LAMENTACIONES POR EL NADAÍSMO PERDIDO
Por: Jotamario
Arbeláez
I
Leo la Biblia
A estas horas de mi generación
Sumergida en el agua
Con las piernas cruzadas sobre la popa del navío
Miro la estampa de los cataclismos
Los profetas tuvieron sus tiempos buenos y mejores
Salvo el pobre Jonás
Que empeñó su palabra de destrucción en destrucción
Y después el Señor no cumplió su amenaza
¿Para qué profecías si no las cumple el que las manda?
¿Para qué más
decir maldecir amenazas amables?
Los profetas actúen
II
¿Y quiénes fueron nuestros primeros padres si nosotros vinimos a dar
por terminada en la tierra una herencia de
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crímenes de la que todos eran
culpables;
quiénes nuestros hermanos debajo de sus embozos preparando el advenimiento del
viento;
quién podría ser el hijo de los cantores de la muerte por bayoneta calada?
Vamos, a barrer las basuras de
la sal del mundo que hoy es la fiesta.
Colocad oriflamas y vestid la chaqueta de flores de los antípodas oferentes,
permaneced en vuestro sitio. Y esperad el cumplimiento de lo que miento.
III
Cuando entré al nadaísmo lo hice quemando las puertas, haciendo impracticable la
retirada.
Nunca olvido la cara de un profesor de preceptiva demudada ante mi respuesta de
que la literatura si quería ser letra viva debería emplearse en poner a Dios en
reversa.
Deshaciendo la luz de la Nueva Oscuridad fue en nosotros resplandor de profetas
fatuos empecinados en su fuego.
Y cuando vimos que los caos hacían fila para saludar al sombrero de nuestro
advenimiento funesto, y la “B” de belleza estrenaba para nosotros sus hilachas
desconocidas, supimos que nuestra sombra era buena a la luz prodigada por tantos
dioses y por tantos pedruscos del orbe curvo.
La realidad fue comida de la polilla, la razón pecadora de la conciencia.
IV
Y vimos que era bueno que los
hombres en lugar de crecer y multiplicarse disminuyeran dividiéndose con las
lenguas de fuego de la cabeza son poder entenderse y espaditas manuales entre
las piernas.
Salí blanco a la vida como tapia de mi colegio, genio bruto, expandiendo en los
aires un olor a libro quemado que conserva mi vanagloria.
Nunca mártir, el heroísmo fue mi fuerte, plato negro nutriendo mis negativas.
Empleamos la gula con la migaja y el supremo desprecio con la opulencia.
Nadaístas entre la sopa, hacíamos impotables los banquetes de los banqueros y,
moscas-ángeles, imposible la siesta del estadista.
Las potencias del aire y las de la tierra nos ofrecieron armas de fuego para
filarnos en sus bandos, para tomar partido nos llamaron en clave morse, para
hacer la revolución nos sellaron en cada frente.
Los papas del poder nos miraron hacer el oso, papagayos contantes contra las
tablas de la ley en los lavaderos.
V
La cantábamos a la luna |
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Y ladraban los perros
Pero nosotros queríamos que ladrara la luna
VI
El nadaísmo fue un trago
demasiado fuerte. Borrachos de la ira miramos atacarnos con yataganes. Si no
corrió la sangre muchos menos nosotros de cobardía.
Sin heridas qué lamentar,
acorazados por esa larga paciencia que es producto del genio, luego de la
batalla tendidos a darle rienda suelta al instinto de conservación en nuestra
propia salsa poética,
henos aquí comiendo pienso existiendo, abotonada la camisa, primeros en la cola
de los alborotadores del siglo que viene con confites de otros planetas.
Negamos hasta la N potencia, pusimos punto aparte a las matemáticas, pisamos las
banderas en las retretas, colamos barcos con discursos de acción de gracias,
almorzamos en la sede del terremoto. Cristos varios.
Las murallas cayeron
aplastando nuestras trompetas.
Los nadaístas, alma en polvo, conocimos la fama de los jabones, pobres
amnésicos. Aunque digan ahora que no tuvimos arte ni parte con el arte, frente
sin novedad nuestra escaramuza.
Si se derritió el plomo que nos soldaba, si a la playa bajamos del cocotero, si
metimos la mano en el inconsciente, fue por cambio de tácticas impulsivas. Ya
verán la guerrilla en el ocultismo.
Sostuvimos caníbales, ¿cómo no sostener nuestras negaciones?
VI
Sentado en el pasto de luna
Yo te cambio mis dedos por tus anillos
A los hielos me marcho por otro norte
Mantén la puerta bien cerrada
El nadaísmo es el cuento de nunca acabar
El poema del que no se sabe cómo salir
VII
Comandante, cómo va esas
hostilidades.
Las hostilidades continúan sobre el terreno
En la última escaramuza perdimos el 90% de nuestros hombres
Las trincheras han sido allanadas por el agua de la lluvia
Las provisiones devoradas por las vacas del enemigo
Hemos perdido contacto con todos nuestros aliados
(¿Pero seguimos adelante?)
Pero seguimos hacia atrás
Bogotá, 1971
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