Pereira - Colombia. Año 62 - Segunda época - Nº 12.434-14 Fecha: 08-27-2010
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OPINIÓN
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EDITORIAL
PEREIRA Y SUS 147 AÑOS
Pereira es una ciudad muy bien ubicada y con gentes que hacen lo imposible por prosperar. En sus rices había nacido otra ciudad que sus habitantes se la llevaron para jamás regresar. En ese rescoldo de lo que quedo, floreció lo que hoy es la bella Pereira. Esta historia no es nueva en el planeta, muchas ciudades han renacido donde otras fueron fundadas. Pero el fenómeno nuestro tiene especial connotación ya que sus nuevos habitantes venidos de todas partes han hecho lo que hoy es una gran ciudad. En ella han nacido y crecido muchos personajes que hoy representan al país con su intelecto y su arte. Donde quiera que uno vaya hay un pereirano haciendo algo. Lo que demuestra su capacidad de extenderse sobre los territorios del planeta. En su existencia, hoy cumpliendo 147 años, avanza lenta en su propia historia y haciendo historia. Lo cual nos obliga a ser leal a ella. Pero a la vez dentro de sus entrañas también se han hecho cosas desastrosas que han afectado el futuro de nuevas generaciones, como la estupidez de un ex alcalde de quitar los rieles del tren para que éste no continuara su viaje a Manizales. Solo un demente y psicópata hace tal daño. Ha habido personajes que han detenido el progreso y han esquilmado el erario público y aún continúan caminando impávidos por las calles de la ciudad. Pero muchos otros con su esfuerzo y tenacidad han mantenido a raya a esos enemigos de la prosperidad. No es fácil prosperar en un sitio donde unos pocos son enemigos del bienestar. Y también donde otros se sientan a esperar la caída de su prospecto. El Estado debe asumir la obligación de ofrecer a sus ciudadanos el mejor bienestar y apoyo para que ellos prosperen. La prosperidad de los ciudadanos es la prosperidad del Estado. La salud, la vivienda y el trabajo son los tres principales objetivos de todo gobierno, de allí se desprende el bienestar de una sociedad. Esa es la verdadera política que cada gobernante debe tener presente. De este enriquecimiento nacen todos los demás placeres. La vida es una y esta aquí y ahora sin preguntarse su condición económica, color, religión o inteligencia. Todo cuanto se haga debe ir acompañado no de un sacrificio ni de una esperanza sino de un deseo profundo de lograr una meta para el bien de uno mismo y de todos. Cuando todos están bien, la prosperidad ofrece los mejores manjares para lo que están alrededor. Gobernar no es fácil, es una disciplina que se impone quien asume esa responsabilidad. Responsabilidad que es dada por los electores para que quien gobierne asuma y responda por el bienestar de todos. Quienes eligen, su deber es tener presente antes de votar de saber quien será el que va a manejar los destinos de una comunidad y no el que más dadivas ofrece o más regalos dan. Siempre aquel que ofrece tantas cosas y da, será el verdugo que espera a la vuelta de la esquina para ejecutar sus fechorías. Estas celebraciones es parte de la alegría de todos. Es el sentir de estar vivos y que aún se puede hacer más de lo que se esta haciendo. De que se puede ver el futuro que esta en el presente y que todos unidos pueden marchar a construir lo que sea necesario para el bien de todos, al igual que se hizo con el aeropuerto Matecaña, la Villa Olímpica y otras tantas cosas que hoy tiene la ciudad.
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¿Por qué no le creen al Valle?
Por: Gustavo Alvarez Gardeazábal
En el Valle nos ha dado por quejarnos de que no nos creen en los altos pasillos bogotanos pero pocos o casi nadie se ha puesto en el trabajo de analizar por qué se perdió la credibilidad.
Pero si uno se pone a revisar las genialidades vallecaucanas de los últimos años, no tiene por qué buscar más explicación.
No se le puede creer a los dirigentes de una región en donde construyen la bocatoma del acueducto para Cali 300 metros aguas abajo de la desembocadura del canal que transporta los lixiviados de ese mismo basuro.
No se le puede creer a los dirigentes de una región que construyeron una costosísima represa como la de Calima para dizque producir energía y solo ha servido para turismo porque les ha dado vergüenza convertirla en la reserva para un gran acueducto. No se le puede creer a una ciudad en donde prefirieron construir el MIO comenzando por el Club Campestre y no por Aguablanca, que era donde estaban los pasajeros.
