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  Página 12                                             Pereira - Colombia. Año 61 - Segunda época -  Nº 12.428-08 - Fecha: 08-21-2009

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ARTES & CULTURA

DEJARON POR FUERA AL MAESTRO PELÁEZ

 

 

Por: Rubén Darío Franco Narváez

Consagrados artistas Internacionales se han unido a la voz de protesta del maestro Hernán Peláez quien fue excluido injustamente de la Exposición  “Salón de Agosto” en la Sala “Carlos Drews Castro” del Teatro Santiago Londoño Londoño, que se realiza dentro de la programación de las fiestas aniversarias 146 años de Pereira.

Hernán Peláez fue el ganador del certamen 2008   con la obra “Se diluye se derrite”  donde plasma una crítica socio-religiosa. En esta ocasión – versión 2009-, lo dejaron por fuera,  llenando todos los requisitos del caso, con  su extraordinaria obra: ¡Zombi…!, con Tradición Instalada, un trabajo artístico sobre el escepticismo metafísico.

“Trató de crear la duda sobre la idea de un Ser Superior.  Mi trabajo niega la existencia de Dios en todas sus formas. Sugiero en mis obras que cada ser humano se cuestione su espiritualidad que ha sido aceptada durante más de dos mil años”

Palabras propias del Artista Hernán Peláez López.

 

CONFUSA EXPLICACIÓN DEL CURADOR

Según la explicación que da el Curador, James Llanos Gómez, fue decisión del Jurado; pero ellos, comentaron a los Medios de Comunicación que desde ningún punto de vista pueden descalificar una obra sin siquiera haber sido expuesta.

Adicionalmente, recordamos que cada año La Alcaldía Pereira a través del Instituto de Cultura, publica un catálogo sobre los Artistas Pereiranos; y, el 2008, el  mismo Curador Jaime Llanos Gómez, fue el redactor de la misma y no incluyó al Artista Hernán Peláez -pereirano ganador del Salón de Agosto-.

 

APRECIACIÓN DEL PRESIDENTE HONORARIO DE LA ACADEMIA DE HISTORIA

El Sociólogo, abogado y periodista Miguel Álvarez de los Ríos, presidente Honorario de la Academia de Historia, en términos fuertes criticó a los organizadores del evento que, con su actuación, están dando una mala imagen al Instituto de Cultura y Fomento al Turismo. Citó  a famosos pintores que fueron excluidos de Exposiciones Internacionales por intereses mezquinos, como a: El francés Edourd Manet con su obra la DAMA DE ABANICO, y El Caravaggio con su obra Narciso. Agregó que “si a estos famosos mundiales, les ocurrió esto, al  maestro Peláez le sucedió lo mismo que a ellos con esta fabulosa obra ¡Zombi…!, con tradición instalada,  en cuya elaboración invirtió 12 meses y que conjuga una verdadera critica al escepticismo metafísico”.

 

El Guernica americano

 

 

De Anna Grau (el 13/08/2009

 

Arcontes, la Negación de la Mascarada” es un lienzo monumental –mide más de cuatro metros de ancho y dos y medio de alto- que este verano se exhibe en la galería 2/20 de la calle 16 de Nueva York, entre las avenidas Séptima y Octava. La galería es diminuta y el lienzo colma una entera pared. Rebosa arrebatadas figuras que según su autor, el pintor vallisoletano José María Antolín, han provocado que por lo menos un espectador declarara estar contemplando “el Guernica americano”.
El impacto está garantizado por un detalle de tanta urgencia sociológica como artística: la figura más arrebatada del lienzo es, inconfundible y casi ofensivamente, la de Osama Bin Laden. El potencial ofensivo lo da el hecho de que el rostro del terrorista aparece bañado en lágrimas. Llora mientras sostiene a un niño desnudo, blanquísimo y fragilísimo, lo cual no excluye inquietantes acabados amorfos. Esta figura es mitad Niño Jesús de Praga, mitad larva en la penumbra. A su alrededor y con cierta lógica de Reyes Magos se constituyen el resto de figuras y representaciones, incluyendo un árabe que Antolín asegura que existe en la vida real, una columna visigoda de su invención, alusiones al imperio y a la eterna recurrencia de los crímenes coronados. Etc.

Ocho años después de dejar Valladolid por Nueva York, Antolín es un enérgico pintor tumultuoso que también tiende a explicarse enérgica y tumultuosamente sobre lo que pinta. Será porque también es poeta. Corrobora el dato el insigne hispanista Gonzalo Sobejano, maestro de poetas en Nueva York, que no ha querido perderse la presentación del lienzo de su joven amigo.
Hay momentos en que el Antolín poeta casi amenaza al Antolín pintor. Las palabras –más cuanto más hermosas- pueden ser una trampa mortal. Porque distraen del verdadero silencio de fondo del pintor, que es su arma de construcción más masiva. El pintor tiene el privilegio de no explicarse. El don de no decir. De que no se le oiga otra cosa que el rumor del pincel como el susurro de las alas del águila. Como un insecto prehistórico atrapado en el ámbar conciso de la tarde.
Cuando el artista se empeña en hablar, habla de valores salomónicos. Habla de exorcismos civilizadores. De rituales de sanación. Habla y habla y habla y en su discurso parece fluir el intrépido torrente de “terrorarte” brotado después del 11-S, y más aún cuando los corazones americanos inteligentes –esa víscera que el electrocardiograma europeo no siempre detecta, pero que existe y sin embargo se mueve- buscaban cómo bombear su dolor primero y su vergüenza después. Su soledad ante los errores de todo un mundo.
Antolín apunta con dedo colombino al intenso niño frágil en las manos brutales de Bin Laden y lo proclama víctima propicia, inmolación horrenda pero por todos aceptada, a fin de cuentas, para “restaurar el orden”. ¿Tiene sentido esto que dice? Un poco de tiempo muerto, por favor. Si les parece vamos a interrumpir unos segundos nuestro servicio habitual de arreglo fulminante del mundo. Vamos a intentar salir de nuestra burbuja conceptual, de nuestra orgullosa cáscara. Vamos a tratar de ver.
Lo cierto es que tanto la ironía del espectador como la verborrea del artista palidecen en fade out ante la rotundidad inapelable del lienzo mismo. Y ante la extraordinaria cualidad vidriosa de las miradas americanas que se detienen ante él. Los americanos miran este lienzo de José María Antolín con la respiración detenida y los sentimientos encontrados. Porque ahí estan sus demonios, en efecto. Pero no están meramente pintados o representados. Están a la vez sueltos y sujetos. Está toda la rica ambigüedad de su infierno. Toda su secreta manera de estar solos en el mundo. O de empezar a dejar de estarlo, a poco que se comprenda este cuadro.
El arte es la inevitabilidad de llegar hasta allí.

