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Pereira, Colombia - Edición: 13.351-931 Fecha: Domingo 20-10-2024 |
COLUMNISTAS |
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El sol de los últimos días
Por: Jotamario Arbeláez
I Con esos seres ya no se habla, caminantes que no viajeros —lo contrario al turista—, ni se indaga siquiera por el mundo de amados por el mundo desparramados. Ellos traen la energía de los santos lugares, Machu Pichu, San Agustín, Providencia, La Miel, la Sierra Nevada, los sitios de la tierra que están siendo apuntados desde sistemas paralelos de diferentes soles por potencias de luz que si bien no registran nuestras pantallas son entidades familiares al avanzado perceptor cuya antena es la fe que mueve planetas.
Una vez me trajeron hongos. Hoy bendigo el
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pasto rumiado, los séptuples procesos digestivos de los vacunos, la boñiga caliente entrando en la atmósfera, las esporas que la fecundan, el flechazo solar del que brota la amanita muscaria con su carga posible al contacto de la conciencia de universos más convincentes que el adánico perpetuado a que el hombre resigna sus potenciales.
El vecino mantiene sus tres pelos de punta a punta de verme cada día recibiendo pelos más lagos. Y contertulios de su gremio me bombardean, cada que consideran fin de semana, de atroces músicas costeñas y borrachos acentos el aparato auditivo. Peluqueados sistemáticamente y con los nudos aflojados de la corbata juegan plata a lo que da el tejo, ríen de sus chistes genitales, baten a la salida a mis silenciosos. Y cuando el mundo se serena, cuando el alcohol funde a los muertos y el sueño a los agonizantes, estos nómadas restituyen al reino de la noche la noción de la permanencia. No hay policía posible que detenga lo inevitable: este sol es el último que veremos; el que salga mañana será el mismo de ayer mas tú serás otro.
II
Ayer cerré tejado de La montaña mágica, la casa que los ángeles me construyen en las afueras de Villa de Leyva, al frente de la colina en cuya cima la laguna de Iguaque contempla el cielo.
Han pasado 60 años desde que un profeta sin pies ni cabeza pero pensador y andariego me reclutó para que con él predicara ‘el evangelio de la nueva
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oscuridad’ que era el descreimiento. Se trataba de limpiar la conciencia del mundo de supercherías y fetiches. De “no dejar una fe intacta ni un ídolo en su sitio”. Creo que lo logramos, con la sorpresa de que ahora los que creemos somos nosotros, por lo menos yo siguiendo el ejemplo del profeta que se nos fue pronunciando las palabras Dios mío, cuando un bólido le toteó la cabeza en la carretera hacia Villa de Leyva. Nadie sabe para quién trabaja, ni en esta vida ni desde la otra.
III
Retirado en el campo a 8
minutos luz del sol y tres horas de la capital puedes dedicarte a cultivar el
rosal del entendimiento, a no escuchar más rumores que los de la quebrada que te
atraviesa, a ensayar caminar por encima de la laguna procurando no pisar los
peces. Abstenerte de salir de casa en las noches de luna llena no sea que te
crezcan los dientes. Hacerte amigo de los animales sin pretender leerle tus
prosas. Adquirir en el ocio esa sabiduría que no se da en los que actúan.
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