Pereira, Colombia - Edición: 13.491-1071 Fecha: Sábado 17-05-2025 |
COLUMNISTA |
|
-11 |
||||
Amadas que se dejan
Por: Jotamario Arbeláez
Suelen
los hombres abandonar a las mujeres que los aman por aquellas que
los encoñan. O solían, en aquellos tiempos cuando el ardor de las
pasiones semejaba los incendios forestales. Hablo desde la invención
del amor como componente del acto lúbrico hasta culminar en la bella
época de los trópicos millerianos y del oscuro objeto del deseo
cinematográfico. Ahora suele imperar el convenio del aguante, o los
imperativos de la Modernidad, que no solo acabó con el culto del
virgo sino con la fidelidad registrada.
|
libertad, así al
mismo tiempo eligiera la perdición. Se iba tras la cola de la percanta, que amén
de complacerlo hasta el éxtasis sobrenatural abriendo y cerrando sus piernas, se
burlaba con inclemencia del adorador rendido a sus plantas, a quien sonsacaba
sus buenos morlacos mientras le hacía morder la lona con infidelidades
continuadas que le hacían trizas el amor propio. La mujer que lo amaba, en el
entretanto, tomaba el camino del llanto o de la casa de la mamá, a veces
esperando la redención de su ángel caído, a veces tratando –desengañada de los
hombres– de rehacer su vida vistiendo santos.
La bebida entraba en escena. El hombre extraviaba la compostura, la ropa comenzaba a adquirir el brillo que él perdía. No se dejaba ver casi de los amigos. En relámpagos de lucidez se acordaba de
|
|
aquella que lo amaba con una devoción rayana en la tontería, pero ni siquiera se preguntaba qué estaría haciendo. Por grande que fuera la fortuna la iba dilapidando beso tras beso. Hasta terminar convertido en un guiñapo humano, que era el momento en que la amante acicalada le cerraba piernas y puertas. Algunos acudían al suicidio, para cerrar con broche de luto su miserable aventura. Otros alcanzaban a pensar si aquella que tanto insistía en amarlos todavía estaría esperándolos. Y tomaban el camino de vuelta hacia la casa de la suegra, donde recibían la noticia de que –cansada de esperar pero sin dejar de quererlos– la abnegada esposa se había enmozado con el boticario.
Pero como hasta para los peores pecadores fue hecha la bienaventuranza, no pocos encontraban a quien los amaba con los brazos abiertos y una sonrisa lacrimógena, dispuesta a volver a empezar el calvario de sus relaciones. En verdad no estoy seguro de que en los tiempos actuales no sucedan estas novelas. Lo que tengo claro es que se necesita ser valiente para dejar atrás a quien a uno lo ama por unos labios inciertos. Pero siempre recuerdo a Wilde: "Porque todo hombre mata lo que más ama. El cobarde, con un beso. El valiente, con una espada".
|
|
|
|||||||
© El Imparcial Editores S.A.S
| Contacto
57 606 347
7079
© 1948-2009 - 2025 - El
Imparcial - La idea y concepto de este periódico
fue hecho en Online Periodical Format (OPF) que es un
Copyright de ZahurK.
Queda prohibido el uso de este formato e idea (OPF) sin previa autorización
escrita de ZahurK |