Pereira, Colombia - Edición: 13.473-1053

Fecha: Sábado 26-04-2025

 

 ESPECIAL

 

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El segundo mandato de Trump hunde la confianza global: La economía paga el precio del caos

 

 

 

ante lo que consideran un trato hostil e imprevisible.

 

“La relación comercial entre Estados Unidos y Canadá está profundamente dañada y lo estará para siempre”, sostiene Wolfers. “Ha imposibilitado políticamente que Canadá sea proestadounidense”. Es una advertencia que también resuena en Europa, donde las tensiones comerciales se han intensificado desde que Trump retomó el poder.

Las decisiones de la Casa Blanca no solo modifican la dinámica del comercio global, sino que también reconfiguran el equilibrio político. Los países buscan alternativas a la dependencia estadounidense, fortaleciendo alianzas regionales y apostando por acuerdos multilaterales sin Washington en el centro. China, en particular, ha aprovechado la oportunidad para afianzar su presencia en América Latina, África y el sudeste asiático.

A nivel interno, Trump insiste en que su política comercial busca proteger empleos estadounidenses y reforzar la industria nacional. Pero los resultados son mixtos. Si bien algunos sectores manufactureros han recibido cierto impulso, la mayoría de los consumidores ha visto aumentar el precio de los bienes importados, y muchas empresas han tenido que asumir mayores costos de producción.

Pese a ello, Trump se muestra inamovible. “Estamos haciendo lo correcto para Estados Unidos”, declaró recientemente en una conferencia de prensa. “China nos ha estafado durante décadas, y ya era hora de ponerles un alto”. Sin embargo, las cifras muestran que el costo de esa confrontación lo está pagando también el consumidor promedio, y el tejido empresarial que alguna vez fue la columna vertebral del sueño americano.

 

 

La pregunta que queda en el aire es si aún hay margen para revertir el daño. Economistas como Edelberg son escépticos: “Recuperar la confianza empresarial e internacional tomará años, incluso si la administración cambiara radicalmente su enfoque desde mañana”. En este escenario, la estabilidad parece un lujo lejano, y la economía global, una vez más, se ajusta al ritmo impredecible de la política estadounidense.

En definitiva, el segundo mandato de Trump ha dejado claro que su visión económica no ha cambiado. Lo que para algunos es una defensa del interés nacional, para otros es una receta para la inestabilidad. Y lo cierto es que, en medio de ese pulso, millones de trabajadores, empresarios e inversores alrededor del mundo se ven atrapados en una tormenta que no eligieron, pero cuyas consecuencias ya están sintiendo.

El regreso de Donald Trump a la Casa Blanca ha sumido a la economía global en una nueva etapa de incertidumbre. Pese a los intentos del presidente por proyectar moderación, su enfoque errático y agresivo en materia comercial vuelve a sacudir los cimientos del sistema financiero internacional. Los mercados, los empresarios y los socios comerciales de Estados Unidos miran con preocupación el impacto de sus decisiones, en un contexto donde el caos parece haberse institucionalizado.

En una inusual muestra de contención, Trump afirmó esta semana estar dispuesto a flexibilizar los aranceles impuestos a China y negó tener intención de despedir al presidente de la Reserva Federal, Jerome Powell, a quien ha criticado repetidamente en público. Sus declaraciones trajeron algo de alivio en Wall Street: los índices bursátiles registraron una ligera recuperación tras semanas de fuertes caídas. Sin embargo, ese respiro fue fugaz. Al día siguiente, el presidente volvió a un tono amenazante contra Powell, alimentando aún más la volatilidad.

 

 

Este tipo de giros de discurso, lejos de tranquilizar a los analistas, confirma una tendencia que ya empieza a parecer estructural. La política económica de Trump, marcada por medidas unilaterales, amenazas repentinas y decisiones tomadas sin consulta técnica, ha sembrado un terreno fértil para el desconcierto. Y en los mercados financieros, la incertidumbre suele ser peor que las malas noticias.

“La imprevisibilidad de la Casa Blanca es más dañina que los aranceles en sí mismos”, afirma Wendy Edelberg, economista de la Brookings Institution. A su juicio, los continuos vaivenes generan un clima en el que es imposible planear a largo plazo. Esta falta de claridad ha tenido consecuencias directas: inversiones congeladas, contrataciones postergadas y un aumento de la cautela en todos los sectores productivos.

Desde que Trump inició su segundo mandato en enero de este año, las acciones estadounidenses han acumulado una caída del 11 %. A pesar de los repuntes ocasionales, el índice S&P 500 ha perdido más de 7 billones de dólares en capitalización bursátil desde sus máximos históricos, según datos de FactSet. La volatilidad se ha convertido en la norma, y la confianza en la estabilidad económica del país está seriamente erosionada.
 

El retorno de Trump también ha reactivado su agresiva agenda arancelaria. Aunque algunos funcionarios de la Casa Blanca han insinuado que los aranceles actuales del 145 % sobre productos chinos podrían reducirse a un rango de entre 50 % y 65 %, estas cifras siguen siendo altamente disruptivas para el comercio internacional.

 

 

Además, se mantienen en vigor tarifas del 25 % sobre automóviles, acero y aluminio, así como aranceles del 10 % sobre una amplia gama de importaciones, incluyendo productos de aliados tradicionales como Canadá y México.

 

Para los empresarios, la amenaza no está solo en las cifras, sino en la imprevisibilidad con que estas medidas son anunciadas o modificadas. Un informe reciente del "libro beige" de la Reserva Federal —una encuesta periódica a empresas en todo el país— reveló que muchos sectores están posponiendo planes de inversión y expansión debido a la falta de previsibilidad en las políticas del gobierno.

 

“El 75 % de las empresas consultadas no planea aumentar su gasto de capital en los próximos seis meses”, señala Edelberg. “Eso muestra el nivel de ansiedad y parálisis que provoca el entorno actual”. Y añade: “Todos contienen la respiración porque desconocen qué política será la ley mañana”.

Este sentimiento es compartido por académicos y economistas que advierten sobre un posible frenazo económico. Justin Wolfers, profesor de economía de la Universidad de Michigan, asegura que “la economía se desacelerará”, y que el único interrogante es “cuánto”. Los pronósticos de recesión se ubican entre el 50 % y el 70 %, una probabilidad que varía en función de los movimientos del presidente.

 

Kent Smetters, de la Wharton School, advierte que incluso si todos los aranceles fueran eliminados hoy, la economía estadounidense sufriría una contracción de al menos el 1 % del PIB como resultado de la incertidumbre generada. En un escenario donde se mantengan o aumenten los aranceles, la caída podría llegar al 5 %. “El daño ya está hecho”, afirma con contundencia.

 

Ese daño no es solo económico. La imagen internacional de Estados Unidos como socio confiable ha sido profundamente afectada. Los países aliados miran con desconfianza el rumbo tomado por Washington, especialmente cuando las medidas proteccionistas afectan directamente sus economías. Canadá, por ejemplo, ha expresado de forma reiterada su frustración

 

 

 

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