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Pereira - Colombia. Año 61 - Segunda época - Nº 12.427-07 - Fecha: 08-14-2009                                              Página 09 

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ZONA LIBRE

- RAZONABILIDAD & EQUIDAD -

LA EVOLUCIÓN Y LATINOAMÉRICA

 

José Fernando Jaramillo

 

La vida, lleva evolucionando más de 3.500 millones de años. Los primates, algo más de 70 millones y su raza más desarrollada: la humana, quizás unos siete millones de años.

Desde cuando surgiera el primer microorganismo, hasta cuando nació el último hombre, la invariable constante ha sido, como la definió Darwin: la supervivencia del más apto. Tan válida para el individuo, como para los pueblos que gregariamente ha conformado.

De la caverna paleolítica donde mandaba el jefe del clan, a los rascacielos donde reinan los poderosos de la tierra, siempre ha imperado la ley del más fuerte, sin que los débiles pudieran sustituirla con su mera superioridad numérica, como demostrara el socialismo. No obstante la Unión Soviética contar con tantos habitantes secundados por millares de ojivas nucleares capaces de poner fin a la vida en el planeta, más pronto que lo previsto se derrumbó pasando a ser un grupo de países supeditados a naciones más poderosas. Algo similar ha sucedido con las masivamente pobladas China, India y Latinoamérica.

Consecuentemente regímenes parecidos como los de China y Vietnam debieron rendirse ante la arrolladora maquinaria del capitalismo salvaje, que como ninguna otra simboliza la supervivencia del más apto que inevitablemente conduce a la victoria del más fuerte, evidenciando una vez más que la evolución es un descomunal Amazonas imposible de reversar con manifiestos comunistas, leyes humanitarias, religiones igualitarias y demás ardides con que se pretenda detener y echar atrás un proceso biológico, social y cultural que a lo largo de milenios ha dejado su indeleble impronta en nuestra cadena genética.

Durante 10 mil años inexorablemente se ha consolidado un proceso que ha dado lugar a lo que llamamos la civilización, acomodándose las fichas de un gigantesco ajedrez en el cual las primeras ocho (Estados Unidos, Alemania, Japón, Inglaterra, China, Francia, Italia y Rusia) se posicionaran como las que comandan el tablero, y otras tantas fichas (España, Canadá, Brasil, Australia, India, Sur Corea, el Benelux y Escandinavia) que hacen de peones movidos contra más de 170 países-colonias cuyo poder combinado no les alcanza ni aun para contrapesar superpotencias como los Estados Unidos o la China.

Con tantos estados sometidos por pocas naciones dominantes, en 1945 fue fundada con 51 países la Organización de las Naciones Unidas para desarrollar relaciones entre las naciones y promover el progreso, mejores niveles de vida y los derechos humanos, mas no para establecer una forma de gobierno mundial, como entonces algunos propusieran.

No mucho después, en 1954, se tuvo la idea de crear una organización que aunara poder suficiente como para canalizar el dominio que durante la Revolución Industrial tuvieran las naciones más poderosas y que ambas guerras mundiales sustrajeran de las que, como Alemania, perdieran en ellas las confrontaciones militares, en vista de lo cual se fundara en los Países Bajos el Grupo Bilderberg, igualmente conocido como el Club Bilderberg.

Fue tal su éxito, aunque apenas limitado al dominio parcial del mundo, que en 1973 fue fundada la Comisión Trilateral, que hoy cuenta con 390 miembros, así llamada por estar en ella representadas América del Norte (con 120), Europa (160) y Asia Pacífica (110).

Dada la influencia y poder de cada uno de sus integrantes, hoy concentra en su seno el más formidable poderío jamás detentado por organización alguna de la historia. Tanto, que hizo realidad el sueño de sus creadores David Rockefeller y Zbigniew Brzezinski: engendrar un nuevo orden mundial y con él fundar una nueva y grandiosa civilización.

Su poder es tan vasto, que actualmente ningún gobernante puede tomar decisiones de importancia para su estado en contravía de las directrices que le impusiera la comisión desde cuando apenas fuera uno de los candidatos a gobernarlo, hecho que le permite direccionar desde la política económica y social de los países por ella controlados hasta decidir si se inician o se finalizan conflictos bélicos, e incluso el llegar tan lejos como lo hiciera en 1989, cuando al parecer maquinó y consumó la caída de la Unión Soviética.

Tal hazaña no se habría logrado sin disponer del gigantesco poder que combinadamente representan las principales ocho fichas del inmenso tablero, fuerza que solo un ingenuo supondría temporal y no destinada a perpetuarse sin que ni sus peones obstaculicen los movimientos que hagan en lo sucesivo para reafirmar una vez más y quizás por siempre que la Tierra es dominio de los más aptos y fuertes y de ninguna manera de los débiles, particularmente durante la Revolución del Conocimiento, cuando sería inconcebible que las empobrecidas colonias del globo igualaran y hasta superaran con yucas y marranos los fenomenales avances de la ciencia del mundo desarrollado y los efectos económicos y sociales que traerían consigo para sus pueblos y al menos una parte de la humanidad.

