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Fundado en Julio 9 de 1948
IDBMS/P: 01-01-01-39-02/13 Pereira - Colombia. Año 62 - Segunda época - Nº 12.433-13 - Fecha: 08-13-2010 |
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Arte & Cine
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FESTIVAL HATOVIEJO COTRAFA 2010
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Alejandro Sawa, cien años de Iluminaciones en la sombra Por Omar Ardila* Señalado por algunos como “el último bohemio” y por otros como “el bohemio heroico”, Alejandro Sawa (1862-1909) es quizás, la figura más singular de la Generación del 98, aunque también, la más olvidada y menos estudiada de esa época. En el 2009, cien años después de su partida, se le rindieron algunos homenajes en España y se divulgaron profusamente los resultados de investigaciones que se habían preocupado por recuperar su vida y obra, especialmente, la realizada por la profesora Amelina Correa Ramón, titulada: Alejandro Sawa, luces de bohemia, con la cual obtuvo el Premio de Biografía Antonio Domínguez Ortiz en 2008. También es oportuno recordar el importante trabajo de Iris María Zavala, realizado en 1977, el cual nos había abierto las puertas para empezar a indagar sobre este personaje de origen griego, nacido en Sevilla en 1862. Desde su llegada a Madrid, hacia la década de 1880, Sawa empezó a frecuentar con fervor los sitios de reunión de aquellos jóvenes herederos del espíritu apasionado y solitario del romanticismo, quienes ahora, desde la orilla de los proscritos, luchaban por instaurar nuevas relaciones entre el arte y la política, teniendo como inspiración directa a las múltiples luchas de la Europa de entonces, que abogaban por generar nuevas dinámicas sociales y culturales. Al lado de Pío Baroja, Jacinto Benavente, Miguel de Unamuno, Joaquín Dicenta, por citar sólo algunos, se sentó Alejandro Sawa para hablar apasionadamente de Verlaine, Baudelaire, Whitman y Poe, sus autores preferidos en ese momento, algunos de los cuales, apenas sí se habían escuchado mencionar en España. La gran admiración que tenía por la bohemia parisiense, lo llevó a vivir una temporada en la capital francesa, entre 1890 y 1896, donde tuvo la suerte de conocer, entre otros, a Verlaine, Zola, Santos Chocano, Pi y Margall, Gómez Carillo, Darío, Valle Inclán y Teobaldo Nieva. Junto a ellos, conoció las corrientes simbolista y parnasiana, de las cuales sería un gran difusor a su regreso a Madrid. El paso de Sawa por París generó tanto impacto entre los escritores que lo conocieron, que estos no dudaron en acoger su presencia como modelo de personaje digno de ser consagrado en sus textos. La figura más recordada, es la que construyó Valle Inclán en Luces de bohemia, donde Sawa le sirvió de modelo para darle vida al irredento bohemio, Max Estrella. Ese tránsito por Paris, fue la época gloriosa de Sawa. Allí pudo darle salida a sus impulsos y recibir el abrazo de múltiples flujos de inconformidad y renovación, que lo seguirían acompañando hasta sus últimos días, tal como nos lo retrata en sus Iluminaciones en la sombra (publicada póstumamente, en 1910), donde comparte sus más importantes referentes iconográficos: Baudelaire, Proudhon, Bakunin, Louise Michel, Verlaine, de Quincey, cuyas presencias le inquietaron e impulsaron para reafirmar en todas sus acciones, el poderoso espíritu libertario que lo condujo hasta sus últimas consecuencias, pues vivió la literatura sin claudicar, sin concesiones, siempre escribiendo crónicas, relatos y artículos para exaltar o rechazar según su propio criterio, apartándose de cualquier lineamiento editorial que pudiera restringirlo. Fue así como llegó a colaborar en revistas de alto alcance literario y militante, como Don Quijote y La anarquía literaria, en las que encontraba afinidades tanto en la creación como en la acción. Sin embargo, con los cambios sufridos en estas y otras publicaciones que lo acogieron, poco a poco fue quedando al margen y sumido en una grave crisis económica, la cual era tanto más problemática, al coincidir con el inicio de su problema visual que lo llevaría a la ceguera. Su osadía, en un medio que ya empezaba a sentir las garras del capitalismo, terminó por minarlo y reducirlo a la exclusión y el olvido, especialmente, en su propio país (donde se había radicado nuevamente en 1897), pues sus amigos de París aún lo recordaban como el lúcido y excéntrico artista que les había dejado un destello libertario inolvidable. En 2010, cien años después de la publicación de Iluminaciones en la sombra, ese destello que permeó en algún momento los paisajes franceses y españoles, ha logrado extender su campo ondulatorio hasta nuestros imaginarios para ocupar un espacio de honor, como también lo ocupó en los de Rubén Darío (quien realizó el prólogo a la primera edición de la obra) y |
de Manuel Machado, quien le dedicó el siguiente poema, insertado como epitafio:
EPITAFIO
Jamás hombre más nacido para el placer, fue al dolor más derecho. Jamás ninguno ha caído con facha de vencedor tan deshecho. Y es que él se daba a perder como muchos a ganar. Y su vida, por la falta de querer y sobra de regalar, fue perdida.
Es el morir y olvidar mejor que amar y vivir. Y más mérito el dejar que el conseguir.
