombia que ahora se denomina Boulevard del rio, y en una esquina hay una venta de licores cuyo aviso reza Boulevard del río, en el edificio que los caminantes identifican como el del Boulevard del río. Compré un vino para sentarme en un escaño de enfrente a ensoñarla. El primer amor de mi pícara vida. De pronto la puerta de antaño se fue abriendo con unos tenebrosos crujidos. Venía con el mismo traje del día en que definitivamente rompimos, debido a que descubrí que me estaba poniendo los cuernos que por lo demás me los había puesto todo el tiempo de nuestra convivencia. ¿O de qué creía yo que vivía? ¿De que la pintaran en bola? Ese día me recordó la frase con que Gonzalo Arango me introdujo en Bogotá: “Les presento a Jotamario, 20 años, no un poeta cualquiera sino el más joven gigoló de la poesía colombiana”. ¿Y es que no sabía qué quería decir la palabra gigoló? Yo ahora con 82 y ella de 27. Se me acercó y me dijo: No cambias. Claro que no cambio, para qué y por quién voy a cambiar. Estoy en el hotel Boulevard del Río, acompáñame. Y pronto llegamos. Pero hubo el inconveniente de que no la dejaban acceder a la habitación. No te preocupes, me dijo, sube tú. Entré al baño del primer piso, oriné y subí. Ella ya estaba sobre la cama, como posando para un cuadro de Courbet.

 

El reencuentro fue absolutamente sublime. Repetimos las torvas sutilezas de nuestra convivencia risueña. Más que vivir un sueño era saberse tirando con un fantasma, por demás adorado. Cuando pasó el efecto del sildenafil que tuve la precaución de ingerir en el orinal, ella se fue vistiendo, y yo le expresé las gracias por semejante

 

 

 

experiencia paranormal. Cómo que gracias, murmuró ella, y qué cuento de paranormal, ¿es que no me vas a pagar? Cómo le voy a pagar a un espíritu, por más cola que me haya dado, eso no se ha visto ni en las películas. Cómo que espíritu, maricón, no sabes lo que me costó sobornar al portero, al ascensorista y a la camarera. ¿Y no sabes lo que me cuesta retornar al sitio en que vivo, que no es la covacha donde pernoctamos 7 años y de donde salí para darte esta sorpresa que es una cortesía del éxtasis que ingeriste gracias a la largueza de mi actual amigo? Quedé lelo. Dejé que se llevara el milloncito de la mesa de noche, que para eso en este evento me iba a ganar otro tanto, pero eso si, le dije que nunca más volviera, y que le dijera a su actual amiguito que no me ofreciera más éxtasis, porque podría terminar llegando a casa sin un chimbo, como se decía antes.

 

Soy invitado, a través de Aura Lucía Mera, al Festival Oiga Mire Lea que me tributará un homenaje y presentará mi libro Mi reino por este mundo, edición del FCE. Se dice que la mayoría de los homenajes se tributan cuando ya el héroe ha caído. Pero conmigo lo han hecho en forma exagerada, merecida o inmerecida, tanto vivo como cuando estuve muerto por cinco horas dada una falsa noticia. A lo mejor cuando muera de verdad lo que venga sea borrarme del mapa, como creo que ya se está tramitando.

Anoche mi anfitrión estrella Leonardo Medina me invito a la presentación en la Universidad del Valle del concierto de Ajazzgo 2023, que ha mantenido vivo Diego Pombo, contrarrestando las condenas presupuestales alcaldeístas con el lema “Gallo fino no se rinde.” Impactante la presentación del maestro Hernán López Nussa con su grupo “Habana a la gran manera”. En medio del concierto un joven con aire de ultratumba que dijo ser fanático mío, me ofreció respetuoso un poco de cannabis, pero le contesté con mi frase manida de que “fumé marihuana hasta que me supo a cacho”. Entonces me dijo que si prefería algo de perica a lo que le contesté que ni de los palotes porque no quería ver el mundo mejor de como lo estaba viendo. Me dijo entonces que lo que requería era un poco de MD, cuyo efecto viviría al otro día, y me lo puso en la lengua. No podía pecar de pacato.