 

El que las naciones más desarrolladas ahora se hallen inmersas en los inicios de la Era del Conocimiento y que se orienten sobre todo al área de los servicios, de ningún modo implica que la industria desaparezca. Por el contrario, gracias al extraordinario poder de la información se halla en camino hacia una total robotización que de paso permitirá su diversificación y desmasificación, lo cual no solo permitiría incrementar la producción, personalizándola, sino el hacerlo bajo las más estrictas normas ecológicas concebibles.

Ello significa que la demanda de materias primas para mantener operando las industrias que provean desde textiles y químicos hasta electrodomésticos y vehículos no habrá de disminuir sino que aumentará para satisfacer sobre todo la demanda de aquellos pueblos cuyos líderes controlan el ajedrez planetario. Y para que los precios de lo producido no solo se mantengan estables sino que tiendan a la baja, para no desestimular la demanda es inevitable que a las numerosas neocolonias que orbitan alrededor de las naciones más desarrolladas les impongan condiciones que perpetúen un status quo que les garantice la preciada estabilidad sobre la cual se sustenta su poderosa economía y continuo avance.

Puesto que las fuentes de las materias primas no abundan por doquier sino que se hallan en gran parte monopolizadas por sus consumidores, como es el caso de las existentes en Asia, en su mayoría explotadas por las naciones más industrializadas de ese continente; las pocas que aun quedan en África destinadas a los viejos poderes imperiales europeos; las tan escasas de la misma Europa, en su totalidad consumidas por sus propios estados; igualmente sucede con Estados Unidos, Canadá y Australia, cuyas reservas de materias primas no se venden sino que son convertidas en sus productos industriales, con lo cual solo queda disponible la mayor fuente de materias primas del mundo: América Latina.

En otras palabras: Latinoamérica queda como garante único e irremplazable de que la industria controlada por los grandes del planeta permanecerá estable y no sucumbirá a los caprichos de sus gobernantes cuando impotentes ante su perenne incapacidad para elevar sus precios, prerrogativa que siempre han ejercido los grandes poderes, acuden al viejo truquito populista de nacionalizar industrias extractivas; pues lo único que podría sustancialmente aumentar los precios de nuestros productos básicos habría de ser alguna espectacular multiplicación de nuestros propios ingresos, como por ejemplo sucedió con España tras ingresar a la Unión Europea, que para el año 2009 ya los ha sextuplicado.

Sin embargo, tal milagrazo nunca ocurriría en América Latina, dando lugar a materias primas tan exorbitantemente costosas que harían colapsar el mundo desarrollado y por ende al resto del planeta, perspectiva que no solo es inaceptable sino catastrófica, por lo cual nuestro inevitable destino, como de hecho lo ha sido durante más de 500 años, ha de ser el seguir siendo colonias de tercera categoría de unas pocas naciones dominantes.

Cuando siete millones de años de evolución humana evidencian que siempre ha vencido el más apto, es decir el más fuerte, inteligente y audaz, no existen razonamientos válidos que hagan suponer que a corto, mediano e incluso largo plazo la evolución de repente se detenga y reverse su gigantesco cauce tan solo para satisfacer el ego delirante de tantos quienes piensan con el deseo que les despierta el nacionalismo que los mismos poderes dominantes les inculcan desde la más tierna edad para desestabilizar sus empobrecidas colonias, en vez de recurrir a otros medios para por lo menos paliar un poco su destino.

Napoleón dijo que: “si no puedes derrotar a tu enemigo, únete a él”, sabias palabras que a pesar de las enormes diferencias raciales, lingüísticas, religiosas y culturales los países europeos adoptaron para cesar sus rencillas e integrar la Unión Europea, ahora el bloque más rico y poderoso del globo, mientras inspirados en el odio inculcado por un cada vez más debilitado socialismo de opereta de que se contagiara Latinoamérica no atinamos ni a comprender que todo este inmenso y riquísimo continente, incluyendo Estados Unidos y Canadá, casi al unísono surgiera de una gran conquista realizada con idénticos fines.

¿Qué sería de España, Portugal, Grecia, Rumania, Polonia y demás países otrora pobres, de haber cedido a la envidia y rencor que profesaban por las más ricas como Alemania, Inglaterra, Francia y otros países? Aun serían igual o más pobres, rumiando sus miserias y desesperanzas, como muy probablemente acontecerá con estos pueblos, aferrados a un imposible y absurdo sueño de truncar la evolución y como por arte de magia saltar por encima de los demás poderes para colocarse nada menos que a la cabeza del planeta.

