Pereira, Colombia - Edición: 13.292-872

Fecha: Martes 09-07-2024

 

 COLUMNISTAS

 

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¡Levántate y nada!

Por: Jotamario Arbeláez

 

Días atrás me madrugó la grata noticia de que dos de mis más antiguos y fieles y amados amigos habían sido galardonados con premios de periodismo del CPB. El Mérito Periodístico Guillermo Cano Isaza le correspondió a Óscar Domínguez, el de la pluma chispeante, amable y juguetona aún en sus notas mortuorias. Cada una de sus páginas, como cronista, comentarista y entrevistador, es un gozaderal por las travesuras de su ingenio perpetuo. Corrió a recibir el premio del brazo de su esposa y a agradecerlo en nombre de ambos, dando a entender que es ella la que le lleva la mano.

 

El otro ganador, en la Categoría Publicaciones Editoriales, fue Eduardo Escobar, con su libro Escritos en contravía, columnas escogidas de El Tiempo, editadas por Intermedio. Donde, según el jurado, “cada tema es tratado de forma amena, con sutileza, muestra erudición, una honda intención humanista, agudeza argumentativa y buen humor salpicado de ironía y sabio distanciamiento”. El problema es que cuando recibió la noticia de la presea iba derecho para la clínica conducido por sus

 

 

 

pulmones. Y allí está, rodeado por su ex-esposa Amparito Oliveros, sin duda el más profundo amor de su vida, y sus hijos Raquel y Lucas, y de la extinta Mechas, Roque y Simón.

Acababa de leer el libro de Eduardo; ambos hemos sido por más de sesenta años colaboradores de El Tiempo, cuarenta de ellos como columnistas de fondo. Imaginarán el columnameral que guardamos, fácilmente convertible en volúmenes. Y qué prosa la de este maestro cultivador de le mot juste de Flaubert, acelerando a contrapedal. Es curioso lo contradictorios que somos. Su columna se llama Contravía, la mía Contratiempo, y cuando Elmo Valencia escribía la suya sobre deportes, Contraseña. Nadaístas que fuimos y somos. Escobar fue adoptando el carácter de un monje huraño, más bien retiradongo del rugido del mundanal. Durante más de diez años se aisló en La Calera a escribir una novela colosal que dejó abandonada cuando Álvaro Mutis le echó muela y se le quebró. Pero es fantástica, Ejemplos de anamorfosis. Porque el hombre es experto en el sofisticado palabreo y en las ilusiones ópticas, acústicas y sensoriales. Y también en desilusiones, ya no tanto amorosas sino ideológicas. En política hemos tomado caminos diferentes, con la coincidencia de que a ninguna parte buena conduce ninguno. Por eso lo mejor es hacernos los monjes zen. En uno de sus brillantes chispazos de publicista se refirió a un libro antepasado con este slogan: “Cómprenlo, antes de que me agote”. Lo que con más veras cabe al presente.

 

 

 

 

El día de ayer tuve la sorpresa de ver que escribió desde la camilla su sacramental columna, acerca del ingreso de Ulises vivo al Erebo, a entrevistarse con los amigos perdidos en el cerco troyano, citando de memoria la traducción en verso de la Odisea de José Manuel Pabón, la misma que vengo leyendo en las noches, y voy precisamente por el Canto 11. Supongo que en esa anamorfosis Eduardo paliqueó con Gonzalo, Amílcar, Alberto, Darío, Trujillo, Cachifo, Barquillo, Mario, Diego León, Elmonje y X-504, once de los 13 poetas nadaístas de vacaciones en la eternidad. Quedamos a duras penas Eduardo y yo en este valle de lágrimas que él sin afán religioso considera es la mejor definición de este mundo. Eduardo en su clínica de dolores contemplando el rodar de las enfermeras. Y yo también con el pie en el estribo. Aunque, ¡ay!, nada me duele.

Citaré yo también unos versos del ciego invidente: “Tú, en cambio, / al hermoso decir acompañas un noble sentido; / ni un aedo supiera mejor relatar con los males / de los otros tus propios agudos dolores”. Pero de esta saldrás, mi poeta. Por seis décadas largas han andado nuestras plumas filudas buscando salidas. No salvamos al mundo como fuera la instancia primera con reclamos y cantos y escándalos varios. Este mundo se apoya en tus ojos que lo ven como es y como pudo haber sido. Machacando papel te has pasado sembrando bellezas que rediman tal mundo marchito. Todavía tenemos que dar mucho aunque el tiempo se acorte. Levántate y nada.

 

 

  

 

 

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