 

El  mármol  que  seremos & Una cosa es una edición de lujo, y otra, una edición de peso 

Por Rubén Vélez

rubend1@une.net.co

¿Cómo no hablar bien de diciembre? Es la única época cuando estoy a la búsqueda del regalo ideal. ¿Qué comprar esta vez? ¿Daré por fin con una cosa milagrosa? Hasta la fecha -7 de Diciembre de 2006-, ni uno solo de los traídos que me he comprado me ha cambiado la vida. ¿Culpa de la sociedad de consumo? ¿Talvez de la vaca? Como el espíritu navideño no consiente las cuestiones incómodas, dejo esas preguntas en el aire y me voy para el centro comercial de la esquina. Espero que el objeto de mis sueños no se haya agotado.

Me decido por la librería. No porque yo sea medio intelectual (dícese de alguien que no tiene un oficio conocido), sino porque no me gusta abrirme paso a los codazos y los empujones. ¡Qué mundo de almas en los almacenes! Ahora sé con certeza que Mercurio es el dios que ha ganado la partida. Como no soy un intelectual de verdad, no pongo el grito en el cielo.

-¿Qué libro me recomienda la casa?

-Ahora se está vendiendo muy bien uno que no sólo le ha cambiado la vida a su autor.

-Hábleme de su contenido.

-De cómo ser un padre ejemplar, de cómo ser un buen hijo, de cómo ser un buen hermano, de cómo mitificar a los mejores amigos, de cómo ser un modelo de tolerancia, de cómo librarse del demonio del rencor, de cómo no volverse malo, de cómo merecerse las canas, de cómo conquistar la felicidad, de cómo caer con estilo en la ñoñería, de cómo…

-No creo que mi estómago pueda con semejante ancheta.

-Palabra de abad: ¿no es lo que debemos consumir por estas fechas?

Mi aguinaldo del 2006, que se deja leer de un tirón, me embotó los sentidos, como si hubiese inhalado una sobredosis de incienso. Hacía muchos años que un libro no me perturbaba de esa manera (la literatura de hoy día prefiere los antihéroes a los héroes). La contracubierta del mismo nos advierte que será difícil olvidarlo. Yo recordaré por varios días dos cuestiones que no le conciernen a su “nudo”. El afán del autor por hacernos creer que ha pertenecido a la clase media (¿qué tiene de vergonzosa la condición de rico? ¿Es algo mal visto en los medios intelectuales? ), y su manera tangencial de abordar la “otredad” del protagonista. El capítulo 37 (“Abrir los cajones”) nos sugiere que el héroe llevaba una doble vida, pero lo otro, en este caso su homosexualidad, talvez porque es un asunto todavía incómodo, se queda en veremos. En vez de revelarnos el contenido del cajón, o de abrir el clóset, como quiera decirse, ese capitulo nos proyecta una película de Visconti que no ha envejecido bien (¿puede envejecer bien el “séptimo arte?). “También yo dejo cerrado ese cajón que sólo serviría para alimentar la inútil habladuría digna de telenovelas”. Yo tenía una buena opinión de la otra cara de la luna; pensaba que había que tenerla en cuenta a la hora de retratar y autorretratarse. El libro en cuestión no cambió mi vida, pero sí mi credo literario. Algo es algo.

-Supongo que ha venido a darme las gracias por haberle recomendado una obra fuera de serie.

-La última novela de monseñor Héctor Abad Faciolince serviría de piedra angular en el proceso de beatificación del doctor Héctor Abad Gómez. Al Padre Marianito le salió competencia. [28 de diciembre de 2006]

***

Mucho ha hablado Héctor Abad Faciolince de un poema de visos borgesianos que encontró en uno de los bolsillos del último traje de su ilustre progenitor. Pero no ha dicho ni una sola palabra sobre las cartas de amor que encontró en una de las gavetas del escritorio de ese prohombre. ¿Por qué nuestro novelista ha echado al olvido unos papeles tan reveladores? Las cartas de amor de Héctor Abad Gómez a un muchacho de Medellín lo retratan mucho mejor que unos versos etéreos de dudosa autoría. “El olvido que seremos” deja en el clóset un capítulo esencial de la vida de su héroe. La edición de lujo de ese libro viene con unas fotos del álbum de la familia Abad Faciolince que no le aportan nada a la literatura ni a la verdad. Lo paradójico del caso es que su autor, ya en la revista “Semana”, ya en “El Espectador”,  nos ha dado entender que lo suyo es la causa del desenmascaramiento. Pero ¿cómo no comprenderlo? ¿Cómo no estar de parte de la mitificación de su amantísimo padre?  Para el respetable, la homosexualidad todavía es un delito. [Agosto 20 de 2009]

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