Fundado el 9 julio de 1948 -

Por Rafael Cano Giraldo -1948-1981

Publisher: Zahur K. Zapata - 1981 –

 

 

 

Las opiniones expresadas por los columnista son de su exclusiva responsabilidad y no comprometen el pensamiento de El Imparcial

 
 

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EDITORIAL

 

Pereira, Colombia - Edición: 13.232-812

Fecha: Martes 26-03-2024

 

EDITORIAL

 

El país de la discordia


Enajenados de cualquier tipo de responsabilidad, se encuentran tan sólo con la habladuría y está a su vez les produce una fiel capa de envidia hacia el resto, en palabras más sintéticas, el país de los consumidores del ensueño.

Ensoñaciones constantes de lo que quieren y desean hacer, pero nunca dispuestos a responsabilizarse de sus sueños. Entes carentes de cualquier forma de creatividad que buscan en las otras formas para las cuales ser mejor que ellos ¿Cómo llegamos a esto? ¿En qué momento el colombiano comenzó a vivir por el otro a partir de la envidia o el qué dirán? No podríamos afirmar el cuándo, si es que existe un principio y no sólo siempre ha estado tal naturaleza en el colombiano promedio. Tal naturaleza o construcción del colombiano lo ha llevado a una territorización inauténtica de lo que debe de ser; un ser dotado de todas las virtudes.

Zahur Klemath afirmaba en una columna pasada que el problema de Colombia, no son los extranjeros, el problema de Colombia son los colombianos que no han percibido que su labor, su modo de comportarse en el mundo decanta totalmente en ellos, pero, esto el colombiano ni siquiera lo tiene en cuenta, el colombiano no respeta ni mucho menos siente orgullo de su país, no encuentra su país como un refugio sino como una cárcel -pero, por supuesto ve a otro país, seguro; que te va ir mejor- después de todo, según dicen en cualquier otro país le va mejor que acá, seguro que no es porque se concentren por completo a trabajar en otros países, o porque lo ahorren todo, o porque sean personas serias, seguro que no es por eso que les va mucho mejor… Simplemente es porque Colombia es un país tóxico que no los deja crecer.

Colombia no es tóxica en sí misma, sino que se vuelve tóxica por sus ciudadanos que son totalmente desproporcionados del amor por la tierrita, que desconoce su historia y poco quiere participar en su futuro. En este orden de ideas; la única forma de calmar la toxicidad de Colombia es amándola por completo, sintiéndose orgulloso de cada expresión que nos represente, tal vez lo único que necesitamos para que este país deje de ser tóxico es que entendamos, amemos y lo veamos como un refugio y no como una cárcel de la cual queremos huir, destrozar cualquier tipo de ensoñación impersonal y comenzar a hacer realidad.

 

 

 

Nos crían como polluelos para luego asarnos al carbón

Por: Zahur Klemath Zapata

zapatazahurk@gmail.com  

 

Somos una sociedad sin conciencia colectiva, somos como el pollo de Stalin que despluma y regresamos donde el verdugo que nos revise si aún nos quedan plumas.

 

Lo que está pasando por todos lados es una clara imagen que la sociedad acepta todo tipo de genocidio. Seguimos nuestras vidas como si lo que pasó o está pasando es un problema del que lo está viviendo. No se nos está mojando los pies, así que no hay porqué preocuparnos.

La sociedad no ha evolucionado en cuanto a conciencia de existencia. Porque aún conservamos la misma piel que cubrimos con vestimenta. Y esto nos hace aislarnos frente al frío que otros sufren.

La National Geographic Magazine confirma lo que predije en 2013 que la población del planeta comenzaría a disminuir a partir del 2023. Esta disminución no es tanto por los crímenes que los Estados cometen contra otras sociedades sino por razones de desgaste evolutivo.

En estos últimos 120 años se han asesinado y muerto por epidemias más de 500 millones de personas. Y parece que no se notará esta disminución de habitantes. Pero la realidad es que entramos en un nuevo ciclo de giros que no tienen reversa y que esa conciencia colectiva es igual a la individualidad que todo ser humano tiene como protección frente a los avatares de la vida.

Nuestras sociedades están formadas como pollos que van en dirección al asadero y no hay conciencia de ello. Los “líderes”, los asesinos de la sociedad están ahí como el agente 007 con licencia para matar. Y esas películas de la vida real nos entretienen y pensamos que está pasando lo correcto. Los de abajo tiran piedras y queman banderas y luego se refugian en los escombros.