¿No surgirá un líder con la inteligencia y visión suficientes para cuando menos variar un poco el curso de nuestra evolución, recreando América como la nación más grande, rica y poderosa y por lo tanto más apta del planeta, como habría de corresponder a la que por fin condujera la humanidad hacia metas tan fantásticas como la conquista del cosmos?

 

elpoderdelasideas@ymail.com

 

LAS CIFRAS DE AMÉRICA LATINA 

 

Pablo Emilio Obando Acosta

 

En América Latina padecemos la ausencia de investigadores; los escasos cerebros que se atreven a explorar los vericuetos de la ciencia son vapuleados desde las aulas escolares. 

Es trágico saber y comprobar que en nuestro continente (el Sur, claro está) apenas se produce el 1 por ciento de los artículos publicados en la revistas científicas del mundo y que los producidos por científicos e ingenieros colombianos apenas representan el 1% de la producción latinoamericana. 

Es tal la pobreza y ausencia de ciencia y científicos en nuestro continente, que las cifras hablan por sí solas: 

Mientras Japón cuenta con 5.500 científicos e ingenieros por cada millón de habitantes y los Estados Unidos con 2.685, América Latina apenas alcanza a 210 científicos e ingenieros por millón de habitantes. Sin embargo, este promedio esconde realidades aún peores: 

Mientras Brasil o México disponen de 400 científicos e ingenieros por millón de habitantes, nuestro país apenas cuenta con 160. Indiscutiblemente la economía está ligada a este proceso que nos ubica entre los últimos lugares a nivel mundial. 

Los países asiáticos destinan el 2.1 % de su Producto Interno Bruto a investigación científica y tecnológica; los Estados Unidos, el 3.1 %; nuestros países se condenan por mano propia destinando sumas irrisorias a la investigación y a la ciencia, pues Brasil solo destina el 0.9 %; Argentina el 0.8 %; México 0.6 % y nuestro país, Colombia, está por debajo de todos ellos dedicando tan sólo el 0.3 % de su PIB, cifras irrefutables e innegables, una realidad que nos convierte en víctimas de un sistema político-económico mundial al generar dependencia tecnológica que se traduce a su vez en una dependencia emocional y social. 

El científico Rodolfo Llinás, plantea en la introducción de la conclusión de la misión de ciencia, educación y desarrollo: "Urge preparar la próxima generación de colombianos con una óptima educación y con sólidas bases en ciencia y tecnología, en un proceso inicial de 25 años. Dicho lapso es el mínimo requerido para implementar un programa pertinente para el fomento de la investigación en ciencia y tecnología para el desarrollo de Colombia". 

La realidad es otra. En una sola ciudad: Bogotá, la línea entre la pobreza y la miseria se angosta. El 50 % de los capitalinos está bajo la línea de la pobreza. Y como si eso no fuera poco el 15 % bajo la indigencia. No obstante lo anterior, en otra de nuestras regiones: Antioquia, se gastaron 816 mil millones de pesos en una absurda y cruenta lucha contra la violencia, mientras que no se dedicaron más de 10 mil millones a tareas de investigación y desarrollo. Parece que solamente importa recurrir a la violencia oficial para disminuir la extraoficial, de lo cual innecesario sería decirlo el mayor beneficiario es el gobierno y quienes en él tanto se lucran de la violencia.El panorama es todavía peor. Para la década de los 90 el endeudamiento público se constituía en una cifra cercana al 35 % del PIB, "Este nivel se redujo entre 1990 y 1994 al 23 %. Pero a partir de 1996 la deuda comenzó a crecer más rápido que el PIB y en los tres últimos años se desbocó. No conformes con dicha cifra, "en 1999 alcanzó casi el 50 % del PIB y ahora supera el 75 %".

Deuda pública que expresa tragedia, gran atraso y soledad. Únicamente en la década de los 80, América Latina pagó más de 40 mil millones de dólares al año. Entre 1982 y 1988 se entregaron no menos de 235 mil millones de dólares por concepto de las deudas contraídas. 

Para Colombia, su enorme deuda es impagable y atroz. Solo entre los años de 1999 al 2001 aumentó el número de pobres en otros tres millones más, situación que se complica con la determinación tomada por nuestro presidente y los Estados Unidos de combatir el narcotráfico usando métodos que han generado caos y muerte, caso típico de una mentalidad subdesarrollada que a falta de liderazgo propio lo crea con una falsa imagen de poder amparado en el belicismo cruento de los norteamericanos. 

Datos más recientes revelan que la

deuda externa de 90.000 millones de dólares en 1975 se trepó a 607.230 millones de dólares en 1996; los pagos netos por utilidades e intereses de 18.500 millones de dólares en 1980 pasaron a 38.500 millones en 1996. 