No se le puede creer a quienes construyeron un estadio sin acueducto ni alcantarillado, sin parqueaderos y sin vías de acceso y todo el país se dio cuenta,como el del Deportivo Cali.
Y ni para qué sigo, porque según el periódico de los Lloreda mi oficio nacional no es ayudar a encontrar las soluciones, sino a desestabilizar la región. |
Llegaron las garrapatasPor: Eduardo EscobarLos poetas que cantan la naturaleza pecan de prejuiciosos. A veces, en estado puro, la naturaleza se parece mucho a la pesadilla, y más a una mala madrastra que a una buena madre. Estos días he vivido sus espantos a propósito de las garrapatas, ese arácnido hematófago que omitió San Juan en su descripción del Apocalipsis, pero que habrá de tener un papel preponderante en la bancarrota. Por lo pronto, los veterinarios y los agrónomos que consulté para que me ayudaran a exterminarlas me dicen que el calentamiento global ha estimulado la plaga en todas partes, que se han hecho inmunes a los antiparasitarios, y que por alguna razón siniestra también disminuye la población de garrapateros, esos pájaros de luto que a pesar de su deprimente apariencia las mantenían bajo un control relativo. En Antioquia, las garrapatas comenzaron a infestar las zonas montañosas. En mi casa aparecieron de repente. Primero en las orejas de Pedro, un fila amarillo que aprecio mucho por su parecido con Paul Valery. Por la mirada grave, honda y triste e inteligente del poeta francés. Y porque jamás ladra en vano y nunca a la luna, como hacen los otros perros y poetas del vecindario. Y después las encontré en Helena, la perra akita. Y luego amontonadas en Saturnina, la fila negra, a la que contagiaron una fiebre mortal, lo mismo que a Úrsula, una cachorrita fila de aires de loca, de la que me había encariñado por su personalidad -perronalidad en este caso-. La pobre también acabó por estirar las patas. Al principio son diminutas, como un punto de tipografía. Pero en horas, implantadas en la carne del huésped, engordan y adquieren un aspecto repugnante. Y cuando se hinchan, ahítas de sangre, apenas pueden moverse como esas matronas obesas de la decadencia de Roma que asistían al circo en andas de esclavos etíopes. Y al aplastarlas dejan un rastro negro en las piedras. Mientras luchaba contra la proliferación en los perrosinvadieron, en venganza, la casa. Cubrieron las paredes del estudio, en la biblioteca seacomodaron entre los libros, se |
arrastraban por las terrazas, ocuparon en filas apretadas los intersticios entre las molduras de las puertas. Fundaron silenciosas colonias debajo de las alfombras. A la espera de un despistado animal de sangre caliente para aferrarse. Y chuparlo. Evito los productos agropecuarios de la química norteamericana, de tan mala fama por sus efectos secundarios, teratológicos y cancerígenos y porque forma parte del odioso sistema de la guerra moderna. Pero el terror pudo más que los escrúpulos. Rocié la casa a fondo incluso bajo las tejas, y las dalias de los alrededores con horribles soluciones hediondas, con remordimiento resignado. Usé garrapaticidas de distintas marcas en diversas presentaciones. Pero siguieron multiplicándose victoriosas. El hombre que guadaña el jardín acabó con un nido en la axila. La señora que hace el aseo no sé donde. Y los punzantes ixodoideos, que así se llaman, siguieron llegando en malditas filas cerradas como si los venenos los alimentaran. E impusieron su terrible presencia. Ya desesperaba, dispuesto a probar el fuego, decidido a meterle candela a la casa, a incendiar los potreros y las piedras con tal de salvar al mundo de su imperio nefasto. Cuando un amigo compasivo me trajo una juagadura blanquecina de su invención cuya fórmula se niega a revelarme. Pero tampoco las exterminó por completo. Aunque se han vuelto más esporádicas. Sin embargo, ahora mismo, una diligente, calladamente, trepa por la pata del escritorio, roja y sedienta en busca de mi carne desesperada para medrar. Pensamos que el desastre ecológico se manifiesta solo en grandes acontecimientos, geológicos o atmosféricos, temblores y huracanes. Pero es posible que al acto final tengamos que contar también con otros pequeños agentes del Mal, como las garrapatas, por ejemplo. Nadie sabe lo que significan, hasta que es obligado a enfrentar estas criaturas diseñadas por la insidia del diablo para sabotear la hipotética belleza del mundo. |
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