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Pereira - Colombia. Año 61 - Segunda época -  Nº 12.429-09 - Fecha: 08-28-2009

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REPORTAJES

Rumbo al Sesquicentenario

 

PEREIRA, UNA CIUDAD DE DIÁSPORAS Y REENCUENTROS

 

Por: Otoniel Parra Arias

 

 www.alfanoticias.com

Madrid. Agosto de 2009

 

Julio de 2009.- Indudablemente la actual dirigencia pereirana cuenta con los mejores auspicios de tiempo y creatividad necesarios para garantizar una celebración sesquicentenaria (2013) dentro de parámetros de  auténtica efemérides históricas.

 

Gustavo Orozco Restrepo, el exalcalde y dirigente de muchas gestas  de reconocido éxito empresarial y cívico es garantía de por sí para estos efectos.

Es otro reto interesante para una capital en la que el común de las gentes si bien se sienten halagados con  las  soluciones urbanísticas de alta escuela esperan paliativos más  tangibles para tradicionales males sociales reflejados en el aluvión humano in crescendo que invade la urbe en su huida   de zonas de pobreza y violencia.

 

En las calles centrales congestionadas de transeúntes  expertos en eludir la  extraña compulsión sin freno de cientos de automotores, pudiéramos repetir el soneto de Zalamera Borda que tanto nos gusta, con su “crece, crece la audiencia”, en referencia a los miles de visitantes  de la tradicional  Benarés a orillas del Ganges, tratando de sobrevivir con los subterfugios más nimios y extravagantes.

 

En las vías principales al socaire del nuevo transporte colectivo, pululan cientos de vendedores ambulantes de comestibles y artilugios diversos: pregoneros a voz en cuello de intangibles pero angustiosos minutos celulares a precio de huevo para milagrosas  comunicaciones intercontinentales en las que nunca faltarán las mágicas  palabras “euro” y “dólar”; anunciantes funambulescos enceguecidos por la luz fría de la mal llamada civilización, que hace poco sembraban yuca y plátano en algún lugar de la cordillera occidental y ahora, por unos centavos, tragan y vomitan fuego en plena plaza de Bolívar con una sapiencia histriónica que envidiaría cualquier gurú de las artes circenses; jovenzuelos de mirada triste que entonan zarzuelas pegajosas aporreando unos envases con distintos niveles de agua para que escupan diapasones  nimiamente gratos al oído; vendedores de chucherías que invaden los andenes y almuerzan plácidamente, en el improvisado comedor público, absortos en su radio transistor, sin inmutarse por el vocinglerío cacofónico que los rodea;  individuos artificialmente afanosos que empujan sin necesidad y con anestesia para en un santiamén hacer desaparecer billetes, monedas y abalorios en bolsillos ajenos, y en fin todo un conglomerado que siempre ha coexistido en el tradicional centro citadino y que ha jurado en miles de bocas y millones de gestos que no se dejarán derrotar por el denominado progreso geométrico  ciberespacial y pragmático del siglo XXI.

 

Y entre ese tráfago de las emociones y las angustias humanas, sin derroteros de capital semilla, ni garantías hipotecarias, en asépticos despachos oficiales de diverso orden mientras tanto un ejercito burocrático analiza los últimos dictámenes estadísticos sobre el índice de desempleo, las teorías en uso para crear más oportunidades de trabajo que rescaten a hombres y mujeres valiosos

 

de la mascarada del rebusque aplicando  nuevos ítems de vivienda masiva y desarrollo comercial e industrial, aupando todo ese compendio de soluciones bajo el remendado pero inacabable parasol de la política.

Esta es y ha sido siempre Pereira una ciudad que se mueve de  la forma tan especial que le ha signado la Providencia, como punto neurálgico en el centro occidente del país.

 

Alguna vez  un profesor del Instituto Técnico Superior,  llamado Arturo Franco Peláez   calificó a Pereira como "Ciudad Corazón",  e incluso ideó un símbolo alusivo a tan soñadora alegoría, pero eran los años sesentas en los que los profesores de humanidades no tenían futuro como diseñadores publicitarios y mucho menos como profetas. De todas maneras su precoz intuición era cierta, porque Pereira siempre ha estado en el corazón palpitante de Colombia y muy cerca de conflictos por resolver.

 

Y en cuanto a esto último, el asunto está más que contado en los anecdotarios del pasado como la época de los estados federados, cuando las refriegas entre las  facciones  en conflicto incluían el paso por estas vecindades. El mismo "Mascachochas" el  singular general Tomás Cipriano Mosquera galopó por estos alrededores en defensa de su bandera caucana y en aras de esa esgrima que sostuvo toda la vida con su bien parecido primo primo y oponente, José María Córdoba.

 

Zafarranchos como el de la guerra de los mil días, o la confrontación con el Perú en la primera parte del siglo XX  de alguna manera salpicaron la inmensa región paisa. Esa y muchas circunstancias más  han dotado a la  ciudad  de una característica de población en movimiento  permanente a instancias del clarín de guerra que se remonta a los ítems de su fundación.