Desde 1980 a 1996 América Latina y el Caribe han realizado pagos, por ese mismo concepto, por 564.800 millones de dólares. Asimismo, durante el periodo de 1982 a 1990 la transferencia de recursos al exterior fue de US$221.500 millones. Esto explica el hecho trágico y doloroso para nuestros países de que sus economías, por paradoja, financian el

 

crecimiento del capital transnacional, afianzando así el poderío económico de los países altamente desarrollados, mientras los países latinoamericanos y caribeños se hacen cada vez más dependientes y vulnerables por virtud de la riqueza que sirve para aumentar la sumisión económico-social. 

El problema es todavía mayor, por cuanto nuestros recursos son saqueados continuamente. La dependencia tecnológica ha generado una dependencia económica y cultural. Nuestros bosques y selvas son deforestados por cuanto la exportación de bienes de la mayoría de los países está constituida en más del 70 % por productos primarios. 

Y aterradoras son las cifras que nos hacen saber que en América Latina y el Caribe existen 150 millones de personas sumidas en la pobreza crítica, o indigencia, y más del 40% de la población padece de algún grado de desnutrición, la tasa de criminalidad multiplica cuatro veces la normal y es considerado el continente con más altos niveles de desigualdad del mundo.

¿Cuántos millones de niños mueren en las calles victimas del sistema? Las cifras son en verdad escandalosas y aterradoras: madres de familia que duermen en la calle, abrazando sus niños como único medio de protegerlos contra las inclemencias del frío, la muerte, la hambruna, la pobreza, la desnutrición como una desgarradora realidad producto de cifras frías y sin corazón.

¡Y en medio de todo esto, una juventud que se educa a llenar egos y ansiedades del sistema.! 

Hacemos nuestro el pensamiento de Fernando Vallejo cuando expresa que "El hombre no viene del simio: el hombre es un simio". Un simio alzado al que Lineo puso ya hace 200 años junto con los otros simios, en el orden o jaula de los primates, y sin embargo todavía no se le bajan los humos. Es un simio que cree ser mejor simio que los demás primates. 

A nivel mundial, llegamos al dato sumamente irrisorio del 0.01 % en la cifra de científicos e investigadores. Los presupuestos de la guerra aumentan en detrimento de la inversión social en educación pública. Los pobres se vuelven miserables y los miserables son condenados a desaparecer de la faz de la Tierra. 

En Colombia, país con 42 millones de habitantes, 32 millones viven en la humillante pobreza. Muchos han dejado de serlo para pauperizarse y miserabilizarse, condenados a ser mano de obra barata y hasta casi gratuita. Miles de los nuestros viajan al exterior con el simple ánimo de ser los niñeros de los europeos o los limpia traseros de los viejos norteamericanos. El colonialismo se hace a la inversa, no vienen a nosotros para explotarnos, simplemente vamos hacia ellos para que nos exploten y humillen. 

Ante un panorama así, sólo resta preguntarse: ¿Qué hacer? 

¿Qué hacer cuando el 50 % de nuestros recursos se destinan al pago de la deuda externa...? 

¿Qué hacer cuando de lo poco que nos queda, un elevado porcentaje se destina a la guerra...? 

¿Qué hacer si nuestros jóvenes no desarrollan una conciencia política o social y se conforman con ser unos profesionales que desembocan en simples empleados oficiales al servicio de un gamonal ...? 

¿Qué hacer con el militarismo desmedido y con unas fuerzas revolucionarias sin bases sociales y sin fundamentos ideológicos que interpreten a su pueblo ...? 

¿Qué hacer con nuestra clase dirigente, que por ignorante cada día es más vendepatrias...? 

¿Qué hacer con esta falta de dignidad que nos hace vivir en la miseria como simples cifras estadísticas ...? 

“Miren donde estamos: Colombia convertida un matadero, con miles de secuestrados, centenas de miles de asesinados, cuatro y medio millones de desplazados, otro tanto de exiliados en el exterior, el campo arruinado, la industria arruinada, los niños y los muchachos reclutados para la guerra o convertidos en sicarios, medio país sin empleo, de limosnero o atracando, y como burla máxima de la farsa de la Ley...". 

Estamos donde queremos estar, donde la miseria colectiva de la indignidad nos ha arrastrado, comiendo nuestro propio vómito por temor de ser considerados dignos. 

Estamos en el sitio exacto para ser lo que somos, por negarnos colectivamente a un futuro mejor, por elegir a unos cuantos patrioteros que se autodenominan libertarios. Somos y estamos en América Latina, en un paraíso de papel ensangrentado, en un continente desorbitado que se alimenta de sus propios desengaños. Somos lo que somos por envejecer prematuramente sin brindarnos el derecho de vivir en juventud.

 

                 

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