El poder no lo tiene la sociedad, ella tiene solo la capacidad de pagar impuestos para que los jefes de Estado decidan según su criterio lo que se debe hacer o no. Al final hay muertos y la inversión previa en armamento ya tiene sentido porque ya sabemos para qué sirven las armas que se usaron. Esto es una simbiosis entre el Estado, los fabricantes de armas y los negociantes del terror.

Todos tienen miedo a una guerra atómica, aunque esté muy desquiciado el gobernante de turno él quiere perpetuarse y así sentirse más glorificado. La muerte es el fin de un reinado y una era. Pero siempre hay un empollamiento que comienza a gestarse si las nuevas generaciones lo permiten.

En los próximos 5 años se van a definir la realidad para donde va este mundo, La tecnología, el IT y la economía, más la lucha de identidad de la sociedad van a abrir nuevas puertas que nuestros antepasados ni siquiera lo pensaron.

 

 

  

MOVIMIENTO DEL AMOR

Por: Edgar Cabezas


Es normal a la cultura del sujeto cultural el tener respeto y aprecio en su sentir-pensar, mediados por ese yo amante del territorio en el que creció y desarrolló infancia y juventud, esas infancia y juventud divinos tesoros, iguales a todos los asuntos de la vida, se van para no volver. El ser vive al amparo, cobijado y residenciado en el hogar de la tierra. El ser ama la tierra en la que nació, porque el ser es lo que da la tierrita.

La tierra da, de manera sustantiva, animales, minerales y cosas que alegran y deprimen al estado mental del yo el cual, en cada uno, construye todos los estados líquidos, sólidos, gaseosos y tinieblos propios de la luz y oscuridad del homo sapiens. El ser ama lo amado, el paisaje natural y el construido, que ha heredado y al que tendrá que dar en herencia a sus semejantes en la diferencia. Los impulsos represivos conminan al terror y el sujeto libre se despoja del miedo. Hay que vivir la vida sin miedo.

La seguridad humana tendrá que dejar de depender de los agentes armados que prenden la alarma de alerta ante la criminalidad organizada, dirigida por ellos mismos. La política de la seguridad es una política que incita al odio. Quienes definen la política de seguridad saben que a las multitudes les gusta agruparse en función de odiar al enemigo interno y externo: el odio que aglutina la pasión de odiar es el negocio de los asesinos que fabrican las armas con las que las multitudes se matan.

La gran mayoría de la ciudadanía en edad de votar en las elecciones políticas, eligen personas a cargos públicos, pero están distantes de las mujeres, hombres y no binarios que gobiernan y compiten por gobernar. Ya las multitudes saben que el proceso electoral es un negocio en el que compiten muchas empresas electorales con la finalidad de administrar y sacar tajada del presupuesto general del erario que aportan los queridos electores quienes a su vez son contribuyentes.

Las ciudadanías libres de amar están cansadas del trato descortés que manifiestan quienes compiten por el amor público; del trato entre ellos y del trato para con las comunidades ante las que se presentan como sus servidores, cuando en su gran mayoría son unos empedernidos despilfarradores arribistas, que van sembrando cizaña, con ánimo de inocular el síntoma de la ira.

Hay que abandonar el estado de desamor para dedicarse a la búsqueda de la paz y el amor interior que posibilitan andar felizmente en la sabiduría. Aprendamos lo que de manera incipiente nos enseñó la pandemia: a tener círculos de confianza, vínculos de protección en espacios confinados, a proteger al otro siendo responsables del propio yo, la producción colectiva de los productores de afecto.

Hay que constituir ese movimiento político, científico y cultural lleno de sabiduría ancestral que celebre la inteligencia y el trabajo colectivo, porque obras son amores acompañadas de las razones del sentir-pensar. De este estado de circunstancias construiremos un mundo mejor con la política del amor. Amar en libertad requiere organización. La pregunta: ¿el movimiento progresista de Colombia está dispuesto a crear el movimiento político del amor que proteja la vida y mantenga la belleza de la biodiversidad de sus gentes y ecosistemas marinos y terrestres?

 

 

Director
Zahur Klemath Zapata

Gerente
Laurie Agront

Gerente Operativo
Alba Lucia Arenas V.


Editor

Felipe Castro

 

   

Diagramación
María  Molina

 

Soporte Tecnológico
Aurooj Ali Khan

Nadeem Khan

Jawaad Malik

 

Colaboradores

Jotamario Arbeláez
Gustavo Álvarez Gardeazábal

 

 
Edgar Cabezas

Gongpa Rabsel Rinpoché

Guillermo Navarrete Hernández
Iván Pulido

Teresa Pardo

Agustin Perozo
CONTACTO
Tel. (57) 606-348 6207
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