Muy bien, bañado y afeitado y bien locionado llego en un taxi que no me cobra al Hotel Boulevard del Rio, y me alojan en la misma suite donde estuve hace un año, cuando deje una peineta el lado del cajero del guardarropa. que encontré intacta. Voy con el milloncito en efectivo que me pagaron por participar en el Festival anterior de poesía de la ciudad y lo pongo en la mesa de noche. El hotel está enfrente de Bellas Artes, a cuya puerta encontré una noche de 1961, ¡hace 62 años, cómo olvidarlo!, a esa modelito de bellas artes que sabía hacer lo

 

 

propio sin ropas, pero que aún vestida era una belleza digna de Malthus. Por consiguiente me dije: Esta es la mía, y le piqué arrastre. La historia completa con infeliz final después de un glorioso forcejeo de siete años la vengo narrando a la manera de Miller en Mi crucifixión rosada y en Nada es para siempre de modo que para qué la repito. Busquen los libros.

 

Del hotel salí a dar una caminata por la Avenida Colombia que ahora se denomina Boulevard del río, y en una esquina hay una venta de licores cuyo aviso reza Boulevard del río, en el edificio que los caminantes identifican como el del Boulevard del río. Compré un vino para sentarme en un escaño de enfrente a ensoñarla. De pronto la puerta de antaño se fue abriendo con unos crujidos como de Hitschcock. Venía con el mismo traje del día en que definitivamente rompimos, debido a que descubrí que me estaba poniendo los cuernos que por lo demás me los había puesto todo el tiempo de nuestra convivencia. ¿O de qué creía yo que vivía? ¿De que la pintaran en bola? Ese día me recordó la frase con que Gonzalo Arango me introdujo en Bogotá: “Les presento a Jotamario, 20 años, no un poeta cualquiera sino el más joven gigoló de la poesía colombiana”. ¿Y es que no sabía qué quería decir la palabra gigoló? Yo ahora con 82 y ella de 27. Se me acercó y me dijo: No cambias. Claro que no cambio, para que voy a cambiar. Estoy en el hotel Boulevard del Río, acompáñame. Y pronto llegamos. Pero hubo el inconveniente de que no la dejaban acceder a la habitación. No te preocupes, me dijo, sube tú. Entré al baño del primer piso, oriné y subí. Ella ya estaba sobre la cama, como posando para un cuadro de Courbet.

El reencuentro fue absolutamente sublime. Repetimos los polvoretes más escalofriantes de nuestra convivencia risueña. Más que vivir un sueño era saberse tirando con un fantasma, por demás adorado. Cuando pasó el efecto del sildenafil que tuve la precaución de ingerir en el orinal, ella se fue vistiendo a partir de la pantaleta y demás, y yo le expresé las gracias por semejante experiencia paranormal. Cómo que gracias, murmuró ella, y qué cuento de paranormal, ¿es que no me vas a pagar? Cómo le voy a pagar a un espíritu, por más cola que me haya dado, eso no se ha visto ni en las películas. Cómo que espíritu, maricón, no sabes lo que me costó sobornar al portero, al ascensorista y a la camarera. Y no sabes lo que me cuesta retornar al sitio en que vivo, que no es la covacha donde pernoctamos 7 años y de donde salí para darte esta sorpresa que es una cortesía del MN que ingeriste gracias a la largueza de mi actual amigo? Quedé lelo. Dejé que se llevara el milloncito de la mesa de noche, que para eso en ese evento me iba a ganar otro tanto, pero eso si, le dijo que nunca más volviera, y que le dijera a su actual amiguito que no me volviera a ofrecer del tal DM porque podría terminar llegando a casa sin un chimbo, como se decía antes.

 

 

 

 

 

  

 

 

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