 |
|
con iniciativas como
Quantum Spain, el Plan Complementario de Comunicación Cuántica o el PERTE
Aeroespacial. En el norte del país, regiones como Galicia, País Vasco y Cataluña
albergan infraestructuras punteras en física cuántica. Sin embargo, estas
apuestas siguen careciendo de una visión común, coordinación nacional y, sobre
todo, del impulso privado necesario para llevar las ideas al mercado.
Otro desafío estructural es la fuga de cerebros. Muchos de los físicos y
expertos españoles más influyentes en el campo —como Darío Gil (ahora en el
Gobierno de EE.UU.), Sergio Boixo (Google) o Antía Lamas (AWS)— han desarrollado
sus carreras fuera de su país. No se trata solo de un problema de
reconocimiento, sino de un síntoma más de un ecosistema que aún no ha sabido
retener ni aprovechar su talento.
La solución no es sencilla, pero sí posible. El informe propone una serie de
medidas clave: invertir en grandes infraestructuras científicas; incentivar la
participación privada mediante subvenciones y deducciones; y crear un marco
regulatorio europeo común que elimine duplicidades y potencie las sinergias. Se
mencionan también programas específicos como la Quantum Act o la Plataforma STEP,
que podrían convertirse en ejes vertebradores de una política cuántica
cohesionada.
Además, existe un elemento coyuntural que podría favorecer el viraje. Europa se
plantea aumentar significativamente su gasto en defensa en respuesta a los
desafíos geopolíticos actuales. Aprovechar esta inversión como catalizador para
desarrollar tecnologías cuánticas con aplicaciones duales —civiles y militares—
podría ser una estrategia inteligente. Como indica Arizaga, “hay una oportunidad
económica importante, pero además hay implicaciones relacionadas con la
seguridad digital, con la soberanía en seguridad, que estamos obligados a
mantener”.
La clave, según los expertos, no está en perseguir a los líderes actuales, sino
en construir una ventaja competitiva propia. “Ya hemos perdido el tren de
internet, pero en tecnologías cuánticas puede ser diferente”, señala Arnal. “Lo
que proponemos no es cómo subirnos a un tren que ya va en marcha, sino cómo
ponernos a la cabeza”.
La física cuántica ha pasado del laboratorio a la geopolítica. Su potencial para
redefinir la economía mundial es inmenso, pero también lo es su capacidad para
abrir brechas entre quienes lideran y quienes observan. Europa tiene ante sí una
elección estratégica: quedarse al margen o asumir el reto de construir su propio
futuro cuántico.
La historia ya demostró que el conocimiento nace de muchas partes, pero solo
florece donde se cultiva con decisión. La pregunta ahora es si el continente
será capaz de encender su propia primavera cuántica, antes de que el invierno lo
congele para siempre.
|
Por décadas, Europa ha sido la cuna del conocimiento científico que
dio origen a la mecánica cuántica. Figuras legendarias como Max
Planck, Albert Einstein, Niels Bohr o Werner Heisenberg sentaron las
bases de una disciplina que hoy promete redefinir industrias
enteras. Sin embargo, el viejo continente, pese a su legado, se
enfrenta ahora a una amenaza inesperada: el llamado “invierno
cuántico”. Una era de estancamiento y pérdida de liderazgo en la que
los avances en tecnologías cuánticas podrían pasar de largo mientras
otras potencias, como China y Estados Unidos, capitalizan las
aplicaciones prácticas de esta revolución.
Esta advertencia no proviene de un pesimismo infundado, sino de un
análisis riguroso presentado por el Real Instituto Elcano y Tecnalia.
El informe Tecnologías cuánticas: cómo apostar y acertar desde
España y la UE no solo retrata el panorama actual, sino que lanza
una señal de alarma: si Europa no actúa con decisión, coordinación y
estrategia, perderá el tren de una transformación que ya ha
comenzado.
El concepto de “invierno cuántico” hace alusión a un periodo en el
que Europa podría quedar congelada en la carrera global por el
dominio de estas tecnologías. Y la comparación no es gratuita: en
juego no está solo la soberanía tecnológica o la competitividad
industrial, sino también aspectos fundamentales como la
ciberseguridad, la defensa nacional, la salud o incluso la
sostenibilidad medioambiental.

La paradoja es clara. Europa, que alguna vez fue el epicentro del
conocimiento cuántico, se encuentra hoy rezagada frente a Estados
Unidos y China, los dos colosos que lideran el desarrollo y la
aplicación práctica de estas tecnologías. Mientras el modelo
estadounidense se apoya en la inversión privada —con gigantes como
IBM, Google, Microsoft y Amazon a la cabeza—, China ha optado por un
enfoque fuertemente estatal, con una estrategia centralizada que ha
destinado más de 15.000 millones de euros a tecnologías cuánticas
desde 2021.
Europa,
por su parte, ocupa el segundo lugar en gasto público, con más de
10.900 millones de euros. Pero según los expertos, esa inversión no
ha tenido el impacto esperado por un motivo clave: la fragmentación.
“Lo hacemos mal, de una manera absolutamente fragmentada. Tenemos
que hacer apuestas muy claras, muy decididas y muy concentradas”,
advierte Judith Arnal, investigadora del Real Instituto Elcano.
Este enfoque disperso, donde cada país —e incluso cada región—
impulsa sus propias iniciativas, está obstaculizando la construcción
de un ecosistema europeo sólido. Como resume Íñigo Arizaga,
|
|
director de NEXT – Quantum Technologies en Tecnalia,
“estamos cada uno disparando con balines en una dirección”. El resultado: Europa
produce conocimiento, pero no lo transforma en innovación real.
La computación cuántica es apenas la punta del iceberg. El campo abarca
múltiples áreas: simulación cuántica, comunicaciones ultraseguras, metrología
avanzada, sensores de alta precisión y nuevas formas de criptografía. Las
aplicaciones son infinitas: desde detectar contaminantes con una sensibilidad
sin precedentes, hasta mejorar los diagnósticos médicos mediante resonancia
magnética o identificar amenazas militares sin necesidad de GPS. Y todo ello con
un valor de mercado estimado en
850.000 millones de
euros para las próximas décadas.

El informe señala que, pese a los retrasos, aún hay margen de maniobra. Europa
tiene una base científica sólida —representa el 24,3% de las investigaciones más
relevantes en el ámbito cuántico, incluso por delante de China—, y cuenta con
centros de excelencia y talento altamente cualificado. Pero ese conocimiento se
pierde cuando no existe una red de transferencia tecnológica eficaz, ni una
estrategia que conecte universidades, centros de investigación, industria y
gobiernos.
España, por ejemplo, ha mostrado avances notables
|