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Pereira, Colombia - Edición: 13.215-795 Fecha: Sábado 24-02-2024 |
COLUMNISTAS |
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Declaración de amor contra la guerra
Por: Jotamario Arbeláez
Por culpa de un idilio famoso se desató la legendaria guerra de Troya. De la picaresca a la épica, siendo el conquistador de la dama el héroe más cobarde en la arena. Del desempeño de los amantes sobre el tálamo la Ilíada no nos brinda mayores detalles,
pero es explícita en informarnos a quienes transportaba cada una de las naves de guerra, argivos reclutados por el hermano de Menelao para lavar la afrenta.
Cuando lo que se
había de lavar ya no tenía caso.
En parajes de guerra cuajaron amores bíblicos, o escaramuzas amorosas para ser más precisos. Sansón perdió por Dalila los
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pelos de la cabeza, amén de los ojos, pero en la arremetida final, ya recuperada la pelamenta, acabó consigo mismo y con todos los filisteos, incluido el niño que lo puso entre las columnas del templo.
En guerras sucesivas hemos visto el papel jugado por espías y mataharis.
Polvos a cambio de
informaciones secretas y contratos para abastecimiento de gorras militares,
stripteases para extraer fórmulas bélicas, bunkers permeables al cachondeo. A
las guerras mundiales se envían platinadas hollywoodenses para que levanten la
moral de las torpes tropas. Y en nuestras guerras intestinas, desde la comunera
y de independencia hasta la que nos ocupa actualmente –la incivil contra los
civiles–, se ha visto el desfile de las abnegadas barraganas y la feroz
participación de combatientes con támpax en las toldas subversivas.
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Góngora en proclamarlo en sus Soledades: “A batallas de amor, campo de plumas”.
Cuando los amantes se desvisten es como si se pusieran las armaduras. Por lo menos el hombre, quien mientras más desnudo más duramente se arma. Pero el sexo de la mujer no es ningún escudo, sino una espada cóncava. Por eso no se sabe quién penetra a quién, quién conquista a quién, tratando mutuamente de destruirse. Las vainas femeninas embistiendo el estoque macho. El hombre tratando de extraer el orgasmo como un atisbo de la muerte de la pareja para cantar victoria, o terminar eyaculando –lo que implica una rendición. Se gasta más energía en un solo coito que en una temporada de lucha libre. Es de admirar que después de tirar un hombre y una mujer se sigan hablando, cuando de lo que trataron fue de hacerse pedazos. No hay frase más agresiva y a la vez más provocadora que aquella amenaza: “Te voy a romper el culo.” Y es el traste el que hay que romperle a la guerra a ver si se amansa. Colombia debe dejar de ser un país que pelea para ser un país que magrea. En la guerra por la guerra mueren miles de seres. En la guerra por el amor se aventuran los nacimientos.
Cuando éramos ingenuos y
peludos decíamos: Hagamos el amor y no la guerra. Ahora lo que tenemos que hacer
es el amor en la guerra. Y, si somos tan berracos, hacerle el amor a la guerra,
hasta extenuarla para que se rinda. Entre mis colegas escritores debe haber los
suficientemente dotados para respaldar mi propuesta. Ningún ser humano tiene por
qué morir en aras de una ciega disputa. Abajo las putas armas de la guerra
exterminadora, tanques, minas, metras, aviones. Arriba las armas del amor,
contemplados el viagra, el condón y la vaselina.
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