Lo interesante reside en aceptar la parte buena de tan  insondables realidades de convivencia social y en ese sentido reconocer el esfuerzo de miles de ciudadanos anónimos, gentes de bien en su

 

mayoría  que han detenido su andar en estos lares  y que poco a poco han “cosido” sus más entrañables anhelos a los ya establecidos por una comunidad nacida para la convivencia.  Por algo don Luciano García el educador y periodista de la década de los 50s en el pasado siglo entre muchas de sus frases acuñó la muy famosa de que “en Pereira no hay forasteros pues todos somos pereiranos”.

Así que  eventos de trascendencia como el sesquicentenario que ya se anuncia en su fase inicial, es importante para aglutinar las mejores ideas y propuestas de contexto popular y dirigencial en amalgama afortunada entre los muchos hijos adoptados y los mismos que en olor de apellidos y prosapia familiar llevan muchas décadas en esta villa.

A propósito deseamos  recordar algunos de esos  "botones de oro" de la historia de nuestra ciudad incluida en el libro sobre Pereira (2 tomos)  del cual fuera autor el maestro Hugo Ángel Jaramillo, (q.e.p.d.) y a  quien tuviéramos el honor de colaborar en varias gestas deportivas:

 

SE ESTABLECEN LAS FIESTAS ANIVERSARIAS DE LA CIUDAD.

El Honorable Concejo Municipal  expidió el Acuerdo  Nº 39 del 19 de octubre de 1923, en el cual se declaraba Día Festivo para la ciudad el 30 de agosto de cada año, en remembranza al acto de fundación acontecido en la misma fecha de 1863, presidido por la primera  misa que ofició el padre Remigio Antonio Cañarte en compañía de otros ilustres ciudadanos que aparecen en los anales históricos. Inicialmente se habían establecido dos fiestas al año con duración de ocho días cada una, entre el 20 y 27 de febrero y el 20 al 27 de agosto, habiendo prevalecido por efectos prácticos la segunda celebración.

 

SE ADOPTAN EMBLEMAS DE PEREIRA

En el mismo Acuerdo el Concejo autorizó los emblemas distintivos de la ciudad, como fueron el Himno de Pereira  con estrofas del poeta Julio Cano M; la música estuvo a cargo posteriormente del maestro santandereano Luis A. Calvo; el escudo ya existía desde 1920 (autor anónimo), habiéndose diseñado un segundo con la  autoría de Rodríguez Páramo y el tercero y definitivo que aún se conserva.

En cuanto a la bandera se estableció que debería ser de 2.40 mts., de largo y 1.20 mtrs., de ancho, con el triangulo en amarillo sobre fondo rojo que significaría, " con la sangre roja de los hijos de Pereira se yergue la Libertad en la riqueza del suelo".

Ángel  Jaramillo, cultor y fundador de la halterofilia en Risaralda, socialista a ultranza criticaba la simbología heráldica de  las dos coronas en los extremos superiores del escudo pereirano por recordar la dominación española sobre la antigua Cartago  sin ningún nexo con la más reciente historia de Pereira exenta de sujeción  a símbolos de la realeza española.

 

FUNDAN MOTORES DE DESARROLLO ECONÓMICO

La seccional de FENALCO en Pereira fue creada el 25 de julio de 1957 y la ANDI que había surgido en Medellín en 1944, en 1950 abrió una oficina en Pereira, dependiendo de Manizales y en 1960 empezó como institución independiente.

 

LA PRIMERA FERIA DE PEREIRA DE TALLA NACIONAL

Se llamó Exposición Industrial de Pereira realizada en homenaje al libertador Simón Bolívar en el primer centenario de su muerte, organizada por don Alfonso Mejía Robledo con otros ilustres empresarios.  Famosos fueron también los Carnavales de la ciudad en febrero que se equiparaban a los tradicionales  de la  península ibérica y otros países europeos y Brasil en nuestra América. En la  población pereirana de ese entonces primera parte del siglo XX, la cercanía pagana y carnestoléndica   con la figura de Satanás como gran oferente y  anfitrión,  riñó con la rígida formación católica mayoritaria hasta hacer desaparecer el mencionado evento del calendario festivo.

 

OTRAS GESTAS CÍVICAS

Otras gestas  de beneficio cívico fueron, la creación de la Sociedad de Mejoras Públicas,   impulsora del zoológico de Matecaña  y garante durante muchos años de un exquisito aseo  público en las calles centrales de la capital, que llegó a ser famoso en el país; la creación y progreso del batallón San Mateo establecido por decreto nacional desde 1933, inicialmente como sencillo destacamento  que  funcionó  durante varios años  en una gran casona situada a la altura de lo que es el actual hotel de Pereira., y en 1945 el gran convite ciudadano para hacer el Aeropuerto, bajo la batuta del gran hombre cívico don Benjamín Ángel Maya, como requisito para  entrar en el abanico de las ciudades con ínfulas de progreso futurista. 