Finalmente, y con el ánimo de reafirmar nuestro encantamiento con el elegante, fluido, crítico y contundente estilo de Sawa, los invitamos a redescubrir su vida-obra, la cual él mismo resumió como:
“Yo soy un hombre que, de tanto mirar hacia la luz se ha quemado las pupilas”
*Poeta y ensayista colombiano, Tomado de Confabulación
A los 93 años, publica su primer libro El bogotano Edgard Westendorp duró casi 29 años escribiendo la saga épico-fantástica Egon Foto: Archivo particular Edgard Westendorp Restrepo, de 93 años, muestra la fotografía de su hermano medio Camilo Torres, a quien le llevaba 11 años. Como lo buenos vinos, el bogotano Edgard Westendorp Restrepo tardó cerca de 29 años en terminar la que considera "la más importante expresión de su vida". La saga épico-fantástica 'Egon', una de las novedades de la próxima Feria Internacional del Libro de Bogotá. "Su escritura empezó después de un sueño que tuve", comenta el autor, de 93 años, y agrega que la inició en 1974, como un proyecto personal de vida, cuando se pensionó de su trabajo en un banco en Santiago de Chile, donde vive desde hace más de cinco décadas. Sin embargo, nunca pensó en que llegaría a publicarla. Fue gracias a la insistencia de su sobrino-nieto, el bogotano Jorge Pradilla, quien cada vez que lo visitaba en Chile le preguntaba sobre el libro, que Westendorp se decidió, un día, a recuperar del 'baúl de los recuerdos' la obra cumbre de su vida. "El 28 de abril de 1999, mi tío me llevó a un cuarto, me hizo bajar una caja de cartón que había encima de un armario y me dijo: 'Usted es el único que me ha preguntado por el libro. Es suyo'", comenta emocionado Pradilla, quien regresó a Colombia con su "tesoro" en la maleta y con la promesa de que algún día se lo publicaría. Vistazo al mundo de Mittgard El texto fue creado en siete grandes tomos, escritos en una vieja máquina Remington, con la historia del imaginario mundo de Mittgard, en Escandinavia del siglo IV. Los tomos estaban acompañados de mapas hechos a mano por su autor, que describían, de manera milimétrica, todo un universo fantástico de territorios y genealogías. En esa región legendaria, cuyos reinos se enfrentan por alcanzar el poder de un imperio sumido en la anarquía y las intrigas de las familias, surge la figura esperanzadora de Egon, un guerrero de ascendencia noble, que deberá enfrentar las batallas más cruentas y protagonizará las historias de amor más sensuales, con varias de las mujeres que encontrará durante su travesía. Luego de permanecer varios años guardado en Bogotá, en un pequeño baúl, Pradilla contó con la complicidad del editor Benjamín Villegas, quien luego de leer el libro se montó en esta aventura editorial. A ellos se unieron Beatriz Caballero, hija del escritor Eduardo Caballero Calderón, quien se le midió a levantar en computador toda la saga, y Leandro Carvajal, quien se dedicó, durante más de un año, a la edición y revisión de datos. "El sueño de mi tío fue tener su libro y el mío publicárselo. Lo he hecho realidad y, ahora, salgo para Chile a llevárselo de sorpresa, en los próximos días", concluye Pradilla. |
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Por: Ricardo A. Herrera C. Durante los días jueves 22, viernes 23 y sábado 24 de Julio se llevó a cabo en el auditorio del Cerro del Ángel ubicado en el municipio de Bello (Antioquia), la XXIV versión del Festival Hatoviejo Cotrafa de Música Andina y llanera colombianas, una cita obligada en el calendario musical colombiano. El Festival que éste año cumplió 23 años de labor continua y sin interrupciones de difusión y divulgación de la música folclórica colombiana, rindió un sentido homenaje en vida al Maestro Pedro Nel Martínez, Santandereano oriundo de Charalá, virtuoso intérprete del tiple y compositor de recordadas obras que ya hacen parte del cancionero nacional.
El jurado calificador estuvo conformado por reconocidos gestores culturales como el maestro José Ricardo Bautista, reconocido compositor del departamento de Boyacá, y actual secretario de cultura y turismo de dicho departamento, el Maestro José Revelo Burbano, destacado guitarrista y compositor Nariñense, arreglista e intérprete, quien hace parte de la agrupación Seresta, nominados al Grammy latino en el año 2001 en la categoría de mejor álbum folclórico y el tenor Antioqueño Mauricio Ortiz. En la acertada presentación del evento, estuvo toda una conocedora de nuestra música, la bella Clara Marcela Mejía Múnera, quien repitió por tercera vez consecutiva. El Festival entrega más de $10.00.000 (diez millones de pesos) en premiación, además de la grabación de un disco Compacto entre los ganadores.
En lo relacionado con intérpretes, se hicieron presente solistas
vocales, duetos, conjuntos instrumentales, grupos mixtos y tríos
provenientes de todos los rincones de Colombia, que por su relevancia me
permito listar expresamente: Medellín, Antioquia )
AFORTIORI TRIO
(Trío Instrumental -Pereira, Risaralda ) |
CANDIJA TRÍO (Trío Instrumental - Bucaramanga, Santander )
SAMBAPALO (Grupo Llanero - Bogotá Cundinamarca )
ESTUDIANTINA PAIPA (Paipa, Boyacá )
En la noche final el público del cerro del ángel se encontró con intérpretes con alta calidad musical, que habían pasado por supuesto por los filtros de los días jueves y viernes, y con la logística propia de una transmisión de televisión, pues la final fue transmitida en directo por Teleantioquia y Señal Colombia. Los representantes por Risaralda, AFORTIORI TRIO presentaron dos obras en la noche final: “Los Guaduales”, guabina del Maestro Jorge Villamil, recientemente fallecido, en una versión instrumental interesante y “Trébol Agorero”, pasillo del Maestro Luis A. Calvo, una obra de difícil ejecución que arrancó los aplausos del exigente público del festival Cotrafa. |
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