|
|||||||
Pereira, Colombia - Edición: 13.389-969 Fecha: Jueves 26-12-2024 |
COLUMNISTA |
|
-11 |
||||
El Niño Dios son los papás
Por: Jotamario Arbeláez
Hasta
los ocho años de mi ya larga existencia en esta reencarnación en el
Siglo XX, porque en la encarnación anterior morí precisamente de
ocho, creí devoto en las enseñanzas de la iglesia católica y en las
Tres personas de la Santísima Trinidad, Padre, Hijo, Espíritu Santo,
como se me venía inculcando en la escuela de San Nicolás, y en la
iglesia de San Nicolás el cura párroco Lamberto Muermann. Asistía a
las procesiones de Semana Santa con el corazón dolorido por las
caídas en el camino del Calvario y sólo aspiraba a crecer un tantito
para hacerme digno de cargar sobre mis hombros alguno de los pasos
del Viacrucis. Escuchaba casi que con lágrimas en los ojos los
sermones de las Siete Palabras, en los que sólo me incomodaba la
condenación a los liberales nueveabrileños, a los cuales
pertenecerían mi papá y de mi padrino. Asistía lleno de júbilo los
Domingos de Resurrección al Templo resplandeciente, donde me
encontraba con la imagen enhiesta de Cristo recién resucitado y
recién bañado estrenando túnica blanca.
|
Antonio, un sitio
donde hacía un frío infernal, llegaba al extremo camándula en mano de entonar el
Santo Rosario, al que me correspondían piadosos mamá y los hermanos, por
entonces Stella de 6, Graciela de 5 y Toño de 3, después de lo cual dormíamos
como benditos. Había oído hablar de los misioneros que incurrían en territorios
de infieles a catequizarlos o a morir en el intento, y me sentía a ello
predestinado. Cuando mamá me ponía el escapulario para salir a la calle con la
estampa de paño de la Virgen sobre mi pecho me sentía invencible, algo así como
Sansón o el Capitán Maravilla, pero me lo quitaba por respeto y lo colgaba de la
rama de un árbol cuando me tocaba enfrentarme a los puños con algún incrédulo
que me daba qué tundas. |
|
alguna prenda de vestir de las que le gustaban a mi mamá, una camisa de rombos, unos tenis, unos tirantes.
Mi vida y mi pensamiento cambiaron el 24 de diciembre del 48 por la tardecita, cuando me encontré en el parque San Nicolás con Víctor Mario Martínez ‘Palillo’ y ‘Vitatutas’ Ramírez, y les comenté orondo que acababa de escribirle al Niño Jesús mi carta de peticiones. No tengo alientos para describir la risotada de ‘Palillo’ y su grito estruendoso de que “El niño dios son los papás, gran pendejo”. Vitatutas pesaroso asintió levemente con la cabeza. “Eso del niño dios es un cuento chino”, concluyó el hereje. Sentí que el mundo se hundía bajo mis pies. Si el Niño Dios no existía tampoco existiría el Dios Padre ni la Paloma. Y quedábamos en poder del Demonio, el dios de este mundo, como se le decía en la parroquia. No sabía si llorar o darle en la cabeza a ‘Palillo’. Vitatutas trató de explicarme que el Niño Dios proveía a los papás de billete para los regalitos de este mundo que se encontraban en el mercado, mientras él velaba por guardarles cupo en el Cielo ¡Pamplinas!
Llegué a casa como si acabara de perder la mitad de mi alma en un
alambrado. Vi que papá acomodaba seis paquetitos al pie del pino raquítico. Le
increpé: “Papá, no te lo perdono, me has engañado toda la vida. El Niño Dios
eres tú, luego Dios no existe”.
|
|
|
|||||||
© El Imparcial Editores S.A.S
| Contacto
57 606 347
7079
© 1948-2009 - 2024 - El
Imparcial - La idea y concepto de este periódico
fue hecho en Online Periodical Format (OPF) que es un
Copyright de ZahurK.
Queda prohibido el uso de este formato e idea (OPF) sin previa autorización
escrita de ZahurK |