En 1953 se produjo otro hecho significativo,  el Vaticano autorizó la creación de la Diócesis de Pereira, dejando de depender el gobierno eclesiástico de Antioquia, siendo nombrado el primer obispo Monseñor Baltasar Álvarez Restrepo, quien fue recibido  con grandes

 

manifestaciones de aprecio que prácticamente paralizaron el pueblo y quien pastorearía su grey durante dilatadas décadas. Para una comunidad  profundamente católica bajo tutela de rígido púlpito, el evento fue todo un acontecimiento que registraron medios como El Diario y El Imparcial.

 

CELEBRACIÓN DEL CENTENARIO DE PEREIRA

Las fiestas del Centenario de Pereira (1963) fueron fastuosas y duraron varias semanas. El alcalde era  Mario Delgado Echeverri, la reina del evento fue Lucía Jaramillo; por esas calendas también lo fué Nelly Panesso Gallo, quien ostentara el título de señorita Pereira para toda la vida, pues jamás entregó oficialmente el cetro.

En las fiestas centenarias la ciudad  "se alzó la bata" por orden oficial y la industria licorera de Caldas, junto a la cervecera de Bavaria hicieron su agosto. Hubo jolgorios en toda la ciudad, con diversas casetas abiertas y los negocios de bares colocaban aserrín en los pisos y  coloreaban paredes y ventanas con cintas de vistosos colores,  y globos para motivar a los fiesteros parroquianos que empataban una parranda con otra. Cayó durante esos días de locura una pertinaz y permanente lluvia artificial de colorido confetti, que inundaba hasta los espacios menos dados a efemérides tan abiertas y descomplicadas. Por todo el centro de la urbe los  viandantes y bailarines,  duetos y tríos  musicales y demás juglares recorrían las calles sin importar la hora repartiendo serenatas etílicas  aún a plena luz del sol en un  oxímoron de albricias de exotismo romano que parecían no tener fin.

En esa época se inauguró el Bolívar desnudo del maestro Rodrigo Arenas Betancurt, el legendario escultor que recibió muchos homenajes por su descomunal y transgresora obra que aún preside nuestra plaza principal.

El retiro de los rieles del ferrocarril que atravesaban la ciudad y cercenaban su desarrollo, constituyó otro paso hacia la modernización  y prácticamente sirvió de marco  a la nueva fisonomía de la capital, aún bajo el riesgo de una confrontación entre Manizales que se oponía al corte del tendido de rieles y Pereira, la ciudad que no resistía más ese cinturón asfixiante.

El asunto por poco pasa a mayores y algunos llegaron a considerar casi como un hecho ineludible una confrontación por la vías de hecho, lo que a Dios gracias no llegó a ocurrir.

Algunos analistas sostienen que si el entramado ferroviario no se hubiera retirado sino desviado o soterrado, como ocurre en Francia y España, por poner un ejemplo,  no se habría perdido una valiosa oportunidad de desarrollo para la ciudad y la región, y que la tajante decisión tuvo bajo cuerda la presión imperativa de los grandes trusts capitalistas del transporte por carretera.

En fín que abreviando recordamos, como uno de los hechos más destacados la desmembración de Risaralda del antiguo Caldas, como ocurrió con Quindío y el nuevo orden que se inició con una flamante gobernación en la propia Pereira, en el palacio municipal, 9º piso, con su primer gobernador Castor Jaramillo Arrubla. En su orden obras  cívicas como la de la Villa Olímpica,  con el inefable padrecito Valencia y su estilo poco ortodoxo en términos clericales pero, transparente y sencillo como un niño, tal como lo pregona la Biblia, que llevó a toda una ciudad en romería a arrancar un cañaduzal para el lugar donde él había soñado con una gran villa olímpica, todo esto al coro de “Villa olímpica haremos en Pereira, moviendo tierra hoy como ayer, cuando a Pereira le entregamos Matecaña, sin fuerza extraña que agradecer” (más o menos era la forma de expresar el descontento con la poca ayuda nacional, debido a la fama que había tomado Pereira de hacer grandes gestas a punta de empanadas)..

Y dentro de los grandes eventos, los juegos nacionales de 1974, con los que muchos llegamos a albergar la esperanza de que servirían para impulsar un desarrollo urbano similar al que tuvo Cali a raíz de los Juegos Panamericanos de principios de los años 70s, lo que a la postre en mucho quedó en aguas de borraja.

Los Juegos  estuvieron  a cargo del entonces joven abogado Jaime Cortés Díaz y otros paladines del deporte que ad honorem impulsaron el progreso en varias disciplinas deportivas. Allí se sembró un poderío pereirano en materia de escenarios, y una valiosa  experiencia deportiva que ha recibido multitud de galardones a niveles nacional e internacional para los colores pereiranos.

Y así Pereira ha seguido su camino con otras proezas de las cuales hay testigos y protagonistas que escriben sobre ellas. El camino hacia  el  sesquicentenario con  dirigentes de gran calidad humana y señorío de ejecutorias será positivo y rico en ganancias para el espíritu de la ciudad, no lo dudamos. Son otros tiempos, pero el espíritu con eterna sed de grandeza es el mismo de siempre.

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